Semana Mayor

Por Álvaro Sarmiento

Especialista Internacional
en Comercio y Aduanas
Seguramente al momento de esta lectura, se encuentre gozando del descanso que acostumbramos tomar en nuestros países en una semana, época que ha pasado de la conmemoración litúrgica, culminación del tiempo de Cuaresma y el Triduo Pascual que finaliza con la mayor fiesta religiosa en la cristiandad, la resurrección del Señor, a un concepto más “pop”, el verano.
Olvidamos el origen de estos días que fueron establecidos más bien como oportunidad única de reflexión alrededor del gran misterio de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
En Guatemala, existe una antiquísima tradición que, de una u otra manera, empuja a recordar esta conmemoración, las procesiones, principalmente en la ciudad capital y la Antigua Guatemala. Hace ya varios años, un amigo entrañable me invitó a participar en esa tradición familiar y pude cargar, el Viernes Santo después de la medianoche, la consagrada imagen del Cristo del Amor, un Cristo Yacente, del Templo de Santo Domingo.
Teniendo claro que los católicos no adoramos imágenes, las veneramos al igual que lo hacemos con una foto de un familiar ya fallecido, la expresión artística donde la mirada dulce del Nazareno y su rostro golpeado por bofetones y los empujones en el camino al Gólgota, nos trasladan a las calles de Jerusalén y ayudan a recordar el sacrificio de la cruz.
Las palabras de sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer (es Cristo que pasa) ayudan a posicionarnos correctamente en esta Semana Santa. “Esta semana que tradicionalmente el pueblo cristiano llama santa, nos ofrece, una vez más la ocasión de considerar -de revivir- los momentos en los que se consuma la vida de Jesús. Todo lo que a lo largo de estos días nos traen a la memoria las diversas manifestaciones de la piedad, se encamina ciertamente hacia la resurrección, que es el fundamento de nuestra fe”. No recorramos, sin embargo, demasiado de prisa ese camino; no dejemos caer en el olvido algo muy sencillo, que quizá, a veces se nos escapa: no podremos participar de la resurrección del Señor, si no nos unimos a su pasión y a su muerte.
Y después de la resurrección inicia el tiempo alegre de la Pascua. Monseñor Javier Echevarría nos propone una senda para vivir esos 50 días: “Una buena forma de vivir la Pascua consiste en esforzarnos por hacer partícipes de la vida de Cristo a los demás, cumpliendo con primor el mandamiento nuevo de la caridad, que el Señor nos dio la víspera de su pasión: en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros. Cristo resucitado nos lo repite ahora a cada uno. Nos dice: ámense de verdad unos a otros, esfuércense todos los días por servir a los demás, estén pendientes de los detalles más pequeños, para hacer la vida agradable a los que conviven con ustedes.
Buen aprovechamiento de estos últimos días de Semana Santa y me adelanto a desearles a todos los lectores y sus familias, feliz Pascua de Resurrección.