PANDORA Y LA CONSTITUYENTE

VENDEN ilusiones. Como esa Constituyente espuria que metió la autocracia a los sufridos venezolanos, para dar cristiana sepultura a la Asamblea Nacional ganada por la oposición con más del 70% de los votos. No la toleraban, pese a que era adorno inútil ya que todas sus resoluciones eran anuladas con fallos descarados de los obedientes magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Las órdenes a la Constituyente –donde no hay un tan solo representante de la oposición– son equivalentes a las que cumplen los leales generales. Esos están más que cómodos operando y lucrándose de las dos terceras partes de los recursos estratégicos del país que les entregaron. Las instrucciones a la Constituyente: Convocar elecciones adelantadas para reelegir al dictador gracias a los votos contados a su manera por la servicial doñita del Tribunal Supremo Electoral. Y no podía faltar. Elaborar una nueva Constitución a la talla del jefe, porque ya no le cuadraba la sacrosanta Constitución hecha a la medida del finado líder de la revolución del siglo XXI.

Algo semejante proponen hacer acá los pupilos. Probaron competir en las pasadas elecciones con una alianza opositora colocando un candidato único para rescatar el barco del inminente naufragio y, vaya milagro, pegaron con la escogencia del capitán. Ahora que se amotina y no se somete, lo corren porque “ya no lo resisten”. Así que solo queda la Constituyente. La causante de aquella crisis política anterior cuando quisieron apearse el árbol completo porque les estorbaba una rama. (La cuarta urna era el gancho con que volarse la Constitución de tajo para el continuismo. Igual que el modelo venezolano con Nicolás atornillado en el poder). No les entra por ningún lado que la Constitución no permite que la linchen. La inviolabilidad de la misma dispone: “Esta Constitución no pierde su vigencia ni deja de cumplirse por acto de fuerza o cuando fuere supuestamente derogada o modificada por cualquier otro medio y procedimiento distintos del que ella mismo dispone”. No permite, más bien prohíbe que se abra esa caja de Pandora de la Constituyente. Constituyentes son para restaurar el Estado de Derecho cuando se rompe la institucionalidad jurídica. O bien por acto de una revolución violenta. Así que eso de una Constituyente es quimérico antojo destructivo de la paz, para mantener a la afición de boca abiertas entretenidos con otra ilusión. La treta consiste en mantener un ambiente de crisis en el país que obligue, en la desesperación, a abrir la caja de Pandora.

Aquella tinaja con todos los males del mundo que destapó la curiosa mujer que le dieron a Epimeteo, hermano de Prometeo, como venganza por haber robado el fuego y dárselo a los humanos. Ya aplicado al mundo de los mortales ¿cuántos hay aquí con sed de venganza? Pero para mantener esa sensación de calamidad hay que consultar el libreto venezolano. Meter odio a la sociedad, dividirla entre rivales irreconciliables. Colocar enemigos al otro lado, satanizarlos, convertirlos en símbolos aborrecibles, para que la rabia hierva entre los propios. La pandilla que detenta el poder de la autocracia venezolana es especialista en esas prácticas. No se trata de construir nada. La misión es arruinarlo todo. Hasta hoy, por lo menos aquí, no hay papos con deseos de obsequiarles a los aventureros la cajita de Pandora a ver si sea cierto que una vez ocurran las catastróficas consecuencias en el fondo quede la esperanza.