¡La mamá de los pollitos!

Por: Patricia D´Arcy Lardizábal

Cuando trato de hacer un inventario mental de los libros que nos han gustado e ilustrado más, se me viene a la mente “Exploraciones y Aventuras en Honduras, de William V. Wells”, quien visitó este país en aquel tiempo que se había descubierto oro por todo el mundo  y en varios lugares insospechados como en Australia y en Perú estimulado por  el ejemplo de California donde se habían descubierto depósitos auríferos que aumentaron en el mundo a fantásticas sumas y que le condujo a la reflexión de que, similares depósitos de oro podrían existir en Honduras, los cuales nuestros indígenas únicamente escarbaban con las toscas herramientas de su raza semi-civilizada.

Debido a la falta de mapas y documentos redactados por escritores extranjeros sobre Centroamérica,  ignoraban la ubicación exacta sobre la región que en Honduras se proponían visitar, particularmente de la parte oriental del país y la extensa zona bañada por el río Guayape.

Se desconocían las distancias entre las ciudades principales y las haciendas y mucho menos donde estaban las codiciadas minas de oro de ese rico departamento; se conocían únicamente entre las pocas ciudades las que aparecían según refiere el explorador, ubicadas en la línea del proyecto del Ferrocarril Interoceánico, que  E. G. Esquire había escrito sobre Honduras en su famoso libro “Honduras, descripción histórica, geográfica y estadística”, describiendo los errores geográficos y cartográficos por los pocos conocimientos que se tenía de Centroamérica.

En aquel tiempo, los exploradores buscaban no solamente explotar yacimientos de oro, sino que establecer mercados comerciales para la exportación de pieles, maderas de construcción, maderas de tinte y otros objetos de valor por la fama que tenía el río Guayape o Patuca en el departamento de Olancho, el cual la Asamblea Nacional Constituyente de Honduras en 1825 había decretado la primera demarcación territorial del Estado de Honduras, dividiéndolo únicamente en siete departamentos: Comayagua, Tegucigalpa, Gracias, Santa Bárbara, Olancho, Yoro y Choluteca.

Wells, en su viaje al considerar lo poco conocida que era Honduras, resolvió además de cumplir con su tarea de buscar oro, dedicar parte de cada día a llevar un registro de los acontecimientos que le sucedieran en su viaje y que abarcara las peculiaridades de carácter y costumbres, y las ocurrencias generales de su viaje de un pueblo aislado y primitivo;  y así  las cosas, después de recorrer más de miles de kilómetros la mayor parte a “lomo de mula” refiere el historiador doctor Rómulo E. Durón en su libro, “Bosquejo histórico de Honduras”, que al visitar más de treinta y ocho ciudades y aldeas, había reunido todo cuanto le parecía importante para arrojar luz sobre la historia y recursos naturales del país, tales como monedas, retratos, muestras botánicas y folletos de toda clase, ubicados en los diarios y en los dibujos de la época.

Al internarse en el departamento de Olancho y después de pasar varias semanas en Lepaguare y en las haciendas vecinas, se dedicaba a gozar de continuas y alegres recepciones y del calor de la rústica cordialidad de sus gentes, visitando la famosa ciudad de Juticalpa de la que había oído decir ofrecía a los extranjeros, valiosos datos sobre la arquitectura de sus edificios y de las costumbres sencillas de sus habitantes; allí conoció a las familias Zelaya, Gardela, Mejía y Garay según él,  ciudadanos circunspectos y ricos que tendrían caballos siempre listos para él y cuyos dueños le dieron valiosos informes sobre las personas y  sus costumbres; además después de los agasajos que le ofrecieron lo llevaron a conocer un corral de ovejas, gallineros con gallos de pelea y gallinas culecas.

Se quejaban ellos de los daños que les causaban los “coyotes” y sus aullidos, como sucede ahora en los estrados del Congreso Nacional, donde se escuchaban recientemente, los latidos de los perros contestando unánimemente como cuidadores del gamonal y su hacienda, (Honduras).

Algunos de los mozos (serviles) con temor a los coyotes,  se escondían afligidos buscando protección como lo hacen en Olancho los pollitos que se esconden bajo el ala de la mamá que, cuando están culecas con su calor empollan los huevos de donde se originan posteriormente los gallos de pelea.  Entre esos aspirantes al nacer, salen: gallos chorompos, gallos de pelea y padrones para las nuevas generaciones que se irán a medir en el futuro en las populares “galleras” donde se apuesta a quién gana con los billetes en la mano, lo que hoy es el tilín-tilín. También desde aquel entonces salen gallos “correosos” entre los escogidos, no porque los derrotan las bancadas sino porque les falta la estamina de los líderes que no son los que cantan por la mañana sino que son los últimos en acostarse para que no se coman los “coyotes” a su manada.

Cualquier semejanza de los gallos de Olancho a los de Tegucigalpa, es pura coincidencia, esperamos que los “papás de los pollitos” no salgan gallos correosos cuando les toque enfrentar en las respectivas galleras, las miles de necesidades que vive el pueblo hondureño, (diputados).  Deseamos que lleguen hasta el final de la jornada respetando “las reglas de juego”, que en este caso no son otras que el respeto a la ley y a nuestra Constitución Política la que han infringido  descaradamente.

*Las riendas del gobierno político corresponde llevarlas a quien sea más capaz de hacer prevalecer la ley común de la sociedad, es a saber, la justicia, la razón y la verdad.