Por: Benjamín Santos
La noticia nació en el Congreso. El procedimiento para presentar la lista de cinco abogados nominados para seleccionar al nuevo Fiscal General se encuentra avanzado. Hay más de 20 preseleccionados para que el Congreso vote por un Fiscal General y uno Ajunto. De repente el jueves se nos sorprende con la idea de que las bancadas de los tres partidos mayoritarios pretenden crear una comisión interventora como se ha venido haciendo en otras instituciones del Estado para satisfacer intereses partidarios y diluir la responsabilidad administrativa frente al pueblo hondureño. Si hay tres responsables, ninguno es responsable. Así ocurre en varias instituciones, empezando por la Vicepresidencia de la República que desde 1939 con algunas excepciones está a cargo de tres designados.
No vamos a enumerar las instituciones que antes estaban a cargo de un director que respondía por su gestión y que ahora están a cargo de comisiones de tres, una persona por partido. Quizá la única institución en la cual se justifica esa integración es en el Tribunal Supremo Electoral por ser de naturaleza político-electoral en la cual los partidos desempeñan un papel protagónico. Inmediatamente que se nombra una comisión para dirigir instituciones administrativas entran en juego los intereses personales o de grupo. Hasta hoy se ha tolerado esa manera de administrar la instituciones, pero llevar ese modelo al Ministerio Público es algo que no se debe soportar ni aprobar.
El Ministerio Público ha ido recuperando su imagen después de un tiempo de total anonimato. Hay que recordar que la institución no representa al Estado sino a la sociedad en general. Su autoridad debe estar por encima de todos los intereses políticos en juego, porque tiene el monopolio de la acción penal y no puede entrar en componendas de ningún tipo. En el actual proceso de selección por parte de la Junta Nominadora o Proponente, presidida por el presidente de la Corte Suprema, ha prevalecido un alto grado de responsabilidad. Agradó la opinión del presidente de la Corte al reafirmar que cualquier cambio que se introduzca en el proceso de selección violenta disposiciones constitucionales y legales.
Lo peor que le puede pasar a Honduras es que se siga jugando con las instituciones. Quienes hemos vivido suficiente para darnos cuenta de las consecuencias podemos comparar el respeto que se tenía hace algún tiempo por la Presidencia de la República, por el Congreso Nacional, por los cuerpos armados y hasta por los cargos en las corporaciones municipales. Se creía y con razón que para ocupar esos cargos había que tener los méritos acumulados en la vida profesional y ciudadana. A nadie se le ocurría lanzarse de candidato a un cargo público sin medir primero la responsabilidad y las consecuencias personales y para el país.
El Ministerio Público es un cargo de gran responsabilidad. El fiscal general tiene sobre sus hombros la lucha contra los delitos grandes, medianos y pequeños. Pero sobre todo el combate al narcotráfico, a la corrupción y a toda la delincuencia organizada que no es poca cosa. Se ha logrado avanzar mediante una coordinación adecuada entre las diferentes instituciones, trabajo que no ha sido fácil. El primer fiscal conserva la aureola de haber hecho un buen trabajo, pero le quitaron el brazo armado para dejar a la institución mutilada. El actual fiscal creó la ATIC que ha hecho un buen trabajo, pero se ha tenido el inconveniente de que el fiscal adjunto desapareció del mapa. Sin una adecuada integración del equipo interno y sin las necesarias coordinaciones externas, la labor se hace más difícil.
No queremos una Fiscalía tricéfala como ocurre con tantas instituciones, porque debe haber unidad en las decisiones y en la acción. De lo contrario la institución se convertiría en un órgano de representación de intereses partidarios en vez de lo que es y debe ser, la institución que representa a la sociedad en general en el combate a la delincuencia. Si este artículo resulta ser una reacción exagerada a un rumor, me disculpan. Pero es que ya hay antecedentes suficientes de tricefalismo para no poner las bardas (no barbas) en remojo y reaccionar a tiempo.