El voto de castigo

El 26 de noviembre la ciudadanía fue a las urnas y dejó constancia mediante su voto de lo que rechaza. Se trató de un voto de castigo más que otra cosa. Fue un voto anti-JOH que ya se refleja pese a que no contemos todavía con datos finales sobre el proceso electoral, empañado este por una serie de irregularidades. Sin embargo, la dirigencia del Partido Nacional se niega a aceptar ese rechazo general que se dibuja en los resultados. En efecto, tienen el pleno derecho de esconderse detrás de cualquier argumento. Pero no tienen derecho a hacerlo burlándose de la voluntad popular.

El Partido Nacional sabía de ese sentimiento Anti-JOH que fue creciendo en el país durante varios años, pese a los incalculables recursos con que contó para maniobrar. Recordemos que fue un largo tiempo de gestación. A los cuatro años de JOH precedieron los cuatro años de Porfirio Lobo, quien gobernó acompañado del mismo JOH. Fueron en total ocho años donde los colmillos de la corrupción se afilaron y se enterraron en el presupuesto del Estado. Es el tiempo donde el narcotráfico ascendió amenazante; donde determinados sectores de los negocios y de la política bailaban la canción que le ponían los narcos. Pero también fue el tiempo en que ya no se pudo disimular, destapándose diferentes hechos de triste recordatorio para el pueblo hondureño: compras de medicinas adulteradas para los hospitales públicos, contratos fantasmas con el IHSS, cheques para la campaña del Partido Nacional con fondos de las empresas que asaltaron a este instituto; destitución de los magistrados no afines; el control de la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía, para mencionar solamente algunos hechos relevantes.

Con todos los recursos que amasó y controló el Partido Nacional, identificó esas percepciones y expectativas del ciudadano. La campaña nacionalista respondió a ese ambiente que amenazaba. Se encargó de hacer creer a la gente que la victoria en las elecciones estaba segura y que eso ocurriría por las buenas o por las malas. Así de simple, pero maquiavélica fue su estrategia que se propagó lentamente desde los estrategas del partido hasta muchos ciudadanos que decepcionados afirmaban que, de todas maneras, ocurriera lo que ocurriera, JOH iba a ganar. Pero el sentimiento anti-JOH se mantuvo y se expresó claramente aún con los resultados preliminares y dudosos que al día de hoy tenemos.

Creo que ese sentimiento anti-JOH se va acrecentar en la medida en que la obstinación prevalezca en las mentes de los dirigentes del Partido Nacional y esta domine sobre cualquier otro buen sentimiento. Y es que hoy en día el Partido Nacional se define por su tenaz persecución de su tema fundamental: la reelección a cualquier precio. Ser anti-JOH es para muchos ciudadanos de Honduras sinónimo del hartazgo con la corrupción, el narcotráfico y la ambición política desmedida.

Este sentimiento puede convertirse además en el elemento unificador para emprender varias luchas en el país ya sea desde el poder o desde la oposición. Ese sentimiento debería unificar a las fuerzas democráticas en la lucha por el fortalecimiento de las instituciones públicas, especialmente el Poder Judicial y la Fiscalía; atraer a los partidos políticos en retomar la agenda de las reformas político-electorales y a una política frontal contra la corrupción en la vida del país.

Rafael Delgado Elvir
[email protected]
San Pedro Sula