“Ya nos jodimos” dijo Jonathan a 10 mil metros de altura

Por: Mayra Navarro

Así era Jonathan Roussel, expresivo y jocoso hasta en los momentos más difíciles. Era el 26 de marzo de 1981 cuando Jonathan Roussel, sentado a mi lado en un avión a diez mil metros de altura, me dijo con su siniestra sonrisa: “Ya nos jodimos”.

El momento no era el mejor para bromear, un guerrillero miembro del grupo rebelde “Cinchoneros”, acababa de anunciar por el altavoz que el avión había sido secuestrado con el fin de liberar al guerrillero salvadoreño Facundo Guardado, que se encontraba en poder del Ejército hondureño.

Jonathan era entonces el secretario de Prensa del gobierno del presidente provisional, general Policarpo Paz García, y siempre he creído que su frase “ya nos jodimos”, se debió a que, a diferencia mía, sabía que efectivamente Guardado estaba en poder de las Fuerzas Armadas de Honduras.

Yo era parte de un grupo de periodistas que viajaba a San Pedro Sula, por invitación de Jonathan, para cubrir una información relacionada con la organización del campeonato de la CONCACAF que se realizaría en Honduras al año siguiente.

Nunca fui parte de los cercanos de don Jonathan, pero siempre que fue posible él me mostró su afecto y respeto, y creo que esas eran las únicas razones por las cuales estaba yo en ese avión, pues se trataba de una noticia de deportes en la que nada tenía que hacer una reportera de noticias generales como era yo. Sin planearlo y sin saberlo, don Jonathan me hizo un favor impagable.

El avión fue desviado primero a Nicaragua, donde sacaron a las mujeres, y a mí por supuesto, y luego a Panamá. Yo no quería bajar del avión pues quería ser parte de esa historia hasta el final, pero me obligaron a salir y don Jonathan fue el primero en exhortarme con un característico “¡váyase!, no sea tonta”.

El incidente significó un impulso gigantesco en mi carrera, pues me permitió reportar el secuestro desde el lugar de los hechos y desde una perspectiva de testigo. Era la única periodista en la escena y mis reportes se escucharon durante todo el día por HRN y el noticiero Hoy Mismo. No existía el Facebook, ni Twitter, ni el internet, así que el país entero estaba pendiente de lo que reportaba.

Pasaron los años y don Jonathan siguió mostrándome su cariño y respeto, quizás porque compartíamos el gusto por la lectura; nunca fui víctima de sus bromas sarcásticas ni de sus demoledores comentarios. Dos décadas después de haber sido rehenes en un avión, se enteró, no sé cómo, de que en uno de mis arranques había presentado la renuncia como directora de TN5 y me llamó para aconsejarme: “No sea tonta, vaya y retire esa renuncia, usted tiene el trabajo que todos quisieran tener”, creo que era su forma de mostrarme su aprecio y su respeto por mi trabajo, algo que valoré mucho viniendo de Jonathan Roussel.

En mi memoria queda el recuerdo de una persona que sin ser cercana me mostró afecto y amistad sincera.

Gracias don Jonathan, usted ocupa un lugar en la historia del periodismo y será siempre parte de mi historia periodística personal.