A 175 años: ¡Estoy vivo!

Hermes Ramírez Ávila
Doctor en Ciencias Penales
Catedrático de Derecho
E-mail: [email protected]

Un fatídico 15 de septiembre de 1842, justo en la conmemoración del vigésimo primer aniversario de independencia -por paradójica que resulte la historia- muere fusilado en San José, Costa Rica quien fue apreciado como “un genio poderoso, un estratega, un orador, un verdadero estadista, el único quizás que haya producido la América Central”, en la pluma del ilustre pensador José Julián Martí Pérez (José Martí). Alrededor de las 6:00pm de ese día, el mismo prócer en un acto de valentía, descubrió su pecho y ordenó a la tropa de fusilamiento disparar, cayendo al suelo de inmediato y exclamando “Estoy vivo”, cuando de repente una segunda descarga de pólvora acabó con su vida.

Horas antes de su muerte -ya siendo prisionero- en la redacción de su testamento quedó plasmado el axioma más excelso que siempre permaneció en sus discursos y por la que luchó en sus batallas. “Declaro que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Excito a la juventud que es llamada a dar la vida a este país que dejo con sentimiento, por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza, antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”. Este nivel de pensamiento inmortalizado, de incalculable valor histórico-cívico es la evidencia más prodigiosa, de la construcción de ideas nobles que un ciudadano debe tener a su tierra.

De esa forma, 38 años después de aquel día, un 15 de septiembre de 1880 en la celebración de un aniversario de la independencia, lo expresó en su discurso el presidente Marco Aurelio Soto: “Se me presenta la sombra majestuosa del gran mártir, y veo que con semblante severo pide a la juventud estrecha cuenta del encargo que le hiciera en sus últimos sublimes momentos. El testamento del General Morazán casi no se conoce, cuando es la hoja en que debieran aprender a leer los niños de Centroamérica. Ese venerable documento es la oración de patriotismo que las madres debieran hacer rezar a sus hijos al dormirlos en sus blancas cunas, para que todo centroamericano, desde la infancia, sepa que no tiene patria”. Cálix Suazo, Miguel. (2005). Autenticidad de la estatua de Morazán del parque Central de Tegucigalpa. Tegucigalpa, Honduras: Editorial Guardabarranco, p. 20.

El legado de este gran prócer debe mantenerse vigente en la memoria de todos los hondureños, como un verdadero ejemplo de entrega, de amor, de patriotismo y de lucha por alcanzar la unidad, con un grado profundo de sinceridad. La juventud actual a la que este gran genio exhorta a dar la vida por su patria hoy encuentra desgraciadamente admiración en jugadores de fútbol, actores de novela, cantantes y en cualquier persona que sale en las redes sociales o en la televisión, únicamente por una imagen, repitiendo sus patrones de conducta, lo que no representa más que la pérdida general que en sociedad tenemos del sentido de identidadnacional.

Muchos equívocamente son fanáticos de portar camisetas con la imagen de “pseudo-lideres” de la política, cayendo en la idolatría. La juventud no tiene a quién admirar y como sociedad no sabemos el norte hacia dónde vamos. Algunos malos hondureños fomentan el descrédito a las instituciones, a las autoridades y quieren un Estado anarquizado. Por ende, es oportuno reflexionar después de estos 175 años de aquellos instantes nefastos, que lejos de haber apagado la vida de este gran prócer, se debe revalorizar aquel momento y que su ejemplo nos sirva para renovar nuestros votos como hondureños, para que la juventud aspire a la adopción de una conducta cívica de altura, de respeto a los demás, a los símbolos patrios, a las autoridades y a la familia.

Como sociedad debemos guiarnos por el norte que nos fija el preámbulo de nuestra Constitución, que es un camino único, asegurar una sociedad política, económica y socialmente justa que afirme la nacionalidad y propicie las condiciones para la plena realización del hombre, como persona humana, dentro de la justicia, la libertad, la seguridad, la estabilidad, el pluralismo, la paz, la democracia representativa y el bien común, todo lo opuesto nos llevará a la anarquía.