NO HAY QUIEN LES ACOMODE

ES una pena lo que sucede en Guatemala. No hay presidente que les acomode. Una sinfonía de protestas, de indignados en las calles, la embestida de la Cicig en dúo con la Fiscalía y un arrugue de cara de algunas embajadas, acabaron tumbando al general mano dura. Cada vez que se asoma por los barrotes de la bartolina para dar declaraciones públicas, se lamenta una y mil veces haber solicitado la prórroga de ese chunche “interventor de la justicia” que les encasquetó la ONU. Así –con un gancho de atractivo, “no me han podido decir ni ladrón ni corrupto porque no lo soy”– el más desconocido de todos los que competían logró ganar las elecciones. De un modesto taburete, desde donde amenizaba al público en su programa humorístico “moralejas” pasó a ocupar el trono imperial de la antigua capitanía general.

El débil gobierno con que inició, sin respaldo de partido y sin mayor influencia en los otros poderes del país, sin duda que lo indujeron –casi a niveles de sometimiento– a implorar la sombra del frondoso árbol que provoca escalofríos en la clase política y empresarial. Todos sus funcionarios –anunció en cierta ocasión– debían recibir la bendición, como pasar por los filtros de la todopoderosa Cicig. La tajada de los recursos al Triángulo Norte, como otras ayudas de la cooperación internacional están atados al certificado de buena conducta extendido por el influyente colombiano. La relación gobierno con el ente internacional iba como miel sobre hojuelas, hasta que le llegó el turno. La solicitud de desafuero para investigar el “financiamiento anónimo de cuantiosas cantidades de dinero supuestamente ingresadas a la campaña electoral” desató la tempestad. Después de una rápida escala en Nueva York para quejarse con el secretario general de la ONU, la Casa de Gobierno informó de la inmediata expulsión del jefe de la Cicig. El alboroto provocado –otra vez las marchas, la condena de la comunidad internacional, el pronunciamiento de los obispos, los tuits del “embajador”, la salida del canciller, la renuncia de varios otros ministros– vuelve a embrocar en una crisis institucional al vecino país. En un abrir y cerrar de ojos lo tienen en alas de cucaracha. Irónicamente no hay ni relación de las travesuras del guatemalteco con la forma como ha arruinado el país y desfigurado la democracia el jefe de la autocracia venezolana. Solo que allá la tónica es distinta, ya que no permite la presencia de ningún ente internacional bajo la advertencia que no tolera metiches medrar en la soberanía venezolana.

Estas son la razones que ofrece el guatemalteco: “Decidí declarar non grato al comisionado como un acto de lealtad a la patria”. “El comisionado intentó por diferentes medios presionar a los diputados para la aprobación de reformas constitucionales. Eso, sin dejar que el Congreso discutiera y aprobara libremente e institucionalmente como lo manda la Constitución de la República”. “Es nuestro deber no permitir presiones ilegítimas, ilegales e inconstitucionales; tales como las que el comisionado Velásquez ha hecho al organismo Legislativo”. “Los funcionarios públicos son pasajeros. Sin embargo, las instituciones son permanentes”. “El comisionado se excedió en sus funciones, porque se inmiscuyó en los asuntos internos que competen al Estado de Guatemala”. “Abusó de sus facultades al hacer publicaciones en medios de comunicación sobre acusaciones a ciudadanos guatemaltecos sin observar la garantía constitucional de la presunción de inocencia, derecho de inocencia y debido proceso”. La fregada es que eso ocurre –presumen muchos– como reacción a la solicitud de desafuero ¿Y por qué (“moralejas”) no lo dijiste antes? Triste lo que acontece. Ningún pueblo merece esos brotes de inestabilidad que tan frecuentemente están padeciendo los hermanos guatemaltecos.