Gobernabilidad frente a la corrupción

Por Álvaro Sarmiento

Especialista Internacional
en Comercio y Aduanas

La semana pasada se realizó en Lima, la esperada VIII Cumbre de las Américas con la participación de jefes y representantes de gobiernos de las américas que han abordado como tema central “Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción”.

Considerando que semanas atrás el presidente del país organizador de la Cumbre se vio forzado a renunciar, presuntamente por temas de corrupción y que una buena parte de expresidentes de ese país están en procesos judiciales, al igual que otros expresidentes de países vecinos donde se han repetido estos escándalos, todo indica que la lucha contra la corrupción está a penas comenzando.

Se trata de una problemática antigua, que ha hundido sus raíces en nuestros países, como un cáncer que destruye al tejido sano, en palabras del Papa Francisco “un proceso de muerte que nutre la cultura de la muerte” asimismo “el afán de poder y de tener no conoce límites” y asegura que “la corrupción no se combate con el silencio”.

Es importante recordar, que la corrupción refleja actos individuales y plenamente libres, por lo que no se vale escudarse en la “necesidad”, el ambiente o justificarse porque “todos lo hacen”. La generalización anterior no es verdadera.

La lucha contra la corrupción debe extenderse a varios campos: El primero y más importante, pero de largo plazo, la educación en el hogar, a través del ejemplo a los niños para saber comportarse de manera honesta en todo lugar y circunstancia. La creación de valores se realiza en el hogar, la iglesia y la escuela pueden ayudar, pero de manera secundaria.

Por otro lado contar con sistemas legales y judiciales que permitan castigar de manera oportuna y proporcional los actos corruptos. Recientemente se hicieron públicas las penas que deben purgar o más bien pagar empresarios guatemaltecos que se declararon culpables de actos de corrupción y deben restituir a través de construcción de carreteras y escuelas públicas con sus empresas, de poco sirven años en prisión si no devuelven oportunamente el fruto de la corrupción.

En tercer lugar, y no menos importante, identificar los elementos en el sistema que son las causas de la corrupción. Los altísimos niveles de discrecionalidad en el gasto público (desmedido) están en el centro del asunto. La falta de transparencia sobre lo presupuestado, pagado y comprado o construido es el ambiente perfecto para las corruptelas. Recientemente en un país vecino, se descubrió una red delincuencial en la administración tributaria, que chantajeaba para la devolución pronta de crédito fiscal. Todo se originaba a una ley que no obligaba con plazos específicos a esa devolución que podía durar años.

La Cumbre de Lima reitera algunos conceptos y herramientas útiles: “tipificar penalmente los actos de corrupción, promover el uso de sistemas electrónicos para compras gubernamentales, contrataciones de servicios y obras públicas para asegurar la transparencia. Adopción y/o fortalecimiento de medidas que promuevan la transparencia, rendición de cuentas, contabilidad apropiada y bancarización de los ingresos y gastos de las organizaciones y partidos políticos, principalmente de sus campañas electorales”. La agenda es enorme.

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