De la vocación… a la pasión

Sixmena Raudales
Docente UNAH—TEC Danlí

La “Lola”, era una fuente ubicada el centro del patio principal. Icónica figura que las normalistas de la otrora Escuela Normal de Señoritas de Villa Ahumada, emotivamente recordamos, como uno de los escenarios en donde solíamos escuchar la voz de aquella inolvidable dama llamada Esperanza Moreno de Santos, directora de esta prestigiosa Escuela, formadora de maestras, desde 1972 hasta 1991. Allí, desde la “Lola” nos requería diciendo ¨caminen derechitas, levanten su barbilla”. Y en algunos momentos menos pudorosas repetía enfáticamente “corrija su corpiño señorita ¨. Del corpiño, del movimiento al caminar, pasaba al Método Palmer con una facilidad que nos inquietaba a todas,  pues para ella, aquella danza que bailan las letras entre renglones, debían hacerlo al ritmo  de ella y sus palabras ordenadas. Y yo que no sabía bailar, contrastaba mi caligrafía  con las palabras de su discurso de despedida que, en buena parte, se centraba en la vocación.

Para ella, “solo aquellas con plena vocación, debían ser maestros”. Más inquieta aún, ingresé a la Escuela de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, impulsada por algún rótulo que leí en Villa Ahumada que decía Departamento de Orientación. Significaba entonces que existían profesionales con la capacidad para orientar a otros. Y por supuesto, yo debía conocer aquellos extraordinarios personajes que opinaban sobre el destino de la gente, por medio de una conducta ordenada y dentro de procesos de probada normalidad. En mi ciudad, El Paraíso, en esa época, ya se usaba la palabra psicólogo y/o orientador. Sin embargo yo no estaba ni cerca de comprender el alcance de aquella ciencia. Hice todo lo que estuvo a mi alcance, para integrar toda la estupenda bitácora cognitiva que me otorgó la UNAH; pero seguía preguntándome y entonces ¿Qué orienta a la gente? ¿Cuál es el perfil de un sujeto decididamente orientado o por lo menos como disminuyo el margen de error al orientarlo? Tiempo después y de manera turbulenta, digo turbulenta por el reto que supone entender al hemisferio cerebral derecho , sin sospechar siquiera que teóricos como Luria , en su obra Los Bloques Funcionales de Luria, hacia algunos años, nos había advertido que, quien no se divierte, baila, se cantonea, se acicala , y se despeina al mismo tiempo, cuenta chistes, leyendas,  historias o plática con los más viejos para enseñar a los pequeños, es pulcro pero tolera un poco de sucio, es bromista, buen vecino, ese individuo no está listo para desarrollar pasión por nada de lo que hace. Comprendí además, que tiene lógica la tira economía (así le llamamos en El Paraíso al ejercicio de costura en tela de manta con diversas puntadas, que Moreno de Santos no estaba equivocada cuando nos enseñaba, que la ronda al niño se canta con ternura, que el sube y baja de unas graciosas figuras denominadas letras no tienen ningún sentido, cuando no sacuden ambos hemisferios cerebrales  y transforman la realidad de alguien, que era necesario crear el teatro de títeres, los envasados en el taller de cocina, las figuras de origami, que replicar los interminables colochos de caligrafía y la lección aprendida y recitada frente a los compañeros, nos estaba preparando para la organización perceptual, para  hablar y escribir bien, para crear, para abstraer, pensar, resistir, respetar continuar, y pulir lo que ahora conocemos como paradigma de la complejidad. Estos hondureños desarrollaron su “expertis” descifrando este paradigma día con día. Lo digo por mi abuela Adela Ochoa de Raudales, maestra de generaciones, que pensaba que la gente debe mantenerse ocupada; pero de buen genio. Con sentido del humor, en otras palabras. Orgullosa por lo que hace. Y satisfecha de hacerlo.

Somos pocos los que aún escribimos en cursiva, declamamos  y dibujamos. El resto no lo hace. Necesitamos seguir todos, colaborando en condiciones de un facilitador natural extraordinario, para que los otros puedan activar el hemisferio derecho. Por medio de la aplicación de las recomendaciones de la directora Santos de Moreno, a quien le estoy en deuda la obligación de caminar “derechita”. Y cuando lo olvido, me impongo y lo sigo intentando. Al fin y al cabo, aunque soy psicóloga de profesión, me siento por vocación, más maestra que otra cosa, en la búsqueda de cambios de conducta en los demás. Respetando siempre su libertad, base de toda creatividad, en los seres humanos. Sin lo cual, el conocimiento y los cambios conductuales subsiguientes, son imposibles.