Yolany Reyes lo tiene muy claro, nadie la separará de su niño de tres años.
«Sería como quitarme una parte de mí», dijo esta hondureña de 26 años, que viajó con la caravana migrante a través México en tren, bus y a pie para pedir asilo en Estados Unidos.
Junto a un centenar de centroamericanos espera desde el domingo en un improvisado campamento en una plaza de Tijuana aledaña al puesto fronterizo, donde el lunes comenzó un lento proceso para presentar sus solicitudes.
UN TEMOR “CREÍBLE”
Entre lunes y martes, 25 fueron admitidos en Estados Unidos con peticiones de asilo.
Al llegar ante el oficial de inmigración, el indocumentado es detenido para la primera etapa que es determinar si hay «temor creíble», explicó a la AFP Stephen Yale-Loehr, profesor de leyes migratorias en la Universidad de Cornell.
«Luego procede una audiencia de asilo ante un juez de inmigración. El solicitante no tiene que ser detenido en esta etapa, pero a menudo lo es porque el gobierno quiere asegurarse de que se presente a su audiencia», detalló.
Y en ese proceso, los niños pueden ser separados de sus padres.
Según el diario The New York Times, unos 700 niños fueron separados de sus padres en estaciones fronterizas desde octubre de 2017, 100 de ellos menores de cuatro años.
Críticos del presidente Donald Trump -que llegó al poder con un fuerte discurso anti-inmigrantes- sostienen que la separación de familias es una política del gobierno para evitar la llegada de más indocumentados.
Aunque Tyler Houton, del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), lo negó. «No existe una política de separar familias en la frontera con propósitos disuasorios». (AFP)