Democracia sin pueblo, el juicio final

Dos libros que ponen al descubierto la debilidad del actual sistema político y teorizan sobre cómo cambiarlo todo. En uno de ellos el podemita Íñigo Errejón y la politóloga belga Chantal Mouffe reconstruyen la lógica neoliberal

En menos de un mes han caído en mis manos, como si fueran a mi encuentro, dos textos que, aún viniendo de lejos, uno del 2015 y otro el 2010, alcanzan el presente y le confieren mayor luz al agotamiento de la democracia como factor de consenso social y a nuestra crisis institucional. Dos libros, Construir Pueblo, un diálogo entre Íñigo Errejón y Chantal Mouffe, y Democracia en suspenso, donde se recogen textos de distintos autores, entre los que destaca De La democracia a la violencia divina del filósofo Slavoj Zizek, nos ponen sobre la pista de la pérdida de energía de la democracia para seguir representando la voz del pueblo.

Cuando la divina republicana “Liberté, égalité, fraternité”, hija de la revolución francesa, parecía estar fuertemente esculpida en mármol en los frontispicios de todos los espíritus políticos como meta y logro de las sociedades occidentales, ahora se desvela como una divisa hueca, rota y traicionada. La crisis económica del 2007, que venimos arrastrando como una herida que no cicatriza, ha dejado al descubierto la debilidad de nuestro sistema político. La libertad de la que Europa ha hecho bandera, ahora se ha visto comprometida por el cierre de fronteras. La igualdad que había generado el más amplio consenso para dar sentido al desarrollo económico ha quedado  limitada por la crisis, la corrupción y una forma de gobierno más preocupada en mantener los privilegios de las élites que en perseguir el bien común. Y la fraternidad, el único valor que no podía ser construido solo por los estados y que pertenece a la esfera de la conciencia individual, es un ideal inalcanzable mientras que la sociedad en su conjunto no pueda volver a recuperar la idea de una democracia con pueblo.

El fin del neoliberalismo

Textos que plantean el retorno de la política para cambiarlo todo en un momento definido por sus autores como postideológico, pospolítico. Errejón plantea que nos hallamos ante una “latinoamericanización”, ante el fin del neoliberalismo como doctrina hegemónica y la articulación de nuevas políticas para salir de la crisis económica, política y moral. Se trata de motivar una lucha por la hegemonía política donde los conflictos ya no podrán resolverse sobre la dicotomía derecha/izquierda ya que esta se ha borrado. “Las grandes revoluciones se hacen donde los manuales las habían declarado imposibles”, nos dice Errejón, y Chantal Mouffe culmina su visión al advertir que “los que son capaces de hacer que la mayoría se identifique con su concepción del bien común logran la hegemonía”.

Un diálogo para deconstruir la lógica neoliberal, sus efectos y sus máscaras de ocultamiento. Y muestra que el combate ha de ceñirse más a una estrategia política para crear líneas de rupturas con el pasado político que en movilizar a la gente para alcanzar sus objetivos. Es la mirada del estratega en el campo de batalla. Es la estrategia elaborada desde el laboratorio de ideas, fabricando los nuevos cócteles molotov hechos de ingenio que deben impactar en el paraíso de las democracias adormecidas. Se trata de lograr el poder para cambiarlo todo o casi todo y no de destruirlo en pos de un radicalismo romántico.

Furia social

La fuerza que desprenden ambos textos la encontramos en los análisis de Íñigo Errejón, Chantal Mouffe y Slavoi Zizek diagnosticando, desde la tesis de Peter Sloterdijk, que el planteamiento de la nueva izquierda está en reapropiarse de la idea del “juicio final”. Como dice Zizek, “esto es, una noción de que existe un momento futuro en que todas las deudas acumuladas quedarán bien saldadas y de que nuestro descoyuntado mundo se verá enderezado”. Como consecuencia, los nuevos partidos de izquierda serían los depositarios de la furia social, una especie de “bancos de rabia” “que se dedicarían  a reunir los activos de rabia contenida de la gente prometiéndoles, no solo el desquite a gran escala, sino el establecimiento de la justicia en el mundo”. Una idea que Errejón aporta con otra imagen: “Si se dan estas condiciones, hay un contexto favorable a una construcción de identidad popular que federe dolores y frustraciones en una polarización simbólica y constituya una voluntad popular en torno a referentes, hitos, nombres y símbolos nuevos…, que actúen como catalizadores”.

Errejón observa que una mala reconducción de la rabia y la frustración y es lo que puede determinar la implosión de la sociedad y, en cambio, la buena reconducción  lleva al triunfo de las nuevas fuerzas políticas de izquierdas: “Lo peligroso no es la disputa, es que los dolores no encuentren voz pública”. Zizek pondrá aún más luz al observar que “el problema estriba en que nunca amasa el suficiente capital de rabia transformadora y de ahí que resulte necesario tomar prestadas otras iras, o asociarse con ellas, nacionales o culturales”.

Dos textos que, para aquellos que creemos en la democracia como factor estabilizador de las pasiones e ilusiones colectivas, debemos tener muy presentes, ya que las formaciones políticas que se apropian de la rabia y el dolor nunca conducen a nada bueno.

Fuente: Cultural, octubre 27 del 2016
Félix Riera

Los libros
Chantal Mouffe, Iñigo Errejón Construir pueblo.
Hegemonía y radicalización de la democracia.
CARIA EDITORIAL, 144 páginas, 13 euros

Varios autores
Democracia en suspenso
Casus Belli, 156 páginas, 16 euros