Catalunya: el nuevo hogar de una nómada

TANIA CABRERA COVIAN.

Después de vivir en muchas ciudades, la colombiana Laura Restrepo, ganadora de múltiples premios internacionales, ha elegido Catalunya como su nuevo hogar. Ahora nos presenta su título más reciente Pecado, mientras colecciona las historias que este lado del mundo le ofrece para  contar. “Vivir en Barcelona era un viejo sueño”, cuenta Restrepo (Bogotá, 1950) que llegó a Catalunya hace dos años. Antes pasó por otros lugares que fueron su hogar por diferentes  circunstancias: Colombia, México, Argentina, Estados Unidos y otras ciudades de España, donde además de vivir han sido fuente de inspiración de sus libros.

Pese al alejamiento, las noticias  que le llegan de Colombia conmueven; el cordón umbilical no se ha roto. “Mira que hace años no lloraba con  lágrimas de verdad. Y la noticia del “no” me las arrancó, con la carga que conlleva de angustia, de incertidumbre, y también de furia, pues sí, también de furia ante la comprobación del arrastre que siguen teniendo en el país personajes tan burdos y violentos como Álvaro Uribe, con su incitación al odio y su cantinela revenida del anticomunismo y el antichavismo”, se lamenta tras los resultados del plebiscito del 2 de octubre. “Estábamos tan confiados en el triunfo del sí. Un par de semanas antes del plebiscito recorrí varias ciudades de mi país sondeando opiniones aquí y allá, y fue emocionante ver el entusiasmo de la gente del montón, que se organizaba para recibir la paz. Maestros que se preparaban para acoger a los huérfanos del conflicto; psicólogos que se ofrecían    para asesoría gratuita a las víctimas de trauma; comités barriales para acoger a los desplazados; agrónomos deseosos de colaborar en la sustitución voluntaria de cultivos de coca… En fin, lo que vi fue un país abierto al cambio, a la reparación del insondable daño sufrido, a la tarea del perdón. Claro que yo poco frecuento a los otros sectores, los del no: visión e inclinación unilaterales que como queda comprobado, llevan al wishful thinking y la equivocación”, nos cuenta la escritora, quien teme que ante lo abierta que ha quedado la situación en el país, “tan expuesta e inestable”, se abran escaladas inéditas de violencia.

A pesar de todo, Laura Restrepo es optimista. “En medio del fiero revés se abre una bonita posibilidad para Colombia: la de que se mantenga entre el presidente Santos, las FARC y los cinco millones de entusiasta del si una suerte de pacto de honor en torno a la paz. Ya lejos de las cámaras, de las prebendas, del premio Nobel y del aplauso mundial, quizá veamos pelechar en mi tierra una paz profunda, que surja como compromiso de convicción y de corazón”, reflexiona desde una masía del siglo XIV, entre el Bergueda y el Ripolles, donde eligió construir su vida catalana junto con su pareja Carlos Payán y su hijo Pedro.

En esa vieja masía reformada no solo escribe  y transcribe las historias que encuentra cada vez que camina por las calles de Barcelona o cada vez  que su espíritu nómada la lleva a visitar nuevos territorios. “Lo bueno de viajar es que, a donde vayas, llueven historias”. También en esa masía alejada devora ensayos y  filosofía contemporánea que le ayudan a entender el mundo que tanto cuestiona. Zizek, Sloterdijik, Ceronetti, Agamben, Bataille o Deleuze… El tipo de lectura que le ayudó a escribir Pecado.

“No es un ensayo, aunque tuve que leer muchos para escribir Pecado”, porque escribir sobre el mal resultó un tema difícil de desarrollar a pesar de que crear malos le divierte: “Son mi recreo, lo que más fácil me resulta”, y por eso nunca faltan en sus libros. Confiesa que uno de sus favoritos es Midas Macalister, el “malazo” que aparece en Delirio, aquella novela publicada en el 2004 por la que ganó el premio Alfaguara. En el mismo año explora el terreno de la locura, a diferencia de la historia de marginación que desarrolla en Dulce Compañía o en La isla de la pasión, donde dos soldados mexicanos tratan de sobrevivir en la isla donde viven un exilio. Estos son sólo dos de los siete libros que también le han merecido un reconocimiento internacional.

Llegar a este punto tomó su tiempo. Todo empezó a los cuatro años, cuando su madre le enseñó a leer y escribir a través de un juego de figuras; después, a los doce, su padre le regaló  una máquina de escribir: “Tenía la obsesión de que mi oficio fuera la escritura”, y lo logró. Primero a través del periodismo, profesión que desempeñó durante años y que la llevó a ser la responsable de política nacional en un semanario de Colombia, gracias al cual fue nombrada comisionada de paz por el presidente Belisario Betancur durante la primera negociación entre el gobierno y un grupo insurgente de América Latina llamado M-19, en 1983. Como tal tenía que estar presente en todos los encuentros: “Fue un proceso de paz muy violento, siempre terminaba en tiroteo”. Una expresión de pena y melancolía aparece mientras recuerda esta parte de su vida, como si reviviera las amenazas de muerte que la orillaron a optar por el exilio durante cinco años, al que se fue únicamente con su hijo y una maleta llena de fotografías, actas, grabaciones y testimonios que en su país ya no le publicaban.

Fue así como llegó a la ficción, forzada por los hechos; fue así como nació Historia de un entusiasmo, cuando Restrepo tenía 36 años. Ahora agradece la libertad que en ella encontró para contar la realidad de la que había sido testigo porque le dio la posibilidad de la que había sido testigo porque le dio la posibilidad de moldear hechos y personajes sin faltar a su ética periodística y porque era un lugar donde descubrió que podía hacer un  amalgama de las dos cosas.

Pecado se enmarca dentro de esa tónica de reportajes de ficción porque sus protagonistas pertenecen a una galería de malos, como ella la llama, que fueron apareciendo en su camino ficticio y real a lo largo de los años; malos con los que creía tener  una deuda que sólo podía saldar dándoles espacio en sus páginas. Presenta a un asesino adolescente, un adúltero, una descuartizadora, una pareja incestuosa, un verdugo contemporáneo, tres hermanas vanidosas y un profeta soberbio , acompañados por El jardín de las delicias del Bosco, pintura que se convierte en el hilo conductor del libro y un personaje más de la colección. Su relación con él también viene de años. Cuando Restrepo era pequeña había en su casa un libro que despertaba su curiosidad. Era uno que reproducía por partes esta majestuosa pintura en un formato grande que atrapaba tanto su atención que se convirtió en una obsesión,  impulsada por su precoz curiosidad periodística. “Estaba claro que ahí pasaban cosas muy extrañas”, recuerda con una pícara sonrisa.

Con esta mezcla de elementos, ella quería cumplir dos objetivos: el primero, cuestionar al individuo detrás del lector con interrogantes sobre el tipo de  ética con la que se construyen conceptos en este mundo donde para ella el mal está presente en forma de crisis de refugiados, de terrorismo indiscriminado, en personajes como Trump, quien, dice, representa la encarnación de la antiética: “Es difícil inventarse a alguien con una moral tan torcida como la de Trump; es casi de caricatura, una especie de payaso salvaje, sexista, racista, un ignorante que usa el odio como bandera”. El segundo objetivo era imponerse un autoexperimento que la forzara a salir de sus propios criterios al colocarse en la camisa de cada personaje, para seguirlo sin juzgarlo por un camino que provocó un cambio de estructura en su narrativa. Sin darse cuenta, Restrepo se había transformado.

Tantas facetas y cambios de contexto han sido la fórmula de reinvención de esta colombiana que ha sabido utilizar lo que ve y escucha para manifestar su esencia a través de su talento y pasión. Hoy intenta seguir por ese camino, tratando de absorber lo que el mundo literario catalán le ofrece al mismo tiempo que trabaja en un nuevo proyecto de la mano de su mejor crítico: su hijo. Y dado que siempre escribe una novela por cada país en el que habita, igual su próxima entrega nos pueda resultar familiar.

Laura Restrepo
Pecado
ALFAGUARA 352 PÁGINAS. 18,90 EUROS