Antecedentes históricos de la legislación laboral hondureña

Por: Óscar Aníbal Puerto Posas.
El Código del Trabajo declarado vigente mediante el Decreto No. 189 del 19 de mayo de 1959. No es una concesión graciosa de la clase patricia; ni tampoco un gesto piadoso del gobierno que por entonces regía la República. El capital es ajeno a las obras pías. Obviamente tiene sus antecedentes en las luchas laborales. Particularmente en la gran huelga obrera de 1954. “Una huelga monstruosa /…/ técnicamente organizada, sorprendiendo al mundo por ser perfecta en un país que no tenía experiencias laborales”. Exclamó Eliseo Pérez Cadalso, cuando era consejero de Estado en el gobierno de Julio Lozano; contaría con 35 años. Pérez Cadalso había estudiado Derecho Laboral en Colombia. A la sazón tenía ideas democráticas que al paso del tiempo fue abandonando. El presente artículo, está en parte, inspirado en sus bizarras intervenciones del Consejo de Estado que operó de 1954-1956. Pérez Cadalso, buscó -y encontró- las huellas de la Legislación Laboral anterior al Código del Trabajo de 1959 (vigente).
Gracias a él supimos que un hombre humilde, Jacobo P. Munguía propuso, en 1925, ante el Congreso Nacional un proyecto bajo el nombre: “Ley General de Trabajadores”. Gobernaba el doctor Miguel Paz Baraona -se exagera al llamarlo “El Padre de la democracia hondureña”- que nadie puede ser padre de lo que nunca ha existido. Asómbrese el lector, Jacobo P. Munguía (la letra “P” era la inicial de su primer apellido: Posas, utilizada para esconder su bastardía, una deshonra en la sociedad de entonces). Era diputado por el Partido Nacional. A esa época un gobierno Liberal, el que presidió Rafael López Gutiérrez, fue servil a los dictados de la Standard Fruit Company y con ello se malquistó la voluntad de los obreros bananeros. Jacobo P. Munguía no era obrero bananero. Era un “poquitero”, a saber: cultivaba pequeñas extensiones de banano y junto a cientos más de hondureños fueron despojados de sus tierras por la Vaccaro (después Standard Fruit Company). Munguía, al no ser aprobada la “Ley del Trabajador” le dio la espalda al Partido Nacional y a su caudillo Tiburcio Carías. Se retiró a vivir al municipio de Esparta, departamento de Atlántida, donde fue asesinado. No tenía enemigos. Solamente la Standard. ¡Es urgente rescatarlo del olvido! (Canelas Díaz Antonio, 2001).

Julio Lozano Díaz

En 1931, el doctor Salvador Corleto, a la sazón ministro de Fomento, Agricultura y Trabajo, en el gobierno que presidía el doctor Vicente Mejía Colindres, valiéndose de la iniciativa de Ley que le concedía la Constitución de 1924, hizo llegar al Congreso un proyecto de Código de Trabajo. Al parecer era una obra que respondía a los intereses de la clase obrera. El Congreso integrado por diputados muy reaccionarios no lo aprobó. El doctor Salvador Corleto no actuó solo en la elaboración de este proyecto. Hay que agradecer los egregios aportes de dos grandes intelectuales: los doctores Augusto C. Coello y Julián López Pineda. Lo curioso y aleccionador es que sus dos colaboradores pertenecían al partido adversario. Corleto era Liberal y lo fue siempre. Don Julián López Pineda y don Augusto C. Coello pertenecían al Partido Nacional. Es una inmensa lección. Los hondureños estando de por medio los intereses superiores de la patria debemos congeniar, haciendo a un lado intereses mezquinos.
Veamos ahora quiénes eran los proyectistas. Salvador Corleto (1867-1957). Era un abogado y político, originario de Antigua Ocotepeque. Tuvo una figuración política luminosa. Varias veces fue diputado al Congreso Nacional y diputado al Congreso Federal Centroamericano reunido en Tegucigalpa en 1921, con el objetivo de llevar a cabo el sueño de Morazán. La intervención nefasta de los Estados Unidos impidió el logro de este hermoso objetivo. El doctor Corleto fundó centros de enseñanza. El primer colegio de Ocotepeque fue una creación de su mente selecta. Asimismo, fue uno de los fundadores del Instituto Morazánico y jefe del Partido Unionista Centroamericano. Tuve la suerte de conocerlo. Fui amigo íntimo de sus nietos: César (hoy coronel en retiro) y de Guillermo (profesional de las ciencias agrícolas). Para entonces éramos niños de 12 años y yo visitaba su casa en el barrio La Hoya. La política había recluido al doctor Corleto en un cuarto de donde no salía. Leía infatigablemente. Poseía una magnífica biblioteca y ninguno de sus libros dejó de recibir “la caricia de sus manos”. Vestía de traje negro. Hacía tiempo para atendernos. Él me hizo morazanista y me introdujo a la mitología griega. En 1955, una coyuntura política impensable dio lugar a que Julio Lozano Díaz, convertido en Jefe de Estado, intentara un “gobierno de conciliación nacional”. Le concedió al Partido Liberal dos ministerios: Educación Pública y Recursos Naturales. El Ministerio de Educación Pública lo desempeñó el doctor Enrique Ortez Pinel. Él hizo llamar al doctor Corleto para que fuera el asesor jurídico de esa Secretaría de Estado. Corleto aceptó el cargo con tranquila humildad. Iba y regresaba de su trabajo, caminando a pie. Frisaba los 88 años, el vecindario del barrio La Hoya -sin distinciones políticas- le presentaba su saludo reverencial. En ningún cargo estuvo ocioso. Siempre fue aportativo. Siendo asesor jurídico del Ministerio de Educación redactó las bases para lo que después sería la autonomía de la Universidad de Honduras. Creo que en el desempeño de sus funciones lo sorprendió la muerte. No se izó el pabellón nacional a media asta. No hubo acuerdos de duelo. A pesar que él fue casi un prócer.
Augusto C. Coello Estévez (1882-1941). Es conocido como autor de la letra del Himno Nacional. Pero nuestro hombre ahí no se agota. Fue versado en historia y en jurisprudencia. Periodista notable. Dirigió diarios en Honduras y en Costa Rica. Fue Ministro de Relaciones Exteriores en la administración de Miguel Paz Baraona. Un ministro de tal calidad que la Academia de Diplomacia del Ministerio de Relaciones Exteriores de Honduras lleva su nombre. Se casó con una bella mujer costarricense con quien procreó una numerosa familia. Todos ellos, sin excepción, personas talentosas y honestas.
Julián López Pineda (1882-1959). Poeta, narrador, periodista, diplomático y jurisconsulto. Así como en la mitología griega el Rey Midas todo lo que tocaba lo convertía en oro. López Pineda todo lo convertía en noticia. En sus mocedades fue marxista y estudió el marxismo en serio. Incluso lo difundió entre la juventud de su ciudad natal: Gracias, departamento de Lempira. Después dio un barquinazo a la derecha. Lo que le reprochó acremente Ramón Amaya Amador, en las páginas de “Destacamento Rojo”. Lo que es innegable es que era un hombre de rara ilustración. Fue un polemista terrible, si ponemos atención a lo que escribió durante sus largos años de ejercicio periodístico. Defendió los derechos territoriales de Honduras, en el diferendo con Nicaragua, ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, lugar donde falleció en 1959. Entre otros adornos intelectuales, fue el primer presidente de la Asociación de Prensa Hondureña (APH) y miembro fundador de la Academia Hondureña de la Lengua.
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Debido a la huelga de 1954, el Jefe de Estado Julio Lozano Díaz, promulgó “La Carta Constitutiva de Garantías de Trabajo”, el 16 de febrero de 1955, que sentaba los principios fundamentales para la futura legislación laboral. Además, la “Ley de Mediación y la Ley de Contrato Individual de Trabajo” (26 de abril de 1956). Lozano, creó el Ministerio de Trabajo, Asistencia Social y Clase Media. Su primer titular fue el profesor Mariano P. Guevara (Paredes, Lucas, 1970).
El Código del Trabajo en vigor tuvo su entresijo histórico en “la monstruosa huelga de 1954” (nos encanta la metáfora de Eliseo Pérez Cadalso). Liderada por César Augusto Coto Umaña, Manuel J. Sierra, Francisco Ríos, Theressina Rossi (la primera mujer en la historia patria que ha dirigido multitudes proletarias), y otros que se me olvidan. El escritor inglés Roy Jenkins dice que la memoria es “una nube del tamaño de una mano” (post escriptum me he enterado que esta imagen literaria está en la Biblia). Cinco años después de la huelga de 1954 se emite el Código del Trabajo. Gobernaba el doctor José Ramón Adolfo Villeda Morales. El Código fue redactado por el ilustre abogado Miguel Antonio Alvarado. Actuando como su asistente el de igual título Amado H. Núñez (Argueta, Mario, 2009). Casi inmediatamente se emite la Ley del Seguro Social. Ambos han contribuido a mejorar las condiciones de vida y de participación social de los sectores oprimidos. Pero no basta con esto. La dirigencia sindical debe impulsar procesos más significativos para que los pobres de Honduras superen sus angustias. Por desgracia esa dirigencia, con muy pocas excepciones, ha adoptado una actitud acomodaticia, históricamente imperdonable.
Tegucigalpa, M.D.C., 12 de febrero de 2018