Carlos Ernesto Molina Barahona: Maestro del año de El Paraíso, galardonado por el gobierno con la orden “Dionisio de Herrera”

* Historiador y educador con una brillante hoja de servicio
* La historia es el centro de las ciencias. Sin historia no hay conocimiento
* Los pueblos sin historia son como los hijos que no saben quiénes fueron sus padres

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela.
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DANLÍ, El Paraíso. Siempre que escribo sobre personas ligadas con la educación, que hacen un excelente trabajo, cito a Valle con su pensamiento fecundo cuando proclamaba con vehemencia el ideal de una enseñanza obligatoria e igualitaria tanto a nivel primario como superior, y manifestaba que la deficiencia en la administración pública se debía a la falta de educación de la ciudadanía que ocupaba los cargos públicos.

En Honduras hay excelentes educadores, comprometidos consigo mismos, que aman su trabajo, que comparten con sus alumnos su pensamiento, no para informales lo mucho que saben, sino para formar en ellos un espíritu de eficiencia y compromiso con Honduras.

Recientemente el Estado, a través de la Secretaría de Educación, premió a 18 maestros, uno por departamento; entre ellos a Carlos Ernesto Molina Barahona, docente por muchos años en la escuela Normal España y ahora en el centro regional de la Universidad Pedagógica Nacional (UPNFM).

Dicen que de la buena arcilla los alfareros fabrican valiosas vajillas y de la buena semilla, se cosechan los mejores frutos. Nuestro entrevistado de hoy es poseedor de estos dos elementos naturales que son complementarios a su personalidad y capacidad intelectual.

Orden Dionisio de Herrera, maestro del año departamento de El Paraíso.

Carlos Ernesto Molina Barahona, es historiador académico, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) a finales de la década de los 70 cuando recién se iniciaba la carrera de Historia.

Consultado el por qué estudio historia, responde con mucha soltura; su principal característica como si estuviera exponiendo ante sus alumnos, “la verdad es que la historia siempre me gustó, en la escuela era requisito leer un libro mensual, a partir de allí surge mi interés por la historia, recuerdo que uno de los primeros libros que leí fue uno de David Livingston, un explorar y misionero en África, posteriormente, a Stanley, la persona que fue en busca de Livingston porque se había perdido, al que finalmente encontró. Todos estos relatos me impresionaron, además de las historias que nos contaban en la escuela sobre la conquista española y también  nos hablaban de la historia de Danlí, su fundación y fechas importantes”.

Por otra parte, en mi casa siempre había una biblioteca con buenos libros, mi padre, Carlos Ernesto Molina Castro, cuando viajaba a la capital compraba hasta 20 o más revistas Selecciones “Reader´s Diagets”, la sección de libros, para los lectores lógicamente era muy gustada, recuerde que para esos años aquí solo mirábamos canal 5, entonces la lectura se convirtió en uno de los mayores pasatiempos leyendo relatos entre otros, los viajes de Magallanes, la vuelta al mundo y otros de grandes conquistadores, todo esto hizo que me apasionara por la historia. Siempre que conversaba con personas mayores, hablábamos de historia, fue entonces que me entere que en la década de los 70, exactamente en 1977 se había abierto en la Universidad la carrera de Historia, así que mentalmente estaba preparado al conocer que en Honduras se podía estudiar historia, no por el hecho leerla y aprenderla sino ser profesional de la historia, recalca.

En compañía del Cardenal Rodríguez durante la inauguración de la Universidad Católica, sus hijos, Cristian Josué, Carlos Ernesto y David Eduardo y su esposa Juvencia Mejía.

¿Alguien le dijo que de la historia no se podía vivir? “Decirlo tan directo no, pero me preguntaban de que se podía trabajar siendo historiador. Después un amigo me dijo que todos los egresados tenían trabajo inmediato, así que cuando llega la década de los 80 todos los egresados estaban trabajando, entonces no me asustó la idea de ser historiador, es más; la historia llegó a ser la única carrera que tiene a todos trabajando en la carrera de filosofía. Cualquiera diría que un filósofo se muere de hambre, pues no, en Honduras hay un déficit tremendo de profesionales de filosofía, especialmente en el área docente, la historia es una de las carreras donde todavía no es difícil encontrar trabajo, apunta.

¿Cómo vincular la historia con la Sociología? “Las dos son ciencias sociales, la historia, es el centro, de allí las demás ciencias giran al derredor, porque tienen que hacer uso de la historia para poder desarrollarse. La Sociología, primero hay que verla cómo surge como ciencia, como se va desarrollando, los principales exponentes y los diferentes problemas que estudia y de allí como abordar al hombre desde el punto de vista histórico y sociológico”.

Todo conocimiento es histórico, prosigue, la medicina es conocimiento histórico, hay que estudiarla; los que practican una cirugía tienen que estudiar como la hicieron otros, un trasplante de corazón, hay que investigar como Cristian Bernad, lo hizo; en definitiva todo conocimiento es histórico. Ningún conocimiento surge de la nada.

Trofeo de la Secretaría de Cultura y Embajada de España al voluntariado cultural.

¿Un pueblo sin historia carece de identidad? “Desde luego, fíjese que las personas que no saben, quien fue su papá y su mamá, ni donde nacieron tienen grandes dificultades, hay un ejemplo en los Estados Unidos, durante la guerra de Vietnam, algunos grupos que no sabían quiénes eran sus padres y por falta de identidad se enrolaron como voluntarios para ir a la guerra. Él que no tiene identidad no sabe dónde estar y dónde ir. Nadie se ha interesado por escribir la historia de los pueblos, un ejemplo claro de Honduras son los grupos étnicos, la  única que se interesó por estudiar a los tolupanes y los pechs, fue la extranjera Ana Chatman, actualmente hay hondureños que están escribiendo”.

Su pasión por la historia nos llevaría emborronar muchas cuartillas, quizá para escribir un libro, pero los últimos párrafos son para conocer más a profundidad a la persona humana, no tanto como el historiador que ya conocemos, sino al docente y sus éxitos personales.

Carlos Ernesto Molina Barahona es el hombre adulto de la media edad, ya es lo que tenía que ser. Vive la edad de la responsabilidad plena sin nada que añorar del pasado, Vive su presente. El último galardón es haber recibido la Orden “Dionisio de Herrera”, como Maestro del año del departamento de El Paraíso.

Reconocimiento otorgado por la directiva del Festival.

Otros reconocimientos anteriores, placa especial de la Escuela Normal España y reconocimiento especial al designar el segundo Festival Folclórico con su nombre el año pasado. Ha prestado servicios docentes en las cuatro universidades existentes. Premios y galardones de los cuatro colegios magisteriales e instituciones públicas y privadas.

Nació en esta ciudad el 16 de noviembre de 1958 en el barrio Las Flores, sus padres Carlos Ernesto Molina Castro y Emma Yolanda Barahona. Dos hermanos Jorge Alberto (QDDG) y Marvin Leonel. Está casado con Juvencia Mejía, tres hijos, Carlos Ernesto, Daniel Eduardo y Cristian Josué. Ha realizado diversas publicaciones de contenido histórico en este rotativo.

Durante un homenaje tributado por la Casa de la Cultura a la Normal España.
En los eventos sociales y cívicos se destaca por su facilidad de expresión. En la gráfica en compañía de Loira Oseguera.
Elsy Yolani Hernández y Carlos Ernesto Molina durante el acto de reconocimiento otorgado por la Normal el 2016.