Prosa seleccionada

PRÓLOGO

Ama al prójimo desmerecido y chancletas. Ama al prójimo maloliente, vestido de miserias y jaspeado de mugre.

Saluda con todo tu corazón el esperpento de butifarra que a nombre de la humanidad te entrega tu credencial de gelatina, la mano del pescado muerto, mientras te confronta su mirada de perro.

Ama al prójimo porcino y gallináceo, que trota gozoso a los crasos paraísos de la posesión animal.

Y ama a la prójima que de pronto se transformara a tu lado, y con piyama de vaca se pone a rumiar interminablemente los bolos pastosos de las rutinas domesticas. (Bestiario)

HOMENAJE A REMEDIOS VARO

Aunque la Iglesia ha desautorizado la leyenda de San Jorge y ahora corre exclusivamente por cuenta y riesgo de Jacobo de Vorágine, no faltan héroes dispuestos a salvar la princesa.

Hay un caso ejemplar. La doncella inexperta estaba a punto de caer en las fauces de un tipo con facha de dragón, lengua relampagueante y chaleco de fantasía. En vez de echar mano a la espada, el hijodalgo guardó las distancias y deshizo el entuerto de una manera ingeniosa. Se colocó frente al dragón, es cierto, pero de modo que la dama quedara de por medio, equidistante. Y cuando ella iba a dar el paso decisivo hacia la bestia mitológica, ayudado por un grupo de sacripantes, el doncel arrastró a la indecisa hasta el nido de murciélagos donde cobró inmediatamente el precio de su fama, como suelen hacer tales héroes (exceptuando a San Jorge, aunque ya vemos que su aventura es hipócrita).

Cuentan las malas lenguas que el joven protagonista de nuestra historia escapó de un cuadro de remedios, que tiene hábitos de vampiro y se ha dedicado a chuparle la sangre a la princesa mariposa a quien salvó de la muerte de fuego. (Cantos del mal dolor)

CABALLERO DESARMADO

Yo no podía quitarme semejante idea de la cabeza. Pero un día mi amigo el arcángel, al doblar una esquina y sin darme tiempo siquiera de saludarlo, me cogió por los cuernos y levantándome del suelo con sinceridad de atleta, me hizo dar en el aire una vuelta de carnero. Las astas se rompieron al ras de la frente (tour de force magnifique), y yo caí de bruces, cegado por la doble hemorragia.

Antes de perder el conocimiento esbocé un gesto de gratitud hacia el amigo que se escapaba corriendo y gritándome excusas

El proceso de cicatrización fue lento y doloroso, aunque yo traté de acelerarlo lavándome a diario las heridas con un poco de soda cáustica disuelta en aguas de Leteo.

Volví a ver hoy al arcángel, en ocasión de mi cuadragésimo cumpleaños. Con gesto exquisito me trajo mis cuernos de regalo, montados ahora en una testuz de terciopelo.

Instintivamente los coloqué en la cabecera de mi lecho como un símbolo práctico y funcional: de ellos he colgado esta noche, antes de acostarme, todos mis arreos de juventud. (Cantos de mal dolor)

RECETA CASERA

Hago correr dos rumores. El que está perdiendo la vista y el que tiene un espejo mágico en su casa. Las mujeres caerán como las moscas en la miel.

Espéralas detrás de la puerta y dígale a cada una que ella es la niña de sus o, cuidando de que lo oigan las demás, hasta que les llegue su turno.

El espejo mágico puede improvisarse fácilmente, profundizando en la tina de baño. Como todas son unas narcisas, se inclinarán irresistiblemente hacia el abismo doméstico.

Usted puede entonces ahogarlas a placer o salpimentarlas al gusto. (Palindroma)

DE L’OSSERVATORE

A principios de nuestra era, las llaves de San Pedro se perdieron en los suburbios del Imperio Romano. Se suplica a la persona que las encuentre, tenga la bondad de devolverlas inmediatamente al Papa reinante, ya que desde hace más de quince siglos las puertas del Reino de los Cielos no han podido ser forzadas con ganzúas. (Prosodia)

ARMISTICIO

Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en tierra de nadie. Allí donde un ángel señala desde lejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas. (Cantos de mal dolor)

POST SCRIPTUM

Ya con el cañón de la pistola en la boca, apoyado contra el paladar, entre un aceitoso y frío de acero pavoneado, sentí la náusea incoercible que me producen todas las frases hechas. “A nadie…”

No temas. No voy a poner aquí tu nombre; tú a quien debo la muerte. La muerte melancólica que me diste hace un año y que yo aplacé lúcidamente para no morir como un loco. ¿Te acuerdas? Me dejaste solo. Boxeador noqueado en su esquina, con la cabeza metida en un cubo de hielo.

Es cierto. Bajo el golpe me sentí desfigurado, confuso, indefinible. Y todavía me veo caminar falsamente, cruzando la calle con el cigarro apagado en la boca, hasta el poste de enfrente. Tenía una cara de Greco. De bono de Toledo. Y no quise morirme con ella.

Destruyendo esta máscara se me fue todo un año. He recuperado mis facciones, una por una, posando para el cincel de la muerte. Hay condenados que se salvan en capilla. Yo parezco uno de esos. Pero no voy a escapar. Disfruto el aplazamiento con los rigores de estilo. Y aquí estoy todavía vivo, bloqueado por una frase: “no se culpe a nadie”. (Cantos del mal dolor)

(*) Juan José Arreola, Jalisco México, 1918– Ciudad de México 2001), “escritor autodidacta que aprendió a leer de oídas, que nunca concluyó la primaria, legendario porque su trayectoria como prosista, maestro, editor, conferencista, charlista e infatigable promotor de la cultura; es uno de los autores fundamentales de la literatura hispánica”.