Jorge Luis Borges

Por: Carlos Gilberto Sandoval

El 14 de este mes se conmemora a nivel mundial, el trigésimo aniversario del fallecimiento del más grande o, uno de los más grandes poetas y escritores de habla hispana: Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, llamado comúnmente Jorge Luis Borges, intelectual que trascendió hacia el mundo, por la perfección de su estilo, la pureza de su narrativa y la belleza incomparable de su poesía.

Escribir sobre Borges, es arduo. Es “adentrarse en lo sorprendente, sumergirse en sus sueños y enigmas, en sus laberínticas pasiones y rastrear su vida” como dice Teitelboim; o en los “temas recurrentes habituales, como la perplejidad metafísica, los muertos que perduran en mí, la germanística, el lenguaje, la patria, la paradójica suerte de los poetas”, como señala José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras en la Antología “Borges esencial”.

Borges siempre prefería la sentencia escueta, lapidaria, epigramática; cultivaba las antinomias que explican las raíces envolventes de su lectura y la desconcertante de su actuación. La negación de la negación, da la impresión que nos señala el camino o búsqueda que no termina nunca.

La profundad de su literatura alcanzaba casi siempre temas míticos y arquetípicos, que afloran en sus argumentos.

“El tiempo como una realidad le preocupaba en su dimensión más profunda y ante el cual siente una impotencia lacerante, el mundo desgraciadamente es real”, ha dicho este refutador amargo e irónico del suceder temporal, este creador de una conjetura que intenta convertir el tiempo en eternidad.

Le preocupaba “la angustia sonámbula del hombre en su condición de itinerante entre los dédalos de la vida aparentemente sin sentido, el caos del mundo y la desolada visión de lo ignoto” que expresa en frases de fuerte valor simbólico.

Desempeñó prestigiados cargos como: Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores; director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Sociedad Argentina de Letras; conferencista y profesor universitario.

Recibió honoríficas distinciones de gobiernos extranjeros: Doctor Honoris Causa de la Universidad de la Soberana París; de Columbia, Michigan, Yales Oxford de Estados Unidos; Harbard de Inglaterra; Santiago de Chile, Chile. Obtuvo el premio Nacional de Literatura Argentina en 1956, el de Fomentor en 1961 y el de Cervantes de España en 1979.

Entre sus libros de cuentos destacan: Historia universal de la infamia, El Aleph, El informe de Brodie, El libro de arena y la Memnia de Chakespeare.

En poesía: Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente, Cuaderno de San Martín, El hacedor, El otro el mismo, Elogio de la sombra, La rosa profunda, La cifra, Los conjurados y el Oro de los tigres, etc.

Casi siempre descreía de las academias, principalmente de la Real Academia Española, por lo que esta inquieta, lo miraba con el rabillo del ojo; pero lo admiraba y reconocía su enorme capacidad intelectual, su erudición profunda, al grado que hoy le rinde merecido homenaje en el trigésimo aniversario de su muerte, en la antología “Borges esencial”, con sendos ensayos críticos de Teodosio Fernández de la Universidad Autónoma  de Madrid; de Alberto Giordano de la Universidad  Nacional de El Rosario; de Darío González de la Universidad de Copenhagüe; de Noé Jitrik de la Universidad de Buenos Aires; de Santiago Silvester de la Universidad Argentina de Letras y de Graciella Tomasini de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.

El arte genuino, discreto y esquivo de Borges se nutrió de la lateralidad y la reticencia,  recomendó siempre la hipnosis y desaconsejaba su imitación. Este era Borges. El que nunca recibió el Premio Nobel por intriguillas políticas, que deben desaparecer del ámbito de la literatura.