¿CÓMO ZURCIR LOS PEDAZOS?

ESA es la vaina de atizar pasiones nacionalistas. Una vez encendidas, ni idea tienen quienes las agitan hasta donde ello pueda llegar ni como bajar la temperatura de la ardiente hoguera. Parecido a lo que sucedió aquí –por complacer un capricho– con la endemoniada cuarta urna y la pretensión de una constituyente. Que para quitar un estorbo pretendía destroncar el árbol completo. Dar al traste con el Estado de Derecho. Todavía se padecen las réplicas de la arremolinada crisis que aquello desencadenó. La división y el odio provocado en la familia hondureña. Ya no el tradicional antagonismo y los naturales comportamientos derivados de la dialéctica democrática. Sino el fóbico rencor que el enconado pleito consigue profundizar entre los grupos opuestos. El daño al país y a la credibilidad de sus instituciones. El contaminado ambiente de la duda y la sospecha. Por más que haya remiendo de lo deshilachado, quedan secuelas. Y tensiones que los irresponsables alborotaron imposibles de apaciguar.

Ahora al lío español. “La Fiscalía de la Audiencia Nacional solicitó la emisión de una orden de captura europea contra el presidente catalán destituido y cuatro de sus consejeros (ministros) al no comparecer a declarar en Madrid como sospechosos de rebelión y sedición”. El exjefe de la Generalitat –despedido por Rajoy en aplicación del artículo 155 constitucional– propuso declarar por videoconferencia negándose regresar a España; propone que lo interroguen en Bélgica. Los entendidos apuntan que la salida del líder de la secesión catalana para refugiarse en Bruselas se ubica en dos posibilidades. Bien solicitar asilo en cualquier momento, pretextando persecución política “por sus ideas”, o dilatar hasta donde el tiempo lo permita, un proceso judicial largo, enmarañado y espinoso. “España cree que no hay caso: la figura del asilo diplomático o territorial es inaplicable, más aún entre Estados de la UE, concluye un informe del Ejecutivo español”. “Si se le concediera el asilo se produciría una controversia importante entre los dos estados [Bélgica y España], ya que sería tanto como poner en tela de juicio la consideración de España como Estado seguro y despreciar el esencial principio de confianza mutua entre los estados miembros de la Unión”. Así las cosas, posiblemente la pretensión del jefe secesionista sea que lo capturen y lo metan preso. Y sacar el mejor provecho de todo el culebrón. Como bien anticipamos en artículo anterior quizás todo este alboroto obedezca a un afán de trascender más allá de la teatral representación de la actualidad.

Más que cualquier otra cosa –apuntamos– esa terca persistencia de enfrentar el orden establecido se insinúa como una calculada y ansiosa búsqueda de la victimización. Una manera de entrar en los textos de escuela de la comunidad española para convertirse en referencia citada por las generaciones venideras, hasta saecula saeculorum. Por ahora, la aplicación del 155 dirigido a desmantelar el desafío independentista puesto en marcha por los secesionistas, destartala las estructuras de autoridad autónoma en Cataluña, y prosigue con el proceso de celebrar elecciones autonómicas anticipadas. Sin embargo, la fatalidad –lo que todo esta maraña separatista ha generado– es el fraccionamiento y el choque de exacerbadas multitudes en las calles. Todo parece indicar que el sentimiento catalán está partido por la mitad entre los que pujan por la independencia y aquellos que quieren una España integrada. ¿Y ahora cómo zurcir esos pedazos?