“Argumentum ad Odium”

Por Segisfredo Infante

Es fácil odiar y rechazar a los demás. Es fácil confrontar a ciegas. Lo difícil es amar, conciliar, tolerar y perdonar al prójimo, lo cual es moral e históricamente probable, a pesar de las diferencias normales entre los unos y los otros. Y a pesar de aquellas diferencias singulares que se salen de todos los carriles de la racionalidad y del sentido común. Hago estas alusiones más o menos sentenciosas, recurriendo un poco al tema de las falacias latinas registradas en la lógica formal, la cual deriva de la “lógica aristotélica” griega, porque he venido observando el crecimiento de un odio descomunal entre los seres humanos en las últimas décadas, en distintas partes del planeta, por motivos y razones que los estudiosos debiéramos ahondar, con pasión y frialdad al mismo tiempo, desde diversas disciplinas del conocimiento. Ese odio descomunal, aparentemente incomprensible, también lo hemos observado y padecido aquí en Honduras, sobre todo a partir del momento en que vino un comandante venezolano (durante el año 2008) con un encendido discurso de baja estofa, a incendiar las praderas del espíritu nacional, y a meter enemistad, sin ningún sentido, entre los hermanos, parientes, amigos, colegas y conocidos hondureños, que antes bien podían conversar y tomarse un cafecito cordialmente en la misma mesa, con el objeto de abordar temas contradictorios, sin recurrir a las palabrotas y a los insultos personales y grupales que hoy por hoy se han puesto de moda.

No ignoramos que la principal ideología bien estructurada del odio, fue fraguada desde mediados del siglo diecinueve, y que en el siglo veinte aparecieron nuevas ideologías recargadas de odio y de racismo que desencadenaron guerras atroces. Pero los autores de todas ellas trataron de encontrar algún “fundamento” ideológico. Por ejemplo el marxismo-leninismo ortodoxo se encargó de establecer y exagerar “el odio de la lucha de clases”, para justificar las acciones extremas en contra de sus adversarios reales e imaginarios. Sin embargo, la teoría de la lucha de clases se fue empalideciendo frente al desarrollo del capitalismo y del bienestar innegable de las masas trabajadoras de los países desarrollados, y sobre todo frente al surgimiento de nuevos fenómenos como el nazi-fascismo hitleriano, cuyas explicaciones habría que buscarlas más allá de cualquier formulación teorética clasista normal. Digamos, en este punto especial, que el antisemitismo totalitario, que a veces utiliza mascaradas “democráticas”, es un fenómeno que ha crecido en los siglos veinte y veintiuno, saliéndose de todos los cauces previstos en las ideologías del siglo diecinueve. Los antisemitas modernos o contemporáneos son tan astutos y sutiles que a veces niegan una historia de alrededor de dos mil años provocada por romanos poderosos como el emperador Adriano, y niegan el fatal acontecimiento del “Holocausto” durante la Segunda Guerra Mundial, ya que recurren a la falacia conocida como “Argumentum ad Ignorantiam”, es decir, argumento desde la ignorancia.

Pero a lo que en verdad deseo referirme es al odio descomunal que se observa en los momentos históricos actuales, que carece de toda fundamentación ideológica estricta, y que obedece a las sinrazones que la razón, por ahora, está imposibilitada de entender. Es un odio parecido a la maldad sin sentido. La maldad porque sí. Sin por qué ni para qué; excepto que los que la manipulan andan en la búsqueda ansiosa del poder por el poder personal mismo; o de pequeños grupos. Tales individuos quisieran destrozar el sistema económico-social para sentirse a sus anchas en la estrategia del odio. Desde luego que detrás de las gesticulaciones y palabrotas derivadas del odio descomunal, deben existir unos intereses económicos, políticos y religiosos subterráneos, cuyos supuestos estrategas han olvidado que en el caso de Honduras todos somos hermanos mestizos, con una religión común: el cristianismo, que prevalece amén de las pequeñas y necesarias diferencias respetables de varios ciudadanos minoritarios.
El “Argumentum ad Odium” (o argumento desde el odio) es un recurso verbal que utilizan aquellos que desean sacar provecho de los resentimientos de la población, o de algunos grupos, para llevar agua a sus molinos particulares violentos. Se recurre a esta vieja falacia en las campañas políticas polarizadas o en las guerras psicológicas devastadoras. No hay escrúpulos morales ni éticos al momento de lanzar ataques desde una supuesta ideología del odio. Lo único que se desea es destruir al contrincante, aun cuando en el acto se hagan autodaño los mismos “odiadores” partidarios de la “guerra total”. No comprenden, aquellos que odian, que al final de la tarde subsistirán los abanderados de la razón, la misericordia, la tolerancia y del amor supremo hacia el prójimo o la especie humana. Los amorosos subsistirán a pesar de las ofensas sistemáticas, las persecuciones, las calumnias, los asesinatos, las distorsiones históricas y las tremendas irracionalidades. Esto lo supieron personajes trascendentes como Sócrates, Gamaliel, Jesucristo y Mahatma Gandhi. Y este es el momento desarmónico para que los hondureños comencemos a soñar con la armonía.