La responsabilidad que conlleva ser un político influyente

Por Francisco Morales h.

Ser un político influyente conlleva una enorme responsabilidad o al menos debería. Ser un político influyente es tener el poder para definir, redefinir y hasta alterar la forma de ser, de pensar y actuar de un determinado grupo de personas utilizando para ello el arte de la negociación, la persuasión y el conocimiento del comportamiento y la motivación del ser humano para con ello conseguir que otras personas actúen de acuerdo a los parámetros que más convienen al interés del político influyente, de ahí que debe de ser aparte de influyente, responsable.
Con influencia se puede conseguir no solo la confianza del votante, sino además ganarse su corazón y una vez que se establece ese vínculo emocional con el elector es muy difícil que se destruya. La influencia se basa en lograr la confianza y la credibilidad por parte del votante, en lograr su identificación y entusiasmo para con la causa que se promueve.
Idealmente este poder de influencia política debería de ejercerse desde la honestidad, la verdad, la transparencia y en la búsqueda del bien común. Es así como las naciones logran su desarrollo no solo político sino que económico, educacional y social; un ejemplo claro son las naciones que conforman el llamado primer mundo donde la mayoría de los políticos ejercen una influencia personal, ética y positiva, propia de personas honradas.
¿Existen los políticos honrados?, o es que ¿la honradez y la política son conceptos divorciados e irreconciliables?, ante estos cuestionamientos diremos que sí existen los políticos honrados y son muchos, lo que sucede es que rara vez ocupan las primeras planas de los periódicos y las primicias de los noticieros y programas de televisión, a los políticos honrados los opaca la minoría que no lo es.
Y si existen como dijimos los políticos honrados es innegable que existen también los electores honrados, quienes al ejercer el voto lo hacen pensando que la opción por la que votan es la mejor opción para el país, para ellos y para sus familias; es por ello que las propuestas en las que creyeron deberían de ser reales, verdaderas y realizables en el corto plazo.
En cada elección presidencial, en cada elección de alcaldes y diputados, el electorado acude a elecciones generales y vota con la esperanza de lograr que el país avance y que la economía despegue para beneficio de todos, de ahí que las promesas formuladas por los políticos de mayor influencia deberían de cumplírsele al electorado.
Sin embargo, cuando el electorado recibe por parte los políticos electos lo opuesto a sus promesas de campaña, indistintamente del color del partido que asciende al poder, generan no solo disgusto sino hasta repudio al ver que de la pobreza solo salen los del gobierno de turno y no la población que los eligió que a su vez y en cada período de gobierno se empobrece más y es aquí donde nace el voto de castigo para quienes se han burlado del electorado al incumplirle lo prometido.
En una situación como esta, el electorado busca otras opciones, nuevas caras, nuevas actitudes y maneras de pensar, de ser y de hacer por parte de quienes se ofrecen como solución a la problemática creciente y agobiante que enfrenta la mayoría, problemática que genera y obliga al voto de castigo.
Aparecen y reaparecen políticos influyentes, que saben leer el descontento de la mayoría, políticos con un discurso que se vuelve muy atractivo en el que pregonan una doctrina política que se presenta como defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo, una doctrina que se caracteriza por su aversión a las llamadas élites políticas y económicas; políticos que se presentan como luchadores incansables en contra de la corrupción y qué bien si lo hicieran desde la verdad y la honestidad de una sana intención para beneficio de todos.
Sin embargo, el voto de castigo en ocasiones termina castigando aún más a los electores, pues ese discurso atractivo y añorado resulta ser absolutamente falso y el país y sus pobladores se ven envueltos en una crisis que no merecen, enfrentados unos con otros por una crisis que arruina su presente y oscurece su futuro.