El negocio de la migración

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

El escándalo de los niños separados de sus padres por el Servicio de Inmigración y Aduanas norteamericano, ha puesto al presidente Trump en la picota por enésima vez. Se trata, eso sí, de un show mediático que se ha vuelto viral –yo diría epidémico, así como le gusta a Trump-, en el que sale ganando, como siempre, un montón de empresas, gobiernos y personas no muy sanctas.

El tema de los migrantes no es más que un vil negocio en el que muchos están sacando provechos de todo tipo. En esa cadena de valor –value chain, como dicen los gringos-, no pocos obtienen réditos según el negocio en el que se invierta: coyotes, abogados, secuestradores, casas de albergue, proxenetas, cárceles privadas, líneas aéreas y –por supuesto-, las organizaciones no gubernamentales. No debemos dejar de mencionar a ciertos gobiernos del área que se han acreditado un triunfo, según ellos, por haber obligado al gobierno norteamericano a echar marcha atrás en su proyecto migratorio. En otras palabras, las decisiones de la Casa Blanca sobre las deportaciones, ha disparado el ingenio y la creatividad de muchos para encontrar la oportunidad de sus vidas, aprovechándose del fenómeno que no es ninguna cuestión novedosa.

“Migrar es un derecho universal”, me dijo una periodista de un canal latino que se transmite en los EE UU, cuando me entrevistaron para opinar sobre el asunto de la caravana migratoria. Y la chica no deja de tener razón, aunque ella se encuentre en un estado de enajenación de primera generación, que surge cuando algunos inocentes se creen todo lo que repite el fulano de la calle carente de razonamientos sustanciales. Migrar es un derecho, pero cada estado  decide qué hacer cuando establece sus líneas migratorias. Veámoslo de esta manera: el sistema social “gringo” se basa en lo que los sociólogos funcionalistas denominan “la estabilidad del sistema”. La teoría viene de Emile Durkheim. Nada ni nadie puede perturbar la armonía social. El que se dispara es tildado de “disfuncional”, por ejemplo, los criminales, vagos y mantenidos. Es lo mismo: un flujo migratorio incontinente puede desequilibrar el sistema y alterarlo. Yo y usted, haríamos lo mismo que hace Trump.

Además está el tema de las crisis económica, política y social en países como Honduras o Guatemala: la gente no encuentra las oportunidades porque el sistema social nuestro, hace décadas que está colapsado. La gente no se va del país porque quiere, sino porque encuentra invivible su terruño. Entonces, para un gobierno, para un sistema social que no brinda seguridad -de ninguna especie- a sus congéneres, la cosa se vuelve un infierno cuando Trump hace el anuncio de la cacería de migrantes. Porque el retorno significa un duro revés para alguien que ha vivido por más de diez años en la tierra de la libertad y la democracia. Pero también le echa a perder el negocio a muchos. Además que es un dolor de cabeza para el sistema político: aumenta el número de personas en busca de un empleo -que no existe-, crecen los semilleros de maras y rateros, surge una presión sobre bienes y servicios que el Estado y la empresa privada no pueden satisfacer, y el reflujo de remesas tiende a la baja. En otras palabras: todo se pinta con el color de la pesadumbre.

Como habréis visto, la cosa no es tan simple: el fenómeno migratorio no es solo cuestión de un derecho ciudadano, sino también un problema de libre mercado, que Trump ha comenzado a echar por la borda: “Bussiness are bussiness”.