Spielberg revisita su pasado en “Ready Player One”

«¿Por qué no podemos ir hacia atrás por una vez?», se pregunta el protagonista de «Ready Player One» poco antes de poner su DeLorean de “Volver al futuro” en reversa. «Realmente pisar a fondo el acelerador».
Oprimir el botón de rewind es, en todo caso, un deseo comprensible por estos días, pero en esta era de relanzamientos y nuevas versiones no es exactamente ir en contra de la corriente. Y aun así «Ready Player One» de Steven Spielberg, un divertido festín tecnológico de realidad virtual inundado de recuerdos de los 80, no solo quiere ir al pasado; quiere hacerlo a toda potencia. Para quienes se obtienen sus dosis a través de la nostalgia pop, «Ready Player One» es — para bien o para mal — una sobredosis indulgente y embriagadora.
En un distópico 2045 en el que el mundo luce más como un montón de basura, el adolescente Wade Watts (Tye Sheridan) vive con su tía en «The Stacks» — un montón de casas rodantes — en Columbus, Ohio. «Por estos días», dice, «la realidad es una lata». Con la desolación alrededor, parece que todo el mundo está adicto a ponerse un casco para entrar a un mundo de realidad virtual llamado OASIS, donde uno puede transformarse en el avatar digital que desee, humano o extraterrestre, real o animado. ¡Hasta se puede subir el Monte Everest con Batman!
Han pasado cinco años desde la muerte de su creador, James Halliday (Mark Rylance), un híbrido entre Steve Jobs y Willy Wonka que dejó un trío de huevos de Pascua — pistas escondidas — en el juego. El primero en encontrar las claves y llegar hasta el final ganará los derechos a la compañía millonaria. Wade, quien usa el nombre de Parzival en OASIS, está entre los competidores que intentan superar el primer reto: una melé abrasadora por las calles de Nueva York donde los corredores deben evadir, entre otras cosas, a King Kong y al tiranosaurio de «Parque Jurásico».
Durante la premiere del filme en el festival SXSW, Spielberg presentó «Ready Player One», basada en el éxito literario de Ernest Cline de 2011, como una «cinta», no una «película». El director, también, ha retrocedido el tiempo — apenas cuatro meses después de estrenar su oportuna oda a la libertad de prensa «The Post» — con un espectáculo emocionante que nos regresa a sus obras mágicas que antecedieron a «La lista de Schindler», cuando se dedicó a contar historias más serias.
La graciosa y a veces incómoda ironía de «Ready Player One» es que Spielberg no solo está haciendo una película como sus viejas películas; está haciendo una película atiborrada de sus viejas películas. Casi con vergüenza, Spielberg — quien inicialmente pensó que un realizador más joven debía dirigir el guion de Cline y Zak Penn — ha dicho que eliminó muchas referencias a sus propias cintas.
Pero el universo de «Ready Player One» sigue siendo un homenaje cariñoso al entretenimiento escapista que Spielberg ayudó a crear más que nadie. «Ready Player One» podría fácilmente titularse «Spielberg: el remix». Verla es un poco como verlo a él sentado con una banda de covers.
También es una oportunidad para que uno de los cineastas más talentosos y populares que hayan existido evalúe tanto su legado cinematográfico como a las generaciones más versadas en lo digital e interesadas en la fantasía que lo siguieron. En OASIS, hay jugadores independientes llamados «gunters», como Parzival y la chica que le gusta en el mundo de RV, Art3mis (Olivia Cooke), que creen profundamente en el juego y su creador. Y hay compañías, específicamente una llamada Innovative Online Industries liderada por un hábil jefecillo llamado Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn), que envían ejércitos de jugadores a la batalla con la esperanza de capturar a la lucrativa compañía y — en la más siniestra trama contra los nerd — y abrirle OASIS a los anunciantes.
Cuando no está haciendo referencias a los 80, desde los comerciales de Tootsie Roll Pop hasta el Buckaroo Banzai, «Ready Player One» es una parábola del internet. Se mencionan previos «disturbios de banda ancha» antes de esta batalla por OASIS. Es tanto un juego como una guerra, cuyos riesgos son ocasionalmente reducidos por el hecho de que transcurre es un territorio virtual. Gran parte de «Ready Player One» también promueve una fatigadora cultura de juego donde los seguidores «reales» superan en cantidad a los «haters», los geeks compiten en traje, y los magos de la tecnología son servilmente venerados. Entre el libro y la película, Gamergate expuso la toxicidad de la cultura del videojuego aquí idolatrada.
Así de visualmente atractivo como es el caleidoscópico OASIS, «Ready Player One» es mejor cuando mantiene los pies sobre la tierra real. Ahí es donde claramente está el corazón de Spielberg, y es donde se puede sentir que anhela llevar el filme. (Perdón, la «cinta»).
Aun así, Spielberg demuestra que sigue siendo tan capaz como siempre a la hora de crear un espectáculo bullicioso. El impulso es vertiginoso, los pirotécnicos visuales son brillantes y pese a todos los cambios entre una y otra realidad cada escena está perfectamente montada. Para ser una película de estilo retro, es increíblemente adelantada y Spielberg hace que parezca una tarea fácil.
Pero al elegir entre el viejo Spielberg y el meta Spielberg, yo todavía prefiero al legítimo.
«Ready Player One», un estreno de Warner Bros., recibió una clasificación PG-13 de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos por «secuencias de violencia de ciencia ficción, imágenes sangrientas, algo de material sugestivo, desnudo parcial y lenguaje» que podría ser inapropiado para menores de 13 años. Duración: 140 minutos. La AP le otorga tres estrellas de cuatro. AP