¿Cómo afecta la industria de la moda la autoestima de las mujeres?

El debate sobre la imagen y el cuerpo femenino nunca ha estado tan latente como ahora. ¿Cuál es la repercusión que tiene la industria de la moda en el cuerpo de las más jóvenes?

«Me odio cada vez que lo hago, pero no puedo parar. Ojalá pudiese». Después de cada comida, Fiona se siente fatal. Es vergonzoso ir a restaurantes con ella; se levanta entre plato y plato y se va al baño un buen rato. En casa, nos vacía la nevera y luego se pasa el resto de la tarde en el lavabo.

Aun así, es imposible saber el infierno personal por el que está pasando echándole un simple vistazo: es guapísima y tiene un cuerpo precioso, aunque a veces nos diga que le gustaría perder peso. Pero su cuerpo está sufriendo; sus dientes se están deteriorando debido a los ácidos del vómito, tiene callos en los nudillos de meterse los dedos en la garganta, tiene la piel fatal porque no deja que el cuerpo absorba vitaminas y a veces tose sangre porque tiene el estómago muy perjudicado.

A diferencia de lo que pasa con el SIDA o el cáncer, las farmacéuticas no obtienen casi beneficio comercial o ayudas por parte de la administración pública por encontrar una cura para los desórdenes alimenticios.

Fiona es bulímica, pero la sociedad sigue sin estar concienciada respecto a los desórdenes alimenticios. Porque… ¿Acaso no hacen dieta todas las mujeres? ¿No les encanta? Seguro que todas lo hacen. Obviamente las mujeres tienen tendencia a engordar y, como son tan ensimismadas, a nadie le preocupan unas estadísticas que dicen que miles de ellas mueren cada año por un abuso auto impuesto hacia su cuerpo.

La Princesa Diana tuvo que admitir su enfermedad públicamente para que la prensa internacional se diera cuenta de que existía este problema. A diferencia de lo que ocurre con el SIDA o el cáncer, las farmacéuticas no obtienen apenas beneficio comercial o ayudas por parte de la administración pública por encontrar una cura para los desórdenes alimenticios. No es algo que se pueda tratar con un medicamento y, como no son enfermedades extrañas ni sensacionalistas, no ocupan ni un párrafo en la prensa… Pero existen, y afectan a una interminable lista de mujeres.

La preocupación de las mujeres por la comida está relacionada con el fetichismo por el cuerpo femenino: a lo largo de la historia occidental, desde la mitología griega hasta la publicidad moderna, pasando por el arte renacentista, las mujeres han sido vastamente cosificadas. Por esa razón, en muchas ocasiones su vida consiste en una lucha constante contra inseguridades y prejuicios.

La convivencia con su propio cuerpo sufre comparaciones con las imágenes idealizadas de las mujeres que aparecen en la publicidad, la televisión y las revistas. Reciben una serie de mensajes que dictaminan que su cuerpo no está a la altura y que tienen que modificarlo. Vivimos en una sociedad de consumo en el que el cuerpo de la mujer es como un canal para vender un producto, pero, al mismo tiempo, el cuerpo pasa a ser parte del objeto final.

En este caso, la paradoja radica en que el número de mujeres que ocupan puestos de mayor responsabilidad y el de aquellas que son atendidas por desórdenes alimenticios crece de forma directamente proporcional. Entre mujeres, sentirse gorda ha sido durante mucho tiempo una metáfora sobre la impotencia, por eso parece contradictorio que, a pesar de subir peldaños en el ámbito laboral, aumente su falta de amor propio.

Las mujeres tienen cada vez más dinero, influencia, oportunidades y reconocimiento legal, pero, en términos de «cómo realmente me siento conmigo misma», siguen ancladas en los años 50. «Estamos iniciando una cruzada en contra del feminismo que usa imágenes de belleza femenina como arma política en contra del progreso de las mujeres», escribe Naomi Wolf en su libro El Mito de la Belleza.

«La ideología de la belleza es el último esqueje que todavía sobrevive de las ya desfasadas ideologías femeninas que aún tienen el poder de controlar a esas mujeres que evitaron que la segunda ola de feminismo triunfara. El valor se asigna a la mujer jerárquica y verticalmente en relación a un estándar físico impuesto».

Las industrias más poderosas (la de las dietas genera 33.000 millones de dólares al año, la cosmética unos 20.000 millones y la de la cirugía estética unos 300 millones) han crecido del dinero que han ganado de aprovecharse de las preocupaciones de la mujer y, al mismo tiempo, a través de su influencia en la cultura popular. Se está usando, estimulando y reforzando esta ansiedad con un fin puramente económico.

Los medios de comunicación, la industria de la moda y la de la cosmética han creado un problema “artificial” que genera la necesidad de estar delgada en las mujeres de los países más desarrollados.

A pesar del hecho de que el 90% de las mujeres y chicas harán o han hecho dieta en algún momento de sus vidas, a la gran mayoría no le funciona. «Los medios de comunicación, la industria de la moda y la de la cosmética han creado un problema «artificial» que genera la necesidad de «estar delgada» en las mujeres de los países más desarrollados» dice Mary Evans Young, psicoterapeuta y fundadora de la campaña anti dieta Diet Breakers. La iniciativa nació hace algo más de un año, después de leer el caso de una chica de 15 años que se suicidó por no entrar en una 42. Trabajando con ejecutivas se dio cuenta de que, incluso aquellas con más poder, estaban más preocupadas por su línea que por crecer empresarialmente. Desde que salió Diet Breakers, han recibido más 4.000 cartas de mujeres pidiendo consejo.

En los últimos años, la idea de lo que se considera el cuerpo femenino «deseado» ha cambiado de forma más rápida y constante. Al igual que las faldas se acortan temporadas tras temporada, la estética del cuerpo ha variado paralelamente con la moda. Desde los sesenta, la mujer ideal (tal y como la muestran los medios de comunicación) se ha ido haciendo cada vez más y más delgada. Antiguamente muchas se quejaban de no tener un cuerpo perfecto, pero, hoy en día, se puede decir con virtual seguridad que ninguna mujer está del todo contenta con su figura (aunque sea Linda Evangelista o Kate Moss).

La estética de la belleza no para de cambiar: la perfección Naomi Campbell y Christy Turlington ya no es noticia. Ahora lo que se lleva son las bellezas fuera de lo común; aquellas que no se entran en las estadísticas o se conforman con ser monas. ¿Es bueno que la individualidad sustituya a una cara inasequible? Puede que no. Como mínimo, haciendo ejercicio, puedes llegar a pesar lo mismo que Cindy Crawford, pero ¿qué hay de Kate Moss? Ni con la dieta más radical puedes llegar a tu peso pre-adolescente. Entonces, ¿qué esperanzas le quedan a la mujer de a pie?

No muchas, según Julie Burchill del Mail On Sunday: «El declive de las supermodelos no es algo liberador que ayude a que las mujeres sean aceptadas como son, sino otra versión de la misma historia: los hombres cambian un modelo anticuado por (literalmente) un modelo nuevo.

Cindy y compañía son mujeres con curvas que sacaron el mejor provecho de lo que tenían y tú, con mucho esfuerzo, te podrías parecer a ellas. Pero cayendo en la anorexia puedes parecerte a Kate Moss, a no ser que tengas una genética fuera de lo común. «No solo tiene que ver con las modelos: hoy en día ninguna mujer tiene el cuerpo «adecuado» más de una o dos temporadas.

La moda se puede aplicar en todos los niveles económicos. No importan los detalles del cambio de los cánones belleza (si se llevan las curvas, los huesos, las altas o las rubias), el hecho es que siempre habrá alguien que los defina y es la mujer la que se tiene que adaptar a ellos.

No importa cuántas páginas ocupen los temas sobre feminismo en las revistas. Las editoriales de belleza y los anuncios reafirman constantemente el fascismo del cuerpo.

Muchas mujeres creen todo lo que leen en las revistas y su impacto tiene mucha repercusión para una mayoría que las consideran una biblia operacional en la vida.

El punto de referencia de la cultura general es masculino, como si fuera el único que sabe lo que vale la pena: mientras los resultados del fútbol ocupan las portadas de los periódicos, los ‘problemas de la mujer’ están olvidados en las páginas interiores. Y no importa cuántas páginas ocupen los temas feministas en las revistas.

Las editoriales de belleza y los anuncios reafirman constantemente el fascismo del cuerpo. «Aprende a amar tus muslos» es el titular de la portada de Cosmopolitan pero la foto que lo acompaña es la de una modelo con unos vaqueros de la 34.

«Hoy en día todo el mundo se preocupa por su aspecto», afirma Fiona. «Pensé que cambiando mi cuerpo cambiaría el resto de mi vida. Pero no es así. Ahora lo entiendo mejor, pero ya es tarde para hacer algo al respecto». Puede que sea momento de que todos nosotros, hombres y mujeres, cerremos el círculo.