RECORDANDO A MAESTROS

Dedicarles un recuerdo a los hombres y mujeres que en el pasado se distinguieron en la educación en nuestra ciudad capital y que al conocerlos nos permitió grabar para siempre en nuestra memoria sus luminosas trayectorias resulta para las generaciones del ayer una enorme satisfacción que se asocia a las viejas escuelas públicas y privadas de la ciudad como la Francisco Morazán y José Trinidad Reyes en La Ronda, José Cecilio del Valle y José Trinidad Cabañas en El Guanacaste, Álvaro Contreras en Los Dolores (foto 1), la Francisca Reyes en El Jazmín, la República Oriental del Uruguay, anexo al Instituto Central, la Lempira y la Argentina en Comayagüela (foto 2) la Centroamérica en el Barrio Abajo y la Federico Froebel.

De ese pasado magisterial estos nombres son inolvidables, Juana Margarita Pavón, Rosa Barahona, María Francisca Rivera Cáceres, Nicolás Montes, Fulgencio Castillo, Carlos F. Licona, Eufemiano Claros, Enrique Rivera, Arturo Santos Vallejo, Bertha Barahona, Guadalupe Munguía, Julián López, Carmen García de Barahona, Benigno Hernández, Lucila Valladares de Fúnez, Raymunda Maclelan, Isabel Burgos, Carmen Castro, José Pérez, Rafael Valle, Graciela Mejía, Fidelina Navarro, Ángel Fortín, Ada Borjas, Alberto García Bulnes, Francisca Pon de Bustillo, Román Valladares, Sergia Castañeda, Paquita Guerrero de Lardizábal, Alejandra Valladares, Aída y María Luisa Guerrero, Horacio Elvir Rojas, María Trinidad del Cid, Toribio Bustillo, Carmen Ramírez Díaz, pertenecieron a una época que en los años cuarenta y cincuenta, formaban junto a otros educadores de igual relevancia en las aulas primarias de las escuelas tegucigalpenses.

2 Escuelas Lempira y República Argentina en Comayagüela.

Maestros de educación secundaria como Vicente Cáceres (foto 3), Abelardo R. Fortín, Saúl Zelaya Jiménez, Filomena Carías, Carlos Antonio Aguilar, Antonio Andino Sandres, Ramón Carías Donaire, Salvador Colindres, Francisco Pineda Guevara, Isabel Sequeiros de Pinel, Gustavo Argueta, Godofredo Figueroa, Carlos Pedroza, Armando Ramos, Fausto Castillo, Lidia Cantor, Fernando G. Carías, Sergia Planas, Víctor F. Ardón, Jesús Aguilar Paz, Rafael Bardales Bueso, Ernesto Alvarado, Sergio Palacios, Estela de Pineda Ugarte, Leonor Izaguirre, Dolores de Bográn, Mazie Tatum de Rodríguez, Carmelina Rubí de Moncada, Federico González, el padre Laureano Ruiz, Otaciano y Adriana de Valerio, Inés de Haddad, Pedro Ordóñez y catedráticos en diferentes materias como Gustavo Adolfo Alvarado (foto 4), Armando Bardales, Federico Leiva, Juan Miguel Mejía, Héctor Pineda Ugarte, Francisco Murillo Selva, , María Pacheco de Díaz Gómez, Santos Juárez Fiallos, Francisco Blandón, Rafael Jerez Alvarado, Armando Gaborit, Rafael Escorcia, Constantino Marinescu, Tany Viana, Tadeo Girard, Valerie Roberts de Valenzuela, Santiago F. Toffé, Sergia Planas, Rafael Manzanares, Miguel Ángel Ramos, Policarpo Callejas Bonilla, Óscar A. Flores, Modesto Rodas Alvarado, Miguel R. Bárcenas, Felipe Elvir Rojas, Andrés R. Valladares, Federico Fortín Aguilar, Antonio Silva, Edmundo Sánchez, Raúl Ynestroza, Miguel Alvarado, Luis Asfura, Juan P. Ordóñez, Alcides Morales, Benigno Aparicio, el padre Nilsen, el padre Pascual De Canio y muchos otros, la mayoría fallecidos.

Pero también hay que sumar a los que hoy recordamos, a mentores de la talla de don Luis Landa Escobar (foto 5), Antonia Jerez Dávila, María Luisa Herradora, que retirados de las aulas, se dedicaron al final de sus vidas a convertirse en consejeros de maestros y alumnos que los buscaban para recibir de ellos sus sabías enseñanzas.

Aquellos maestros, tenían sueldos que hoy resultan irrisorios l. 30.00 mensuales, pero su entrega era tal que ellos mismos sufragaban gastos en la compra de materiales didácticos cuando la autoridad no ponía a disposición de ellos lo que necesitaban para impartir sus clases y muchos, dentro de sus posibilidades, ponían al alcance de los alumnos de escasos recursos textos mecanografiados para facilitar la enseñanza.

Muchos han de recordar que en esa labor pedagógica, profesores y profesoras, después de impartir sus clases, se retiraban a preparar lo que iban a enseñar a la mañana siguiente, compraban revistas ilustrativas como “Billiken” que se editaba en Argentina y con los gráficos de dicha publicación llamaban la atención de los alumnos que disfrutaban las enseñanzas que ellos impartían en el cumplimiento de su deber como maestros.

La época a la que nos referimos, se nutría con las grandes aportaciones que hicieron en su tiempo educadores de la talla de don Pedro Nufio (foto 6), Esteban Guardiola, Orfilia Laguna Vargas, Rubén Antúnez, Perfecto H. Bobadilla, José V. Vásquez, Miguel Ángel Navarro, Ibrahim Gamero, Norberto Guillén y otros insignes maestros que como faros iluminaron con la luz de su saber a miles de hondureños que preparados en todos los niveles de la educación, han servido a la patria en diferentes aspectos de la vida nacional.

Cuando en 1952, llegó la misión de educadores chilenos, entre ellos Guillermo Pinto Merris, su esposa Viola de Pinto y otros, esbozaron una reforma en los planes educativos que en cierto modo trastornó la sólida enseñanza que se recibía en aquellos tiempos donde los estudios constituían un verdadero crisol para formar a la niñez y la juventud.

En estas reminiscencias tributamos el recuerdo imperecedero a los maestros del ayer (foto 7) que cumplieron su misión en la vieja Tegucigalpa educando y dejando sembrada la semilla del respeto, la dedicación y el amor a la patria.

7 Don Pedro Nufio rodeado de maestros de la Escuela Normal de Varones en Tegucigalpa.

Hasta la próxima semana.