INTERÉS NACIONAL

PODRÍA parecer una frase trillada. Pero ocurre que en la vida cotidiana son relativamente pocas las personas comprometidas con el interés nacional de Honduras. Por supuesto que hay frases altisonantes que se repiten en algunas fiestas patrias y en ciertas coyunturas de ocasión, para tratar de impresionar a los auditorios, cuando de hecho en la precariedad del ambiente se percibe la desidia y el desinterés por las preocupaciones y problemas, de fondo, de la mayor parte de la población nacional. Los intereses de los más pobres son abordados con frecuencia, algunos con autenticidad, y otros por mera demagogia.

Pero, los intereses de la clase media urbana, son lacerados repetidamente, hasta llegar a la burla y al desdén por causa de una ideología incubada dentro de una visión frívola de las cosas, desde comienzos de la década del noventa del siglo pasado, en que parecía exhibirse el proyecto principal de hacer desaparecer a los segmentos medios de la población, a fin de que aparecieran nuevos ricos y archimillonarios, y provocar, tal vez inconscientemente, la polarización de la sociedad. El problema mayor es que ese proyecto se convirtió en un bumerán durante las crisis de valores de los países del Sudeste Asiático, a finales de la década del noventa, con la más reciente crisis financiera del año 2008, en que fueron afectados los fondos de pensiones de las clases medias en los países altamente desarrollados, obligando a que los dirigentes ejecutaran los famosos salvatajes financieros del Estado, con el fin inmediato de salvar al capitalismo.

Desdeñar a la clase media urbana es desdeñar el interés nacional. Burlarse de la clase media es como burlarse del país. Pues a nadie le conviene una sociedad polarizada en el Tercer Mundo, como la de Honduras, ni como la de ningún otro país vecino, ya que tal circunstancia podría convertirse en un dominó regional, con unos niveles de violencia desacostumbrada. Una violencia sin sentido alguno, que sólo favorecería a unos pocos que pasan día y noche conspirando contra la paz nacional, en función de sus intereses personales y familiares inmediatos. Una mala lectura de los intereses de la clase media podría vomitar resultados catastróficos, inclusive para los más ricos y para los más pobres, lo cual redundaría en perjuicio de los intereses vitales de la nación.

Luego, a la par de lo anterior, sería crucial que todos los hondureños estuviéramos poseídos de una visión democrática, desde una perspectiva integral. Y es que no se puede ni se debe hablar de democracia al margen de los proyectos económicos que involucren a la mayor parte de la ciudadanía. Aquí las exclusiones se volverían peligrosas. Tampoco se puede hablar de democracia sin considerar el tema de la seguridad y de la violencia cotidiana, problema que pareciera compararse al de las oleadas marítimas, con sus flujos y reflujos, en que cuando menos se espera en un barrio o en una colonia cualquiera, reaparecen, como si fueran langostas, los jóvenes asaltantes, robando dinero, celulares y amenazando las vidas de los indefensos transeúntes.

Por último, no se puede obviar que aquellos que se dedican a denigrar internacionalmente a Honduras, al margen de sus simpatías y antipatías ideológicas, se comportan como verdaderos enemigos de la nación. Pues el daño inmediato se lo infligen a los pobres y a la clase media en general, es decir, a su propio país. Claro está que esa gente obedece a un proyecto encaminado a alejar a los inversionistas directos y a destruir la economía nacional, bajo la creencia falsa que ellos pueden rehacer la economía de Honduras. Pero de hecho son personajes incapaces de trabajar en función del interés nacional.