LA IMAGEN QUE DA LA VOTACIÓN

AL momento de escribir estas líneas, cuando los ciudadanos aún acuden a las urnas, no tenemos resultados de la práctica comicial. Sin embargo, palpando el ambiente, bastante festivo, las largas colas en las mesas de votación en todos los rincones de la geografía nacional, es alentador cerciorarse de la vocación sufragista del pueblo hondureño. Su determinación de apostarle al sistema democrático, sobre cualquier otro interés subalterno o tentación. Cierto que la democracia no es perfecta. Comenzando que el ejercicio electoral solo es parte del esquema. Elegir en libertad un gobierno es consustancial del proceso, pero no es la respuesta a todo. Lo que toca es hacer que el sistema funcione. Que atienda las necesidades nacionales y dé respuesta a las expectativas. Son enormes los problemas y limitados los recursos con que se cuentan.

Para activar el aparato productivo, crear fuentes de trabajo y generar oportunidades. Hacer la inversión social que se requiere y reducir los niveles de pobreza extrema. Fortalecer los operadores de justicia en la lucha contra la impunidad. Luchar incesantemente contra la corrupción y en pos de los valores. Enfrentar los problemas de exclusión, de marginación, de vulnerabilidad. Atender los retos de la salud, de la educación, de la indigencia. Lidiar con las amenazas terribles de la criminalidad y la violencia instigada por las redes delincuenciales. Generar confianza interna e internacional y las condiciones propicias para atraer inversión. Los recursos nunca alcanzan para atender las infinitas carencias. Las urgencias son más que la capacidad de las instituciones del Estado de responder totalmente a ellas. Por ello Honduras, que en su adolorida espalda carga con el agobiante peso del atraso inveterado al que se suma el fardo de los problemas más recientes, ocupa de dosis fuertes de esperanza. Eso es lo que se busca en cada proceso electoral. Que la campaña sirva como espacio para que los grupos en contienda puedan debatir estos temas. Que los partidos, los aspirantes a cargos de elección popular, sus dirigentes, expongan a la ciudadanía su oferta electoral. Que lo propositivo y el planteamiento positivo desplace lo meramente insulso. Que la crítica lleve consigo la lista de los remedios. De modo que los electores sepan que si bien existe un cúmulo de asuntos pendientes no atendidos, hay perspectiva que en el otro período electoral se enfoquen apropiadamente y se avance en arreglarlos.

Así que las elecciones dan la medida del anhelo popular de seguir mejorando. Son expresión de la resistencia colectiva a la derrota. A desechar esa falacia inducida por pesimistas que se vive en un país desahuciado que no tiene remedio. Ninguna persona sensata quiere la crisis ni apuesta al caos. Aspira a convivir en armonía con sus semejantes. De ser posible trabajar juntos en torno a objetivos comunes. La división y el enfrentamiento cerril a ningún lado conducen. Por eso la gente vota. Es una afirmación en bloque para que los políticos entiendan. Son lecciones de los de abajo para que entiendan los de arriba. Concurren a las urnas por su ferviente deseo de vivir en paz. Es grandioso que así ocurra. El país, tan lastimado por escándalos y recurrentes malas noticias que trascienden al exterior, con un acto como este, tan elocuente del fervor cívico y patriótico de su gente, traslada al mundo una imagen distinta. Hay que apelar a la madurez de la clase política para que no la empañe.