ALAGARTADOS Y LAS BALEADAS

LAS solas declaraciones de representantes de Arabia Saudita y Rusia de incrementar la producción de petróleo, a partir del próximo mes de julio, detienen la tendencia alcista de los precios del crudo. Lo que son las cosas. Cuántos gobiernos se pueden desgalillar diciendo cualquier cosa sin que nada suceda y solo es que los jeques de los pozos petroleros suelten una ligera insinuación y ello tiene efecto inmediato en los mercados. Aquí paró en seco el incremento semanal de los precios de las gasolinas y más bien en las bombas hubo una leve rebajita. Quizás ese aliciente sirva ahora que amenazan con incrementar las tarifas del transporte. Otros países del odioso cartel de la OPEP, entre ellos Ecuador y Venezuela, se manifiestan en contra de incrementar el suministro. Ellos quieren continuar estrangulando al mundo con los altos precios que ya se pagan. Así son esos extorsionadores, con tal de llenar sus arcas, poco les importa el sufrimiento de los pueblos descalzos importadores de crudo.

En otros dorados tiempos cuando el petróleo había alcanzado precios de expoliación, el finado comandante venezolano recibía ingresos a manos llenas. Las migajas que se le caían de la mesa, después de la suculenta forrada que se daba, las repartía en financiamiento subsidiado del crudo a los países acabados. Así –con la mano de pedigüeños extendida– mantuvo girando en su órbita a muchos menesterosos. Todavía por allí salen idólatras exigiendo agradecimiento al generoso comandante de la revolución del siglo XXI. Por la dádiva que les repartía para subsidiar el consumo, rebajando unos pesitos al precio del galón. No era tanto el ahorro tampoco en las gasolineras; pero utilizando los recursos del perdón de la deuda –que debieron invertirse en reducir la pobreza no en gasto público– agregadas a las limosnas que daba Venezuela, mantenían el espejismo en un público de boca abiertas. No era de regalado, solo era un préstamo por un porcentaje del costo para que no todo se pagara al contado. El préstamo le servía al gobierno –cargada la factura a los hijos y a los nietos, como tarjeta de crédito de consuma ahora y pague después– para equilibrar sus déficits presupuestarios. Hoy, otra vez se han vuelto a disparar los precios de las gasolinas como resultado de la reducción del suministro mundial convenida por el alagartado cartel. Solo a Honduras le incrementaría este año 150 millones de dólares su factura petrolera. Imagínense cuántos quintales de café adicionales tiene el país que producir para pagar esos 3,600 millones de lempiras extra que nos cuesta la importación del crudo.

Todo el mundo para comercializar sus productos se rige por la oferta y la demanda. Si hay mucha producción y poco consumo los precios caen. Si lo disponible es poco y el apetito es grande, los precios suben. Así ocurre que los consumidores extranjeros nos pagan precios de caridad por el café que exportamos porque no hay cartel del café que manipule ni el suministro ni los precios. Igual sucede con todos los demás postres que producimos. Compramos caro lo que viene de afuera y vendemos barato lo que mandamos. Y si como consecuencia de lo anterior hay déficit pronunciado en la balanza comercial, vienen las aves agoreras a exigirle al país la devaluación acelerada. Para que nos cueste más lo que traemos de afuera y les cueste menos a los consumidores del exterior lo que nos compran. Solo el petróleo no está sujeto a las reglas de la competencia. Los acaudalados que lo tienen, debaten –en banquetes de fino menú y exquisito vino– cómo manipular los mercados acordando las cantidades que aflojan de su preciado recurso. Mientras aquí el pobre pueblo pobre, alborozado celebra el día de la baleada.