Quehaceres del señor Steiner

Por: Segisfredo Infante

Steiner es uno de los críticos de literatura mundial a quien debiera conocer todo lector y escritor que se precie de moderno y posmoderno. Especialmente si se trata de escritores jóvenes o semi-maduros. Al margen de sus merecidos premios internacionales (pues soy poco impresionable con algunos premios literarios) he venido recopilando, con la disciplina, la persistencia y el cariño, una parte de su obra más o menos completa, dispersa en todos mis anaqueles “atruncuñados”, y atormentados por el engolosinamiento corrosivo de las termitas envidiosas de los libros. Por eso me resulta harto difícil encontrar los textos de George Steiner en el momento preciso en que me urge consultarlos. De hecho ciertos ejemplares (nuevos o repetidos) me los ha regalado el obsequioso poeta Rolando Kattan.

Considero que para conocer a George Steiner habría que comenzar, quizás, por su extraordinario volumen “Después de Babel, aspectos del lenguaje y la traducción” (1975). Y es que la noción de una “Babel” idiomática contemporánea se vuelve recurrente cada cierto tiempo, en las relaciones inter-humanas y en la lectura. Como recurrente es para mí volver a las obras de Steiner, Arendt, Zubiri, Heidegger, Gasset, Hegel, Descartes, Nicolás de Cusa, Escoto Erígena, Maimónides, San Agustín y los antiguos filósofos griegos. La verdad es que casi siempre recapitulo algunos temas, para ampliarlos, sintetizarlos o intentar mejorarlos, tal como lo hacía el viejo Aristóteles con su obra de contenido monumental y variado, alguna de la misma perdida y alguna otra dispersa en archivos inimaginables. Seguidamente reseñaríamos el atractivo texto “La Barbarie de la ignorancia” –diálogo de Steiner con el señor Antoine Spire–, un pequeño libro acerca del cual publiqué algo en LA TRIBUNA en el mes de marzo del 2003, y que compartí con don Ramón Oquelí Garay (QEPD). Por cierto que el amigo Oquelí estuvo más o menos obsesionado, al final de su vida, con la obra literaria y filosófica de George Steiner, divulgando un ensayo sobre este capítulo en la revista “Paraninfo” número diecinueve, correspondiente al mes de julio del año 2001. Otro texto interesante de Steiner es donde afirma, contradiciendo un poco a Aristóteles, que los hombres racionales en el mundo son muy pocos.

En el quehacer de las recapitulaciones desearía (tal vez por ahora sea imposible), corregir el titular de un artículo mío bastante añejo: “La Barbarie posmoderna”, publicado el 9 de mayo de 1997. No me refiero a su contenido debido a que mantengo casi intactas las propuestas modernizadoras de aquel entonces, sino que a la ambigüedad del titular en tanto que podría conducir (a los archivólogos del futuro y a los intérpretes del presente) hacia una confusión entre “posmodernidad” y  “barbarie”, que son dos conceptos totalmente distintos pero que, por circunstancias antropológicas e históricas abiertas, podrían coincidir en el mismo escenario de una misma época, es decir, en la nuestra. A los amables lectores es saludable que se les aclare que hay diferentes “posmodernidades”, así como hay diferentes “existencialismos”, razón por la cual hay que evitar la costumbre aplanadora de meterlos en una sola salchicha fraseológica, como cuando se confunden o mezclan, por ignorancia o por lo que sea, los conceptos de “globalización”, “neoliberalismo” y “posmodernidad”, cuando en verdad se trata de tres conceptos emparentados, muy diferentes entre sí.

El señor Steiner, además de consumado crítico literario ha sido y sigue siendo (al igual que Ezra Pound, Isaiah Berlin, Hannah Arendt, Jorge Luis Borges, Umberto Eco, Carl Sagan, Francis Fukuyama, David Bodanis, Paul Strathern y nuestro Ramón Oquelí ya fallecido) un gran sugeridor de citas y de libros de importancia actual. Pero Steiner ha aceptado al mismo tiempo, con bastante desilusión, que “ni la gran lectura, ni la música, ni el arte han podido impedir la barbarie total”, porque “el hombre es un animal feroz”. Agrega que nada nos había preparado para enfrentar el salvajismo y la barbarie de los hombres del siglo veinte, que en la Segunda Guerra Mundial y en nombre de sus propias “racionalidades” modernas, se dieron el lujo de llevar al matadero alrededor de sesenta millones de personas. Menciona que la música “rap” y el “heavy metal” constituyen “la voz misma de la violencia y de la brutalización del individuo”. En tal sentido habría que añadir las barbaries del siglo veintiuno, que son como una resaca tardía de los crueles acontecimientos del “moderno” siglo veinte, con los fantasmas que tanto la “razón” como la sinrazón rodean al sujeto fotopensante, incluyendo, además, al simple ciudadano de la calle, íngrimo en aquella “impotencia” aludida categorialmente por Aristóteles.