Refugios del “Espíritu”

Por: Segisfredo Infante

No es un concepto solamente religioso. Mucho menos esotérico. Es más bien un concepto con una nueva carga semántica, adquirida en los círculos de la alta “Filosofía”, especialmente a partir de su sistematización en el texto y contexto de la filosofía clásica alemana, con autores como Friedrich Joseph von Schelling, y el gran Guillermo Hegel, en donde la búsqueda del “Espíritu Absoluto” racional, y a veces romántico, será una de las constantes de estos dos filósofos, y de buena parte del pensamiento europeo posterior.

Aquí conviene salvaguardar, además, el concepto de “Metafísica”, que después de la majestuosa obra sintetizadora de Aristóteles, ha sido manoseado y vaciado hasta el absurdo, sobre todo por individuos que buscan las explicaciones del mundo en las artes menores del esoterismo. Incluyendo la “magia negra”. También ha sido distorsionado y despreciado, tal concepto, desde aquellas posturas modernas propias del materialismo mecanicista o “materialismo vulgar”; del neopositivismo lógico o “empirismo lógico”; pero igualmente desde las recetas lapidarias de cierto tipo de materialismo dialéctico y de otras tendencias filosóficas del siglo veinte. De alguna manera estas aclaraciones conceptuales aparecen, subyacentemente, con referencias bibliográficas de fondo, en mi ensayo sobre el “Lenguaje Filosófico Intrincado”, que se ha publicado, en días recientes, en la revista “Búho del Atardecer” número veinte, que corresponde a los meses de abril y mayo del año que ahora mismo discurre. En noviembre del año pasado Rossel Montes publicó, por su parte, un breve pero importante artículo sobre el “pensamiento metafísico”.

Expresado lo anterior es perentorio detenerse, un tanto, en los apremios espirituales profundos que el hombre pensante padece y requiere por causa de las prisas excesivas y de las precariedades económicas de la modernidad y de la posmodernidad de los siglos veinte y veintiuno. Hay una prisa que es propia de la descomunicación humana, en un mundo “súper-informado”, paradójicamente superficial, formalista, mentiroso y frívolo. Hay otra prisa causada por la violencia descomunal creciente que se observa en distintas regiones y subregiones del planeta, por diversos motivos, razones y sinrazones ideológicas. A estos dos apuros habría que sumarle la incertidumbre económica, incluyendo la pobreza material y espiritual, en las grandes metrópolis y en las sociedades periféricas.

Frente a la prisa, la violencia y la superficialidad, el “Hombre” fotopensante necesita refugiarse en algunos recodos del “Espíritu” trascendente, ya se trate de la filosofía, la religión, la teología, la poesía o la ciencia. No ha sido casual que en el curso de la “Historia” algunos personajes se hayan refugiado en las cuevas del desierto; en los oasis; en las academias pitagóricas y platónicas; en las montañas; o en los pequeños gabinetes de trabajo intelectual urbano, con el fin inmediato y ulterior de sortear las convulsiones políticas y guerreras de sus respectivas épocas, igual que las enormes incomprensiones de sus paisanos, que nada o poco saben del pensamiento profundo sosegado. Son ejemplos singulares de lo afirmado la escuela pitagórica integrada por matemáticos y místicos dispersos en el sur de Italia y en Sicilia. Luego la Academia de Platón en las orillas de Atenas. Más tarde los profetas Esenios de las cuevas de “Qumran”, en los alrededores del Mar Muerto, a poquísimos kilómetros de Jerusalén.
Y al final los eremitas cristianos del desierto, contemplativos y activos simultáneamente. Sin olvidar a los monjes y copistas medievales; y a los poetas y filósofos modernos apartados del “mundanal rüido”, según el decir del sefardita católico Fray Luis de León. En América Central José Cecilio del Valle sería un formidable ejemplo de trabajador intelectual solitario en su gabinete, más allá de las turbulencias federales y separatistas de su transitoria época.

En nuestros días, dado el caos y la dispersión de poderes con la violencia aparejada en casi todos los rincones del mundo, habría que preguntarse por el destino de la gente que realmente pasa ocupada y preocupada en las cosas del pensamiento trascendente; o en las investigaciones científicas imparciales, ya sea hacia lo interno de las sociedades; o traspasando las fronteras patrias. La pregunta por el destino de los pocos sujetos pensantes, es una pregunta radical. De eso depende en buena medida la subsistencia de la memoria de las civilizaciones y de la cultura de los pueblos. Pues la conservación del pensamiento abstracto requiere de medidas concretas de protección, al margen de las malas querencias ideológicas; y al margen de los mezquinos que nunca ven más allá de sus propias narices.