Juan Ramón Molina vivió y murió para la eternidad

Por Mario Hernán Ramírez

El 17 de abril se conmemora el 143 aniversario del nacimiento del poeta hondureño Juan Ramón Molina, varón irrepetible que lamentablemente pudo haber dado mucho más a la humanidad, ya que su producción literaria fue fecunda, pero desafortunadamente falleció a la corta edad de treinta y tres años.

Incentivamos a plantar la simiente de la cultura, la educación y la ciencia en los jóvenes que son tierra fértil, frutos que correrán la voz por el mundo entero de que en Honduras vivió y murió para la eternidad un hombre llamado Juan Ramón Molina (17 de abril,1875/1 de noviembre, 1908). De esta forma, la niñez, la adolescencia y la juventud se convertirán en los pregones que tarde o temprano vendrán a sustituirnos en esta batalla patriótica, solidaria y cultural que debemos llevar siempre los hondureños, manteniendo viva la imagen de Molina.

En consecuencia, los invitamos a leer toda la obra del poeta comayagüelense, a no fatigarse jamás como lo hemos hecho los miembros del Comité Cultural Juan Ramón Molina (denominados originalmente, Los 13 locos del Guanacaste), que encabezó con rotundo éxito el conspicuo hondureño doctor, Eliseo Pérez Cadalso.

Desde hace muchos años hemos venido recorriendo una gran parte del territorio nacional y allende nuestras fronteras levantando la tea molinense, la que no debe apagarse nunca, por ninguna causa, lejos de eso hay que energizar este entusiasmo, esta voluntad, este patriotismo hasta alcanzar el sueño dorado de nuestros antecesores, de que Juan Ramón Molina sea conocido universalmente como lo han sido Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Juan de Dios Peza, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y tantos otros ilustres hombres y mujeres que con su talento y su presencia en este planeta han logrado que sus nombres queden grabados en el más precioso metal que podamos alcanzar, mediante el trabajo que realicemos.

Hacemos un llamado para que se establezca en el plan educativo la cátedra molinense en escuelas, colegios y universidades.

Este año, como los anteriores, durante los últimos tiempos, acompañaremos a los maestros y alumnos del Centro de Educación Básica “JRM” de la colonia San Miguel de esta capital, en un conversatorio que se llevará a cabo con el alumnado y docentes del emblemático Instituto Central “Vicente Cáceres”, actividad que ha sido programada para  realizarse el día veinte del corriente, durante todo el día en las instalaciones del centro de educación media más grande del país, el Instituto Central.

El 17 de abril, fecha de su nacimiento se colocará frente a su tumba una ofrenda floral en el Cementerio General, y otra en el artístico monumento consagrado al poeta, que luce airosamente en el parque La Libertad de Comayagüela, su cuna natal.

Aquí, enfatizamos que los hondureños todos, seguimos con un saldo pendiente en favor del exquisito portalira, quien con el correr del tiempo debiera estar a la altura de los personajes que mencionamos líneas arriba y sobre todo, del gran Darío, a quienes los nicaragüenses desde siempre lo han colocado en la cúspide de la fama, a través de los cinco continentes, ya que Molina si no superó a Rubén Darío fue por la brevedad de su tiempo en este valle de lágrimas, pero, sí, su obra como poeta, escritor y periodista es inconmensurable, y de ello dan fe escritores como Rafael Heliodoro Valle, Luis Andrés Zúniga, Paulino Valladares, Antonio Ochoa Alcántara, Humberto Rivera y Morillo, su primer biógrafo; Eliseo Pérez Cadalso, Arturo (Pituro) Oquelí, Elvia Castañeda de Machado, Francisco Mejía Ramírez, Rolando Kattán y por supuesto, el más sobresaliente escultor de la figura intelectual de Molina, su entrañable amigo el no menos intelectual Froylán Turcios Canelas, por cuya acuciosidad y fraternal amistad que lo ligó con Molina, se debe que la humanidad conozca la vasta obra literaria de este hondureño que reiteramos se ha convertido en un personaje irrepetible, al estilo de José Cecilio del Valle y Francisco Morazán, para solo citar dos de los hondureños más preclaros que han visto la luz del mundo.

En consecuencia, es urgente, no solo crear la cátedra molinense, sino también instruir a todos nuestros embajadores acreditados en diferentes partes del globo, para que dicten charlas sobre la vida y obra de Juan Ramón Molina ante los pueblos y gobiernos que representan, en noches culturales que pueden convertirse en un privilegio para estos mismos embajadores, que en algunos casos sus nombres no asoman ni para mencionarlos en una cena diplomática.