Por: Benjamín Santos
Las personas como las instituciones necesitan algún prestigio para ser respetadas. Por eso alguna gente se encarga de llevarlas al desprestigio atribuyéndoles actuaciones reales o supuestas que dañan su imagen. Una vez que se ha logrado el desprestigio, ya es difícil y hasta imposible volver a levantarlo. La tendencia de la agente es creer todo lo que se dice en desprestigio de alguien o de algo. Por eso los chismosos abundan. Nadie les pide que prueben lo que afirman. Conozco personas que se supone de alto nivel que gozan recogiendo y difundiendo hechos que desprestigian a otros y se quedan tan tranquilos como si no hubieran hecho nada.
Pero aquí nos interesan las instituciones públicas y privadas. Todas necesitan gozar de la credibilidad por parte de la población, pero a veces desde adentro se les desprestigia. Empecemos por el Congreso Nacional tan respetado en otros tiempos. Cinco diputados fueron llevados al Ministerio Público por malversación de fondos públicos y para ayudarlos se procede a la famosa fe de erratas que condujo a la modificación de la ley del presupuesto ya aprobada. Ahora se encuentran denunciados los dos miembros de la directiva que recurrieron a la famosa fe de erratas, mecanismo de sobra conocido, para favorecer a sus colegas. Se trata de modificar con ese pretexto el proyecto aprobado para acomodarlo a otros propósitos. No tenemos nada contra las personas involucradas, pero creemos que eso daña la imagen del órgano Legislativo de tanto prestigio en otros tiempos.
Agréguese a lo dicho el feo espectáculo de dos diputados enfrentados verbalmente en pleno hemiciclo Legislativo, no en una discusión sobre temas parlamentarios, sino en una lucha de puta vos y puta yo como hubiera podido ocurrir en un mercado. Algo sabemos de la personalidad de los legisladores enfrentados y nada nos hubiera sorprendido en otro escenario, pero la falta de respeto al lugar donde estaban nos deja sorprendidos. Hemos visto con tolerancia e indiferencia el hecho de que los legisladores se hayan aumentado el sueldo para compensar el millón que recibían cada año supuestamente para proyectos sociales que en su mayor parte resultaron ser un engaño. La misma actitud hemos tomado para la mayoría de diputados que no trabajan ni en las comisiones ni en los plenos, porque al fin y al cabo recibieron del pueblo un mandato libre.
Pasemos a otro caso: las corporaciones municipales. Las municipalidades se eligen como órganos administrativos, aunque su elección se hace por medio de los partidos políticos. Su obligación es responder a las comunidades que administran y a los mecanismos de la administración descentralizada, no al partido político por medio del cual fueron electas. No sé cuántos funcionarios municipales están presos por corruptos o por estar involucrados en la delincuencia común. Sé que hay alcaldes y corporaciones municipales que funcionan y cuentan con el apoyo de sus comunidades para esperanza de todos, y es que las municipalidades han aumentado vía subsidios, tasas e impuestos sus ingresos de manera que en arca abierta hasta el justo peca, pero no hay duda que esa conducta afecta la imagen de las corporaciones municipales.
Lo último que esperábamos es que el Poder Judicial, que debe ser el más independiente de los tres poderes y el más apegado a los valores éticos, esté cayendo en el desprestigio. Lo ocurrido con la sentencia sobre el convenio con la MACCIH, sobre si es constitucional o no, dio lugar a una acción legal de parte de Consejo Anticorrupción, sea fundamentado o no, nos deja con la duda de si el Poder Judicial podrá conservar o fortalecer su prestigio. La respuesta que dio la Fiscalía nos aumenta la duda, porque la aceptación general a las sentencias del Poder Judicial fuera de los recursos cuando procedan, se pone en entredicho. No estoy informado sobre el fondo del caso, pero dejo planteada mi preocupación sobre la pérdida de prestigio de las instituciones en el momento en que la población más necesita creer en las instituciones del sistema.
Dejo claro que solo pretendía dejar planteada una preocupación, porque después del desprestigio viene la anarquía mezclada con la violencia.
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