A Manuel Gamero Durón, in memoriam

Manuel Ernesto Bernales Alvarado
El destino inevitable, siempre es doloroso, más aún cuando se van viejos amigos que vivieron sus convicciones, sin cerrarse a los cambios muchas veces a contramano de sus ideas y creencias, como mi amigo Manuel.
Hace poco solo hablamos por teléfono haciendo votos para disfrutar nuevamente de un “chifa”, un buen restaurante chino cercano a casa en colonia Palmira, que nutría una plática cívica, no solo citadina, siempre animada, crítica, reflexiva, lacerante porque era objetiva y sin concesiones.
Conocí a Manuel poco de llegar a Honduras. Antes ya le había leído. El general Álvaro Romero Salgado me dio una estupenda semblanza, que se vio superada cuando dio una conferencia en el Colegio de Defensa Nacional del que yo era docente y asesor, sesuda exposición sobre la prensa, que fue publicada cuando el coronel José Luis Núñez Bennett era director.
No obstante nuestras discusiones jamás dejó de albergar mis artículos en el Diario Tiempo ni de animarme a conversar con sus colegas periodistas de la radio o de la televisión. Compartimos el esfuerzo de tratar de ver, juzgar y actuar hurgando en fuentes diversas y no en una sola cantera. Él tenía, no obstante, sus compromisos partidarios y vínculos personales que a la postre le trajeron mucho más que sinsabores. Toda persona, más si es de acción o del mundo periodístico, asume sus riesgos.
Como recordaba hace muy poco Pedro Joaquín Chamorro Barrios, citando a su padre el Mártir nicaragüense, “cada uno es dueño de su miedo”. Y Manuel se esforzó en encarar los desafíos y contracorrientes en las que estaba inmerso.
Sin diario en que expresar su pensamiento, pienso que las pláticas que tuvimos desde ese momento, fueron más autocríticas y lúcidas, no de ingenuo optimismo ni de fácil diatriba, que aquellas mientras, fue Director de Diario Tiempo.
En 1996 intentamos una alianza con la Unesco-San José, mi oficina regional de pertenencia aunque era descentralizado en Honduras.
La Oficina de México, con mejor contraparte estatal y respaldo priorizado por la sede de París, no acompañó esas iniciativas, aunque respaldaron otras que mi tocayo y yo, y también Amílcar Santamaría, empujamos en materia de libertad de prensa, con temas que tenían apariencia de utopía y en parte lo eran.
Se trataba de repensar nuestra América, desde sus honduras e itinerarios traumáticos a la vez que esperanzados y alegres, para que la globalización fracturada y desigual no nos aplaste y deje como meros paisajes, sino que seamos Estados que luchan por gobernarse en la globalización, escenario muy cambiante, policéntrico, de regionalismos precarios, nacionalismos fatuos, a la vez que potentísimos aportes de la ciencia, la tecnología y el humanismo, con milenarias savias religiosas y no religiosas.
Manuel, como otros amigos -y algunas personas que se autoubicarían en la contraria, muy a mi pesar, porque no confundó odio con rechazo, ni crítica con mezquindad, me enseñó a conocer y amar a Honduras. Puedo decir lo mismo de otros ya fallecidos de otras canteras políticas, como el profesor Luis Alberto Baires. Mas es prudente no incomodar a los vivos por citarles u olvidarles.
Esto debo reiterar en un momento en que hondos y profundos desencuentros que creo comprender con realismo, no con fáciles concesiones a los bloques en pugna, se están desarrollando con tal velocidad y fiereza, que solo serán superados más allá del mediano plazo, si es que se construye un camino, una verada, no una línea excluyente o dogmática, con diversos actores y unidad de liderazgo basado en el buen ejemplo, que es la única pedagogía política no solo la mejor que el ser humano ha inventado.
Mientras la prensa y la lucha política, cuasi guerra desde las llanuras y bajíos de la sociedad y desde las alturas de la escena oficial del Estado, se guie por esquemas de mutua exclusión y dogmatismo, pisoteando valores de humanismo y democracia, de libertad y justicia social, me decía Manuel, será casi imposible reconocer que hoy a la vez que hay una decadencia de las ideologías, hay también coincidencias positivas, no solo exclusiones. Añadía que un liberalismo contemporáneo no puede ser sino social y que un socialismo democrático, también postula un Estado fuerte y eficiente, no grande, un mercado plural, no monopólico, y sobre todo la vigencia del derecho sobre la mentira, la corrupción y la impunidad.
Revaloré esas reflexiones sin las cuales no habría habido acuerdos de paz en América Central, acercamientos entre los Estados Unidos de América y Cuba y entre las FARC, hace un lustro no más eran terroristas que luego pactaron con el Estado al cual combatieron.
“Tiro fijo” y otros heredan de la revolución liberal por el asesinato de Jorge Éliecer Gaitán en 1948, la movilización que convierten en guerrilla y que vuelve a ser reconocida como beligerante cuando le quitan la calificación de terrorista. Hasta El Vaticano de Francisco participó en estos procesos.
Un tema no tenía respuesta satisfactoria en nuestra plática: el largo período hondureño de ser plataforma estratégica de la política y estrategia estadounidense, con una acción sicosocial muy amplia y profunda, difícilmente dará paso a condiciones de gobernabilidad, efectividad, ni de gobernanza en democracia pluralista a corto plazo.
Esa influencia permanente, profunda y constante devenida mito salvador, contagio del sueño estadounidense, existe desde la proclama de América para los americanos, se comprueba desde los aprestos militares ante la amenaza del nazismo, no solo ante la insurgencia del sandinismo o de revoluciones en El Salvador y Guatemala, pues ya existía la cubana que se exportaba con gran atractivo para no pocos creyentes en la vía armada al socialismo.
Nos preguntábamos: sus élites ilustradas, varones y cada vez más las mujeres, serán conductores reconocidos, siempre que estén a la altura de un proyecto de Estado, por varias generaciones, con soberanía y otros atributos esenciales. Pensábamos que “El Manifiesto de David” debía ser reasumido como fundamento para una superación del conflicto social. Manuel, amigo, descansa en paz.