Economía del crimen en Honduras

Por: José Rolando Sarmiento Rosales

Desde que comenzó la ola delincuencial y de crímenes violentos en el país, que criminológicamente se le atribuye al crecimiento de las actividades del narcotráfico transnacional proveniente de los países de Suramérica, muy especialmente de los clanes colombianos ligados con los mexicanos, usando a los países de Centroamérica en su tránsito hacia los Estados Unidos de América por ser el mercado con mayor número de consumidores, los beneficios económicos de los grupos hondureños ligados con tal actividad de recepción, acumulación y transportación de los cargamentos llegados por la vía aérea y marítima, para luego reenviarlos hacia su destino final, incrementaron sus ganancias multimillonarias en dólares a las bandas organizadas en sectores claves del país como los departamentos costeros e insulares de Gracias a Dios, Colón, Islas de la Bahía, pero también los que contaban con pistas clandestinas de aterrizaje en Olancho, Yoro y Cortés, y fronterizos con Guatemala, como Copán, territorios por donde se ha venido canalizando la mayoría de los cargamentos de la droga conocida como cocaína, producida en Colombia, grupos que gozaron de impunidad por muchos años, por la colusión con autoridades policiales a las que pagaban grandes cantidades, con las que se enriquecieron muchos miembros de la institución,  señalándose supuestamente que también políticos, alcaldes, diputados y autoridades de los órganos de investigación y  persecución de los delitos, así como empresarios ligados al lavado de activos provenientes del narcotráfico.

Tales actividades delincuenciales son el producto de la violencia criminal y los centenares de muertos, por efecto de la disputa de territorios originada entre bandas ligadas a la actividad del narcotráfico, sumado al crecimiento del denominado narcomenudeo, puesto que en algún momento de esta actividad, comenzaron a pagar a las bandas colaboradoras ya no solo en dólares, sino que con alguna parte de la droga, que ahora se distribuye en el país, incrementando la cantidad de adictos, un negocio adicional que en ciudades como Tegucigalpa y San Pedro Sula, involucra a jóvenes, hombres y mujeres convertidos en proveedores, con territorios marcados por las bandas como suyos, que se disputan violentamente, siendo el origen de los cadáveres lanzados a la orilla de las poblaciones, en las cunetas de calles y carreteras, en barrancos de barrios populosos, involucrando ahora también a los miembros de grupos organizados de maras y pandillas, que con las ganancias del narcomenudeo y la extorsión económica de pequeños y medianos negocios, se han vuelto grupos poderosos y millonarios.

Un breve análisis de las consecuencias negativas del crimen y la violencia intimidatoria de la extorsión económica que se paga obligadamente por una parte de la población dedicada a negocios en  nuestra amada Honduras, nos lleva a concluir que  nadie trabaja si sabe que no podrá disponer libremente del fruto de su trabajo, porque nadie crea un negocio si sabe que se lo quitarán, nadie vive por su voluntad en un lugar donde asesinan impunemente a las personas y sus familias.  La delincuencia es la mayor destructora de la riqueza y la mayor empobrecedora de las naciones, la delincuencia al extraer los recursos de personas productivas para transferirlos a usos improductivos, empobrece a la economía en su conjunto. Por lo general las víctimas son trabajadores o inversionistas que ganan su dinero mediante su trabajo o por la inversión de sus capitales en actividades productivas para su país, los delincuentes  destruyen objetos valiosos para conseguir su botín, además del costo que ocasionan  mediante la pérdida de la salud o de la vida de personas productivas para la sociedad.

El crimen es un serio problema para la sociedad, ante todo, por dos razones, el delito y el daño que este genera a sus víctimas, a los familiares y a la sociedad en su conjunto, así como por el miedo y la inseguridad que produce a su alrededor, aun en el caso de que los índices delictivos en general disminuyan. El sentimiento de inseguridad se ve reflejado en el cambio de comportamiento de los individuos que buscan la probabilidad de ser víctimas. Los individuos invierten menos recursos en condiciones de inseguridad, se reduce la productividad de los mismos y se frena el desarrollo del país. Cuando una persona se siente insegura busca un distanciamiento de las autoridades y desconfía de la capacidad de estas, se siente timada por sus líderes e instituciones y, en ciertas ocasiones, trata de lograr justicia por su propia mano, generando la desaparición de la cohesión social y de los sentimientos de pertenencia a un grupo o comunidad.