¡Decepcionante!

Por: Benjamín Santos

Para quienes militamos en las filas de la tercera edad, lo que viene ocurriendo en nuestra patria desde hace años, es decepcionante. La delincuencia en todas sus manifestaciones se ha convertido en un negocio muy rentable para toda la pirámide social, desde la alta cúpula  hasta  la base  cada uno a su medida.  El dinero todo lo puede. La honradez es  una mala conducta de la cual  dan ganas de avergonzarse ante la opulencia de quienes la han echado  por la borda. Aquello de soy pobre, pero honrado que antes  era timbre de orgullo, hoy casi da pena, porque  implica vivir sometido a toda clase de sobresaltos  en la vida diaria. La última redada  presentada como  la caja de Pandora, en alusión a la leyenda griega que se refiere a una caja  donde se encontraban todos los males que al salir inundaron a la sociedad de  su tiempo y si vamos a creer en la leyenda su efecto llaga hasta nuestros días, ha aumentado la decepción.

Cuando se desmorona  la poca  confianza que todavía se mantiene en la cúpula económica y política, nos hace entrever las posibilidades de una pérdida de credibilidad, fino tejido que mantiene unidos los diferentes niveles de la sociedad. La desconfianza total conduce al borde de una rebelión popular que solo necesita  un grupo de agitadores disfrazados de líderes para terminar con el poco orden  que todavía se conserva. Nos queda la esperanza de  que los implicados logren desvanecer con pruebas los cargos que  se les hacen y que la  presunción de inocencia se mantenga en todo el curso del juicio. Sin embargo, el daño está hecho y nada volverá a ser igual.

Los riesgos están a la vista. Las cárceles, a pesar de su renovación, se  encuentran llenas de presos, unos juzgados y otros, quizá la mayoría, pendientes de ser juzgados y sentenciados. Llegan  rumores y a veces noticias sobre  la infiltración de armas y droga, aunque no en las cantidades  de los centros penitenciarios que se cerraron. Esto sin contar los costos que el Estado lleva  para mantener los centros penales. Para perseguir la delincuencia se han multiplicado los cuerpos armados, militares y policías.  Eso también tarde o temprano nos llevará a otro proceso de depuración ya que la contaminación, por lo que oímos, no termina. Adultos, jóvenes y niños  integran las bandas dedicadas a la  comisión de delitos. A nivel social no ha sido posible levantar  una muralla estratégica que pueda frenar ese avance.

A nivel de la población en  general solo nos queda una satisfacción. Que de una a vez y ojalá  para siempre ha quedado al descubierto el viejo truco de trasladar recursos públicos a  organizaciones privadas de desarrollo con el pretexto de financiar proyectos de desarrollo sabiendo de antemano que esos recursos iban a beneficiar a candidatos o en todo caso a personas particulares. Las explicaciones en este último caso por parte de quienes recibieron el dinero es que no se daban cuenta de dónde llegaban los recursos, pero sabían en qué utilizarlos. Se sabe ahora que eran recursos   originados en fondos para proyectos de desarrollo agrícola, sector con enormes necesidades de apoyo estatal.

No nos alegra ver en la lista de implicados  a personas conocidas  y algunos con un alto perfil a nivel social. Sin embargo, deseamos que esta pesadilla se aclare y que  quienes  salgan responsables  que respondan por sus acciones. No queremos que se proteja y se encubra a los delincuentes, no importa su  investidura y su perfil social o político.  Que se siga combatiendo al narcotráfico  y a los grupos dedicados a  tiempo completo a la delincuencia. La coordinación entre los gobiernos del  área con USA  tiene  que fortalecerse por ser una garantía de  una coordinación efectiva para un propósito común. El gobierno vemos que tiene claro el camino a seguir, pero  la delincuencia en vez de disminuir, aumenta.

Alabamos el esfuerzo que se está haciendo por orientar a la niñez, la adolescencia y la a juventud para apartarlos del camino incorrecto. En este aspecto queda mucho  por hacer, pero  lo importante  es que ya empezamos y que cada vez más personas, instituciones y grupos se unen a la lucha. Lamentable, pero hay que apoyar a la MACCIH, moral y materialmente así como a las autoridades estrictamente nacionales. Que así sea.

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