Morazán idea y espada

Por Luis Alonso Maldonado Galeas
General de Brigada ®

La fuerza de la idea, debería de mover la voluntad de la humanidad; será así, cuando los pueblos se adueñen de ella, llevando consigo a la razón como fundamento. La contradicción irracional a este propósito, ha motivado que el filo de la espada sea el argumento reivindicador, siempre a un costo muy alto de sacrificio y sangre. En la América Central, Morazán “General de la idea”, como lo señalará Rafael Paz Pineda en el poema “Mi General a solas”; constituye esa fusión providencial, que valientemente transitará por los caminos torcidos de los albores de nuestra historia republicana, para darle vida a un ideal que ha vencido las tempestades del escepticismo.

El héroe es el testimonio de la evolución del pensamiento libre, inserto en su conciencia desde las concepciones originarias de la Ilustración, pasando por los procesos independentistas, seguido de una plataforma política, ideológica y doctrinaria, que dibujara en el imaginario de la época, el concepto y práctica de la República Federal, bajo el sustento de su propia Constitución.

Esas ideas de corte revolucionario, provocaron el rompimiento de un orden establecido en decadencia, todavía visibles las raíces de la monarquía, las posturas absolutistas, la influencia del alto clero, el dominio de la aristocracia criolla, las expresiones del poder tiránico, los derechos encadenados del hombre. Surge ante ese escenario, producto de un proceso meditado, reflexivo, creativo y responsable; la instauración fortalecimiento y sostenimiento de un modelo de vida republicano, cuyo referente, diseño, basamento y estructura fue y sigue siendo: La libertad.

La idea se torna en misión, y luego en símbolo de las aspiraciones de los pueblos centroamericanos, en la bandera de la Federación, con su divisa: Dios, Unión, Libertad; iniciando así una campaña libertaria para defenderla contra múltiples amenazas, desde las internas signadas por el divisionismo, las deslealtades y las traiciones, hasta aquellas en que los imperios de nuevo cuño se disputaban espacios territoriales de alto potencial geopolítico, como ser: bahías, puertos, islas y golfos, que se convertirían en los puntos claves de entrada y salida de nuestras riquezas naturales, pisoteando nuestra dignidad.

Para sostener la República y consolidar el ideal unionista; Morazán con su visión estratégica impulsaba cambios trascendentes en la Constitución Federal, es así que en abril de 1883, justifica ante el Congreso Federal que “el fuego de la discordia ha encendido en todas partes su funesta tea; las desconfianzas se avivan, el espíritu de partido y de localismo no conoce límites; el gobierno ha perdido su nacionalidad, el egoísmo ha tomado el lugar del patriotismo…”; ante tales circunstancias, “con la opinión pública a favor, la solicitud de los estados y la espera de los pueblos con impaciencia”; Morazán propone al Congreso: “Que se digne expedir la convocatoria para una Asamblea Constituyente, con igualdad de representación por cada estado… libres del influjo de sus partidos, que puedan emitir sus opiniones con toda libertad”. De esa manera el héroe marcaba el rumbo de la federación.

Cuando cae la República, opta por una retirada estratégica, por el bienestar y la seguridad de los pueblos fraccionados, con la expectativa de que su ausencia traería consigo la paz y la grandeza de la Patria Grande; no obstante, con firmeza y acento desafiante advierte: “Pero si mi ausencia tan deseada por tan implacables enemigos, solo sirviese para prolongar más aún el reinado de las sombras, el martirio de los pueblos y para perpetuar la obra inicua y disolvente de los perversos; entonces no podré, no permaneceré indiferente a esa obra de perversión y, de nuevo, volveré a tocar a estas playas de mi amor, para llevar a feliz término la nueva cruzada de redención…”.

Y así lo hizo, se dio tiempo para la reflexión durante su exilio voluntario en David, Panamá, donde dejara la huella más notable de la brillantez de su pluma: El manifiesto de David y sus memorias. Después su permanencia en Lima, Perú, para posteriormente emprender la gesta restauradora de la República fraccionada, enarbolando la bandera de la paz, desde Costa Rica, en donde se apagó su luz. La misión continúa.

Para sostener la idea, entre tantas contradicciones, adversidades, amenazas y afrentas, habría que empuñar la espada y cumplir fielmente con el aforismo: “No me desenvaines sin motivo, no me envaines sin honor”. Aquel soldado de honor, de espíritu pacifista, antepuso siempre la razón para la resolución de los conflictos, ante lo inevitable hacía sentir su genio de estratega, su valentía y en su condición de vencedor su magnanimidad.

El sitio de Comayagua, la captura del jefe de Estado de Honduras, Dionisio de Herrera por el traidor José Justo Milla, fue el motivo para que la espada libertaria derrotara al invasor en La Trinidad, reorganizara la defensa del territorio nacional y restableciera la administración pública, ejerciendo funciones como presidente del Consejo de Representantes. No asumió el poder respetando la institucionalidad, el fin era lo trascendente. Gualcho seguiría en la cadena de victorias.

Y continuó la campaña, en el marco de la revolución de 1829, el objetivo: la conquista de Guatemala, los medios: El ejército aliado protector de la ley, la estrategia: La ruptura de la primera línea de defensa, seguido de ataques simultáneos desde distintos puntos hasta el centro del poder federal.

Morazán vencedor, reestructuró los poderes federales y de Guatemala, la República recobraba su impulso y su expectativa unionista.

La armonía entre la idea y la espada, entre el estadista y el estratega, entre el poder de la razón y el poder temporal de la fuerza; delinea el perfil de la grandeza, la genialidad y la trascendencia del héroe, quien ante los eternos desafíos que enfrenta la República en sus noches interminables… todavía vigila.