Hasta luego ilustre maestra

Por Mario Hernán Ramírez
La distinguida profesora Clementina Alvarado, con su fallecimiento deja un enorme vacío, no solo en el ámbito familiar sino dentro del magisterio nacional y de la sociedad entera, porque fue una dama que consagró su vida al servicio de los demás. Una esposa amantísima y una madre como pocas.
Doña “Clemen” como cariñosamente se le conocía, fue la esposa del también desaparecido profesor, abogado y escritor Horacio Elvir Rojas y madre de nuestros particulares amigos, Adán Elvir Flores, Suyapa Regina, Luz Mariana y Maricela, quienes hoy lloran sin consuelo la partida sin retorno de esta mujer excelsa que sobresalió dentro de las de su gremio profesional, como una educadora en el más alto sentido del vocablo; naturalmente tenía que ser así, porque era egresada de la siempre bien recordada Escuela Normal de Señoritas, desaparecida en mala hora hace alrededor de cuarenta años.
Doña Clementina Alvarado tenía sus raíces en el municipio de Esquías, departamento de Comayagua, lugar que también fue la cuna que meció a doña María Alvarado de Raudales, viuda del recordado mentor don Amílcar Raudales Pinel, de grata recordación dentro de ese influyente gremio; y también de la inolvidable doña Margarita Alvarado de Valladares, quien fuera la esposa del connotado periodista Alejandro Valladares Bernard, quien a su vez era hijo del príncipe del periodismo hondureño, el doctor Paulino Valladares.
En fin, el linaje de esta honorable señora que se nos ha adelantado, pertenece a otras grandes familias diseminadas a lo largo y ancho del país, pero que también van dejando huella a su paso por la vida, para solo mencionar a los Medina Raudales Alvarado.
Tuvimos el honor y la satisfacción enorme de contarnos entre el inmenso círculo de sus amistades que la admiramos, respetamos y recordamos con gratitud por la enorme fuerza y espíritu de solidaridad que siempre la caracterizó, pues fue una mujer entregada de lleno al servicio de los demás.
Sus hijos, todos profesionales, se encuentran acongojados y muy tristes ante el desaparecimiento físico de su adorada progenitora, con la satisfacción, eso sí, de haber sido hijos de una mujer que alcanzó los niveles de la gloria por los relevantes hechos que a su paso por la vida dejó, como testimonio de su recia personalidad intelectual, social y cultural.
Nuestra residencia en cierta oportunidad del año 2015 se vio engalanada con la presencia de esta gran señora, quien llegó acompañada de la no menos intelectual, licenciada en periodismo María Teresa de Elvir Flores, esposa del director de este diario. En esa oportunidad, con doña Clemen y María Teresa, charlamos largamente sobre diversos temas que afligen a la nación hondureña, sobre todo en el campo político, que ella, por la influencia de su esposo, un auténtico líder del Partido Liberal, supo manejar con maestría y desapasionado orgullo de ser hondureña.
Hoy nos toca despedir sumamente apesarados, a la mentora que por años consagró su apostolado al servicio de la niñez, de la siempre bien recordada escuela Lempira de Comayagüela, en donde al igual que Juana Luisa Fálope, Laura Alvarado, Georgina Moncada, Ana Josefa  Reyes y otras distinguidas docentes que le antecedieron en el ejercicio de esta noble profesión, dejaron huella en esa escuela, de la cual egresaron sobresalientes figuras que honraron y continúan honrando a la patria que los vio nacer.
Lamentamos de verdad el fallecimiento de doña Clemen y nos unimos al profundo dolor que sin duda embarga a sus seres queridos, particularmente a sus hijos  y demás familia cercana, con quienes compartimos el dolor que les aflige.
Confiamos en que el Dios Todopoderoso la haya recibido en su seno y que las siemprevivas del recuerdo persistan hasta la eternidad, porque mujeres como doña Clementina Alvarado de Elvir Rojas merecen un sitio especial en el corazón y la mente de quienes tuvieron el altísimo honor de ser sus discípulos y orgullosos familiares. Descanse en paz querida Clemen, que la tierra le sea leve y por nuestra parte en lo que nos resta de vida, siempre la recordaremos, como queda dicho líneas arriba, con cariño, admiración, gratitud y respeto. Descanse en paz.