Cama

José Victor Agüero Aguilar
Muchas veces las personas tienen que pasar situaciones traumáticas en su vida para volver en sí. Puede tratarse del diagnóstico de una enfermedad incurable, un divorcio, la muerte inesperada de un ser querido, la pérdida de empleo, una debacle financiera, estados depresivos profundos, relaciones familiares inestables, son algunos de los cuadros típicos que retratan el drama humano.
Cuando el individuo llega a tocar fondo se da cuenta de su fragilidad y lo transitorio que es en esta vida, la soberbia, arrogancia, altivez y prepotencia que caracterizan la conducta de infinidad de seres humanos, contrasta cuando por diversas circunstancias tienen que estar postrados en una cama.
Se tiene que pasar por situaciones dolorosas para darse cuenta de lo vulnerable que somos, la falta de humildad y sencillez de vida, está destruyendo al género humano que vive a la ligera sin reparar en la consecuencia de sus actos, tal actitud tiene un alto riesgo que más temprano que tarde nos puede pasar factura.
Una de las mayores pruebas a la que se expone toda persona es cuando su cuerpo sufre quebrantos de salud, que le imposibilitan hasta realizar las tareas más mínimas, como levantarse, sentarse, tomar un objeto con sus manos, bañarse, etc., tiene que suceder algo estremecedor para darnos cuenta que la vida es como la neblina que se puede desvanecer en cualquier momento.
Grandes multimillonarios darían toda su fortuna para recibir sanación en su cuerpo, aquí sale sobrando sus negocios, mansiones, objetos de valor, los viajes que realizaron dentro o fuera del país, el reconocimiento público y cualquier otro logro que pudo haber alcanzado en el plano profesional, personal, académico o laboral, casi siempre terminan solos, sin el calor de su familia.
Es en una cama de hospital o del hogar cuando las personas se dan cuenta como han malgastado gran parte de su tiempo en frivolidades, en cosas meramente cosméticas, los afanes de la vida han perturbado su paz interna volviéndolos seres frustrados, amargados y resentidos con medio mundo, es tal su desdicha que muchos optan por tomar decisiones fatales.
Es una cama cuando el individuo se arrepiente de no haber pasado tiempo de calidad con su esposa, hijos y padres, de haberlos rodeado de afecto, cariño y comprensión, esa cercanía brilló por su ausencia.
Es en una cama cuando el ser humano llora en soledad el no haber valorado lo que Dios en su infinito amor le proporcionó, una familia, un techo, un empleo, su insatisfacción era de tal magnitud que pocas veces de sus labios salieron palabras de gratitud hacia el Creador del mundo, por las bendiciones recibidas.
Es en una cama cuando la persona se da cuenta quién verdaderamente le aprecia y quiere, es en una cama donde el individuo tiene el tiempo para recordar como muchas veces producto de la ira y el enojo, tomó malas decisiones o de su boca salieron palabras hirientes, ofensivas y groseras hacia su cónyuge, hijos y padres, sembrando distanciamiento y raíces de amargura.
Es en una cama cuando los hijos se dan cuenta que no han sabido honrar a sus padres, asumiendo una conducta de obediencia y respeto hacia sus progenitores, es en una cama cuando el padre de familia desea retroceder el tiempo para volver a ganarse la confianza de sus seres más cercanos.
Es en una cama cuando el individuo se da cuenta que al final de su existencia todo queda, nada absolutamente nada se podrá llevar a la tumba, es en una cama cuando las personas se dan cuenta que todo es pasajero, que la belleza se marchita, que uno envejece irremediablemente con el paso de los años.
Finalmente es en una cama cuando la persona tiene la oportunidad de reencontrarse consigo mismo, de arrepentirse de sus pecados, de abrir su corazón a Jesucristo y de aceptarle como su Señor y salvador personal, para heredar la vida eterna que el Hijo de Dios ha prometido a todos aquellos individuos que le han recibido como su Señor y salvador personal al final usted decide.