Doña “Munda”: en mi corazón siento gratitud a Dios por permitirme vivir un buen número de años

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela.
Email: luisgoyuela15gmail.com

DANLÍ, El Paraíso. La vida es un regalo envuelto en la gracia y la misericordia de Dios. El Salmo, 90:10, simbólica o literalmente establece un límite a los años que nos corresponde vivir: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan y volamos”. El tiempo vuela, repetimos con insistencia cuando los días, los meses y los años transcurren con tanta rapidez sin darnos la oportunidad de reflexionar para afrontar la realidad de esta vida pasajera.
Son muy afortunados los que nacieron y tuvieron la oportunidad de disfrutar las principales etapas de la vida, la niñez, la juventud, edad adulta a la que ahora le dicen tercera edad, y la ancianidad. El niño grita al nacer, es interesante y significativo ese grito, suena dulce al oído y trae alegría al corazón, pues es signo de vida. Un  nuevo ser humana ha hecho entrada en el escenario de este mundo.
La juventud, como lo expresó el poeta nicaragüense Rubén Darío, “juventud divino tesoro”. Es la etapa de la vida de los sueños, las ilusiones; cuando los jóvenes hilvanan planes y creen tener el mundo en sus manos, sin embargo, el poeta la considera transitoria cuando agrega: “te vas para no volver”. Los años pasan y pronto llegamos a la edad adulta, es el tiempo de la media entre la juventud y la ancianidad. La edad adulta es la madurez del hombre, es cuando se alcanza el máximo grado de todo. Las dos épocas anteriores son de formación. El libro de Eclesiastés 12:1, aplica  una bonita reflexión a los jóvenes: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: no tengo en ellos contentamiento”.

De vez en cuando se acerca al fogón buscando café en el porrón.

El hombre adulto ya es lo que va a ser. Es la edad de la responsabilidad plena. La meta de la vida es llegar a ser adulto.  Por lo tanto, la niñez se depositó en el cofre de los recuerdos, la juventud es flor que empieza, ahora el adulto enfrenta los problemas grandes y serios de la vida. Es el tiempo que si no hizo antes las reflexiones, debe apurarse a establecer las buenas relaciones con sus semejantes y con Dios.
La cuarta y última edad que  no tiene reversa es la ancianidad, el último periodo de la vida. Es cuando las ramas del árbol se doblegan o cuando el sol empieza a hundirse en el ocaso, para cubrir de sombras la tierra. Es la edad que sobrepasó los 70 establecidos en la Biblia, para algunos molestia, para otros una bendición llegar y superar el centenario.
Imagen del álbum familiar, a la edad de 80 años.

Es aquí donde encontramos a doña Raymunda de Jesús Casco Alvarado, quien el próximo 20 de marzo cumplirá 103 años de existencia, disfrutando de una ancianidad plena de íntima satisfacción, ahora viviendo de recuerdos y cantando alabanzas a Dios por el maravilloso don de la vida.
Doña “Munda”, como la llaman sus amistades, vive en la aldea El Obraje, de esta cabecera municipal. Nació en la comunidad de Linaca, el 20 de marzo de 1915, así lo indica la cédula de identidad con registro de inscripción legítimo en los libros municipales de la época, “con mucho orgullo tengo una partida de nacimiento original”, expresa con una leve sonrisa.
Al consultarle como fue su niñez y juventud, afirma que por aquellos tiempos, la vida era totalmente diferente, los padres nos educaban con valores y principios, solo estuvo dos años en la escuela porque el gobierno de Carías cerró las escuelas rurales y se quedó sin estudios como sucedió con muchos niños y jóvenes, “vengo de una familia pobre, pero muy honrada, recuerdo con mucho cariño a mi maestra Rafaela, pero como le digo, no hubo oportunidad de estudiar por culpa de Carías, recalca, como entonces poder olvidar los años aciagos de la dictadura que me tocó vivir a partir de los 17 años, fueron tiempos malos aquellos”, confiesa.

De acuerdo a la Ley la Niñez termina a los 17 años, cuénteme doña “Munda”; ¿Cómo fue su juventud, muchos novios?-“Incontables, me salían de uno y otro lado, pero todos controlados, mi familia me cuidaba mucho, sin muchas libertades, hasta que apareció Inés Torres Yanes, este no se anduvo con muchos cuentos y me llevó robada, para El Pescadero, una aldea cercana a Linaca”, (en las comunidades rurales por aquellos años era común que los enamorados se robaran a la novia y si los padres exigían, los obligaban a casarse después que el ladrón, pasaba seis días en la cárcel), fue mi único novio los demás hicieron la lucha, pero no pudieron, además yo quise ser de un solo hombre y lo cumplí, afirma.
Son muchos los recuerdos que atesora doña “Munda”, son 103 años que no los vive cualquiera, pero que desde que tuvo uso de razón, acumuló los mejores momentos de su vida, por ejemplo, le gustaban las fiestas, era muy buena bailadora, la música de aquellos años era bonita, los corridos y los vals fueron sus preferidos, era música de cuerdas, guitarras, mandolinas, violines y la concertinas.

Sin muchas posibilidades económicas, recuerda haber sido trabajadora de doña Gabriela Alvarado, “me quería mucho, siempre tuvo confianza en mí, imposible olvidarla fue una persona muy especial que le gustaba ayudar a la gente, en una oportunidad me dijo que la casa donde vivía la donaría para un hospital, promesa que cumplió, por eso hoy existe el hospital “Gabriela Alvarado”.
Nunca se casó, pero con el único hombre de su vida procreo cinco hijos, dos mujeres y tres varones, Abelina del Carmen, Lidia Margarita, Carlos Enrique, Luis Alberto y Ramón Edgardo. Cuando contaba con 59 años, falleció Inés su compañero de hogar. Ahora el núcleo familiar lo conforman 49 nietos, 17 bisnietos y 39 tataranietos.
El secreto de su longevidad lo atribuye al buen vivir, a la gracia de Dios que ha sido misericordioso. Para ella aún en la ancianidad pueden brillar los fulgores de un mañana mejor, además de ser un canto de victoria porque confía en Cristo y para ella, la gloria de la vida eterna es segura.