¿Cómo te pega San Valentín?

Nací un 14 de febrero en tiempos en que San Valentín era algo pintoresco que se veía en las películas estadounidenses y nos sonaba tan ajeno como Halloween. El mundo se globaliza, las costumbres se importan y muchos por aquí hoy celebran este día “importado” con escapadas, regalos y encuentros en hoteles y restaurantes.
San Valentín suele provocar sentimientos fuertes: rechazo o adhesión, sin medias tintas. ¿Será acaso que esta fecha comercial nos hace pensar en el amor, en lo que nos falta o, eventualmente, en lo que tenemos y podemos llegar a perder? El amor nos confronta con nuestras mayores vulnerabilidades, temores y, a la vez, con nuestros deseos más puros.
Mucho de lo que consumimos en la literatura y en el cine muestra escenarios sentimentales del estilo Notting Hill aunque, convengamos, la vida real se asemeja más a Los puentes de Madison, con sus encrucijadas. Es que cuando nos decidimos a construir un vínculo con todas las letras hay matices, noches apasionadas y mañanas –y tardes, y noches- en que queremos tirar todo por la borda. Algo similar a lo que ocurre en todo vínculo que requiere de nuestro compromiso profundo.
La doctora Helen Fisher, antropóloga y bióloga estadounidense, experta del portal de citas Match.com, lleva más de tres décadas estudiando el amor romántico. Fisher sostiene que, en su mejor versión, puede ser una maravillosa adicción y, en su cara más oscura, llevar a la depresión o al suicidio. Los estudios de Fisher han incluido escaneos cerebrales que demostraron que, cuando una persona está enamorada, exhibe actividad en algunas cerebrales que son las mismas que se activan con la adicción a ciertas drogas. Pueden, inclusive, distorsionar la realidad y sufrir cambios en la personalidad. Dice Fisher: “Los enamorados y los adictos muestran conductas similares”.
¿Te sentiste espejada en alguna de estas caras del amor? ¿La del amor que potencia o el que nos conecta con el lado más oscuro? A medida que evolucionamos vamos transitando encuentros que nos constituyen. Nunca hemos de renegar de ellos, ni siquiera de los más difíciles. Cada persona que llega a nuestra vida trae una enseñanza en sus manos aunque no la podamos -o no la queramos ver- en el momento.
Aunque San Valentín te importe un bledo, te propongo que –si la pareja es un pendiente para vos– aproveches a responderte algunas preguntas con la honestidad que tu vida merece:
¿De verdad querés estar en pareja? Muchas veces andamos sin rumbo, manejadas por hilos invisibles de mandatos, deseos ajenos y grabaciones mentales que hemos ido acumulando en nuestra historia. La única persona que puede identificar tu deseo sos vos. Ni tu madre, ni tus amigas ni ese ex que quiere volver con vos a toda costa. Buscar a alguien que te complete es una utopía: nadie nos completa sino que nos complementamos. Si es tu decisión ser single, vivila desde la alegría. No des demasiadas explicaciones, tu única obligación es ser fiel a vos misma.
Si querés estar en pareja, ¿cómo la visualizás? Tomá lapiz y papel; anotá qué te gustaría encontrar en ese otro y qué estás dispuesta a brindarle. Esto incluye un análisis de tu tiempo, dedicación, etc. Hacé la lista de requisitos que no negociarías, por ejemplo, valores o perspectivas de la vida. Cuando tenemos claridad en lo que deseamos no perdemos tiempo ni se lo hacemos perder a los demás. Quien no sabe lo que quiere encuentra lo que no debe. Cuando vas al supermercado sin lista, traés cosas innecesarias y olvidás lo imprescindible. Cuando buscás pareja sin un horizonte, ocurre algo similar.
¿Cómo anda tu amor propio? Si estás vulnerable a cualquier estímulo del mundo externo, si tu autoestima se arrastra por el piso, si no te querés bien, si te criticás por todo, es hora de que trabajes en vos. Atraemos en la frecuencia en la que vibramos. La caridad bien entendida empieza por casa. Para atraer un buen amor primero hemos de trabajar en el propio. Los buenos amores empiezan por el cuidado interior. Probá hasta que des con aquello que te haga sentir bien: terapia, meditación, running… Ayudar a otros es una manera formidable de evolucionar y sentirse bien: asistir a personas en situación vulnerable, colaborar en un refugio de animales, cuidar niños… Buscá tu propio camino.
¿Sanaste tus heridas? No es tarea de un día hacerlo, claro. Todo tenemos dolores del alma: a la mayoría de nosotros nos han herido, abandonado o engañado en alguna oportunidad. El desafío es construir una y otra vez desde las ruinas, con alegría y confianza en el Universo. Hacer las paces con el pasado y enamorarse del presente. Soltar lo que daña y dejar entrar lo nuevo. Para ello hay que hacer espacio en el disco rígido del alma.
La propuesta es construir un amor que haga crecer, evolucionar, potencie y –como está de moda decir hoy en día– empodere. Si sentís que tus circuitos habituales no te nutren, animate a ampliarlos (¡hasta la tecnología está a tu favor!). Quizás San Valentín te anime a encontrarte a vos misma y a encontrar un nuevo amor.