Salvemos nuestras vidas hoy… mañana puede ser demasiado tarde

Elsa de Ramírez

Por mil razones, todas las de nuestro género, debemos ser tratadas con admiración, respeto y el amor que nos merecemos por el solo hecho de ser mujeres;  procuremos con nuestra conducta hacer honor al diáfano proverbio persa “No hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa; más yo te digo: no la hieras ni con el pensamiento… (Amado Nervo)”.

Andando el tiempo, varias amigas me han venido comentando que son víctimas del desprecio, la humillación y el maltrato de parte de sus cónyuges y que desean abandonarlos porque ya no resisten más y que sus vidas se han vuelto un infierno

Sin embargo, estas féminas no toman la determinación y de una vez por todas alejarse de esas personas que les hacen tanto daño, no sé si ellas dicen la verdad o están mintiendo, el hecho es que si fuera cierto, ya tiempos se hubieran separado.

Nos preguntamos ¿cuántas mujeres no estarán en la misma situación que ellas? sufriendo y padeciendo maltrato físico y sicológico, humillaciones, desprecios, injurias y hasta calumnias, al grado de ser brutalmente asesinadas por sus compañeros de hogar.

Estas congéneres que sufren en silencio violencia doméstica; ¿son  acaso, masoquistas, cobardes o sin principios, ni esperanzas, que viven a la deriva, sin pensar y que no tomaron decisiones a tiempo y mucho menos actuaron de acuerdo a los dictados de la lógica de supervivencia?

De tal manera, es mejor y saludable desde todo punto de vista, darle vuelta a la página y alzar  la cabeza. No dejar que nos menosprecien ni mucho menos que terminen con nuestra existencia. Debemos tener fe y esperanza en un nuevo porvenir, la decisión depende de nosotras. No nos quedemos calladas, estamos a tiempo de evitar más tragedias. ¡Salvemos nuestras vidas hoy, porque mañana puede ser demasiado tarde!

Motivo por el cual, las heroínas, las mártires, las ultrajadas deben ser historia, por cuanto a estas alturas de un nuevo siglo, la mujer debe esgrimir con la puntualidad de un reloj, sus objetivos, sus metas, sus ideales para avanzar airosas y paladinamente, aceptando los retos de la vida con hidalguía, con valor y con entereza. Porque las mujeres somos madres, esposas e hijas, hermanas, abuelas y amigas, y como tales merecemos más que un pedestal, el respeto absoluto y permanente, de quienes figuran como compañeros de hogar, supuestamente para toda la vida.

Pero, ¿qué hay de la violencia callejera? que es la que se está facturando al por mayor y de la que a diario nos damos cuenta por las publicaciones periodísticas; la violencia doméstica muy raras veces salta al público, por temor, amor o masoquismo, de manera pues, que el asunto tiene sus bemoles y amerita la atención inmediata de los hombres cuya estatura moral se escribe con “H” mayúscula y profundizar en este tema que de verdad se está volviendo trágico e invivible.

En resumen, las mujeres debemos alzar nuestra voz, pero no solo nuestra voz, sino actuar. Hay infinidad de formas para conseguirlo, solo es asunto de reflexionar, meditar y accionar.

Por lo tanto, debemos eliminar esa mancha negra que oscurece el prestigio internacional de nuestra amada Honduras, país que otrora era considerado el más pacífico y hospitalario del mundo entero, por la conducta irreprochable con que los hondureños nos tratábamos individual y colectivamente, conducta que también aplicábamos a nuestros huéspedes del exterior que visitaban estas tierras de pan llevar.

Estamos viviendo bajo la égida del tercer milenio y el siglo XXI, donde la tecnología camina a pasos agigantados, dándole curso a la prosperidad y solvencia económica de las naciones que han eliminado la violencia o por lo menos la han aminorado en sustantivo grado.

Hay tres mujeres que perfectamente bien pueden cooperar en el diseño de un programa de acción inmediata para salvar nuestras vidas. Nos referimos a la excelentísima señora primera dama de la República, a la honorable señora esposa del señor presidente del Congreso Nacional y a la distinguida consorte del señor presidente de la Corte Suprema de Justicia. Juntas pueden desempeñar un papel determinante en la ejecución de este programa.

¡Manos a la obra mujeres de mi patria, amémonos!