Así fue la fatal persecución de dos vecinos que terminó en la muerte del tirador de Texas

Luego de asesinar a 26 personas y herir a otras 20 en una iglesia bautista, Devin Kelley se enfrentó a un civil armado antes de darse a la fuga. Entonces este hombre se unió a otro parroquiano para perseguirlo a 150 kilómetros por hora por un camino rural, hasta que la camioneta del atacante terminó estrellada en una zanja

Devin Kelley estaba saliendo el domingo de la Primera Iglesia Bautista de Sutherland Springs, en Texas, luego de haber masacrado a 26 personas y herido a decenas, cuando un vecino armado con un rifle respondió al fuego y dio inicio a un tiroteo en el estacionamiento.

Otro parroquiano que circulaba en su auto por el lugar, Johnnie Langendorff, se topó accidentalmente con la escena y lo que siguió fue una dramática persecución en la que dos civiles se adelantaron a las fuerzas de seguridad en dar respuesta a la situación crítica.

Langendorff, un texano con sombrero de vaquero, barba y tatuajes en el cuerpo, acababa de desayunar y estaba manejando su camioneta hasta la casa de su novia, según pudo reconstruir el Washington Post.

Cuando circuló junto a la iglesia notó algo extraño. Una camioneta Ford Explorer color perla estaba en el estacionamiento con el motor andando, pero sin ocupante. La puerta del conductor estaba abierta.

Entonces pudo ver a un hombre vestido completamente de negro y armado con una pistola que intentaba llegar al vehículo mientras devolvía el fuego de su perseguidor, un vecino armado con un fusil.

«Nunca tuve la chance de verlo. Solo podía ver el fuego y el tiroteo», contó Langendorff a los periodistas después.

Kelley finalmente alcanzó su camioneta y comenzó a andar. El vecino del fusil, cuya identidad aún no se conoce, se aproximó a Langendorff y le explicó lo que había pasado, la escena de pesadilla dentro de la iglesia.

Ellos no se conocían. «Me dijo que tenía perseguirlo. Así que eso hicimos», explicó Langendorff, antes de invitar al vecino a subirse a su camioneta y comenzar la persecución cruzando la autopista 87 y avanzando por la carretera rural 539.

En ese momento las víctimas llegaban a 26, entre hombres, mujeres y niños, con una veintena más de heridos entre los miembros de la congregación. Aún no se conoce la causa del brutal ataque de Kelley.

Pero se sabe que el tirador era un amante de las armas, un ex militar dado de baja por su maltrato a su esposa e hijos y un miembro de la congregación bautista, donde había sido maestro de estudios bíblicos.

«Era una cuestión de ver y hacer. Actuar ahora, preguntar después», ofreció Langendorff a manera de explicación para su decisión de darse a la cacería del asesino junto con su reciente compañero, aún sin nombre.

Según su propio testimonio ante las fuerzas de seguridad, el joven texano alcanzó una velocidad de 150 kilómetros por hora en medio del tráfico tratando de no perder a la camioneta del asesino, mientras llamaba por teléfono a la policía y relataba dónde estaba, hacia dónde iba y qué había ocurrido.

Y entonces todo cambió: el vehículo de Kelley sencillamente se salió de la ruta y se estrelló en una zanja. Estaban a casi 18 kilómetros de la iglesia y frenaron a unos 20 metros de la camioneta.

«El caballero que estaba conmigo salió, apoyó su fusil sobre el motor y apuntó al tirador, diciéndole que saliera. No había movimiento de ningún tipo. Solo sé que sus luces de freno se prendían y apagaban, así que quizás estaba inconsciente por el choque o algo así», relató.

La policía llegó al lugar «5 o 7 minutos» después y comprobó que Kelley estaba muerto. En un principio no se había podido determinar si se suicidó o si murió por heridas durante el tiroteo con el vecino. Pero el sheriff Joe Tackitt adelantó a la cadena CBS que el asesino se disparó a sí mismo.

«Acababa de lastimar a tanta gente, de afectar las vidas de tantas personas, ¿por qué alguien no hubiera querido detenerlo?», explicó Langendorff, con sencillez, su reacción.