Coronel ® Matías Hernández, héroe de la guerra de 1969

El héroe nos recibe amablemente en el portón de su humilde vivienda en Lepaterique, a 48 kilómetros al sur de la capital. Llegar a este pueblo es una tortura por el mal estado de la carretera, que en algunos tramos parece camino de herradura. En otro momento abordaremos el inmerecido castigo vial a los pobladores de este municipio productor de un buen porcentaje de las legumbres y hortalizas que consumen los capitalinos. Hoy, el propósito de la visita es escuchar de viva voz del coronel retirado Matías Hernández, sobre la tan mentada, pero poco documentada, guerra entre Honduras y El Salvador, conocida también como la guerra del fútbol o la guerra de las 100 horas, a propósito de su 49 aniversario.

¿Dónde nació?

En Yamaranguila, Intibucá.

¿Indígena lenca puro?

Lenca puro.

¿Habla el dialecto?

No, en esa parte de Yamaranguila no se hablaba el dialecto, solo en las montañas.

¿Cómo vino a parar a Lepaterique?

Buena pregunta. Me mandaron a fundar un batallón, donde están los TIGRES ahora, por orden del presidente de la República, el general Oswaldo López Arellano. Llegué el 11 de noviembre de 1969, pero me vine a vivir en 1972.

¿Cómo entró al ejército?

Me presenté voluntariamente en un batallón de San Pedro Sula, porque un tío me hablaba mucho del ejército. Eso fue en 1952.

¿Lo trolearon?

Era muy riguroso, porque existía la instrucción chilena-americana, que era muy fuerte pero me quedé.

¿El primer puesto asignado?

El coronel con sus compañeros en la guerra de 1969.

Una vez que ascendí a sargento primero me trasladaron a la comandancia de Puerto Cortés. En 1957 me ascienden a subteniente y me trasladan a Santa Rosa de Copán. Aquí me formé hasta capitán y luego me trasladaron a Las Tapias a formar el batallón de la Guardia de Honor.

¿Hubo alboroto en las barracas cuando defenestraron a Julio Lozano Díaz?

Yo estaba en Puerto Cortés, en aquel tiempo, el comandante de arma, el mayor Salustion Montoya, se quiso sublevar porque no estaba de acuerdo, pero solo le mandaron unos aviones Corsario y después cambió de parecer y en el triunvirato lo llevaron como ministro de Gobernación.

¿Y en el golpe de Estado a Villeda Morales?

Yo estaba en Ocotepeque pero no hubo confrontación porque, según se contó, fue un acuerdo entre el presidente Villeda Morales con las Fuerzas Armadas para evitar que llegara Modesto Rodas Alvarado, ya que sus ideas no le gustaban a muchos políticos y militares. En Tegucigalpa sí hubo muertos de la Guardia Civil.

¿Dónde estaba asignado cuando la guerra de 1969?

En el batallón de la Guardia de Honor en Las Tapias.

¿Cuándo les comunican que El Salvador pretende invadir a Honduras?

Desde el 11 de julio había una campaña fuerte de parte del pueblo y las Fuerzas Armadas de El Salvador. Comienzan a movilizar tropas a la frontera, concentran las reservas y el 14 de julio deciden invadir.

¿Cómo estaban las Fuerzas Armadas en logística?

Estaba muy limitada en armas, casi con las uñas, podíamos decir. Tanto así que el coronel Zelaya Fonseca, que era el ejecutivo, tuvo que hacer una recogida de vehículos de las diferentes instituciones para trasladarnos a la Fuerza Aérea. El 16 de julio nos trasladamos vía aérea a San Rosa de Copán.

¿Qué siente un soldado cuando le dicen que va a la guerra?

Por supuesto, que lo primero que uno siente es miedo, como todo ser humano. Además, teníamos muchas limitaciones y las Fuerzas Armadas de El Salvador se habían preparado con tiempo, tanto en personal, como en logística. Tenían artillería y tanquetas.

¿Y Honduras?

No teníamos artillería, solo fusiles M1 y M2 sin municiones suficientes.

¿Y soldados?

Eso sí, muchos.

¿No eran planillas fantasmas?

No, estábamos completos. Teníamos una organización diferente a los demás batallones. Le estoy hablando del batallón que yo comandaba.

¿Cuánto duró esa guerra?

Empezó el 14 de julio a las seis de la tarde y terminó el 18 de julio con la orden del cese de fuego. Duró cien horas.

¿Cómo era el ambiente?

Nosotros llegamos a Santa Rosa de Copán y nos reportamos con el comandante de la zona, el coronel Arnaldo Alvarado Dubón. Nos habían dicho que estarían listos los vehículos para llevarnos a Ocotepeque, donde estaba el conflicto, pero no había nada disponible. Por suerte, al ingeniero Rigoberto Alvarado Silva, que era jefe de un plantel de mantenimiento de carreteras, nos prestó unas volquetas, pero no ajustaban para trasladarnos a todos.

¿Cuántos hombres andaban a su cargo?

512 más 12 oficiales. Entonces, tuve que ir al mercado a buscar apoyo entre los civiles que tenían vehículos y me apoyaron de inmediato. O sea, que el pueblo hondureño se organizó rápido y apoyaron en transporte y alimentación, a través de los comités de defensa.

¿Cuándo llegaron  a Ocotepeque?

No pudimos llegar porque ya estaba en manos de los salvadoreños. Nos quedamos en La Labor.

¿Qué pasaba con los pobladores de Ocotepeque?

Unos habían huido, otros estaban como prisioneros de guerra y a otros los mataron.

¿En qué momento entran en acción?

Señor:
Capitán Matías Hernández:
Tegucigalpa 21 de septiembre de 1969
Ordena el señor comandante que en el avión que irá a recoger a los médicos, le mande a los músicos y tropa que se encuentre enferma, al mismo tiempo, que le mande también la lista y número de calzado malo, confirme este asunto a fin de solucionarles el transporte, ya que urge la presencia de los músicos en esta.
C,10

Estando en La Labor nos reunimos con los comandantes del frente para armar un plan. Había mucho desconcierto y pánico entre las tropas y oficiales.

¿Nadie quería poner el pecho?

Es que ya habían estado en el frente y los hicieron retroceder.

¿Y los salvadoreños con qué atacaban?

Ellos bombardearon la ciudad y luego entraron las tropas el 14 de julio. El 16 de julio nos fuimos en vehículo a El Portillo y de ahí a pie hasta San Rafael de las Mataras donde paramos el avance del enemigo.

¿Y cómo los pararon si ellos estaban mejor equipados?

Porque nosotros íbamos a pie y encubiertos en la maleza y ellos venían en convoyes motorizados para Santa Rosa de Copán. Entonces, al verlos venir, desplacé las tropas y empezó el combate.

¿A bala viva?

Pues, sí. Ahí no hay para donde.

¿Mató soldados salvadoreños?

En la guerra siempre hay muertos. No hay duda de eso. Ellos traían desventaja porque teníamos la posición en pie.

¿Ustedes los acorralaron?

Muchos dicen que fue una emboscada pero no. Para mí, hablando de táctica, fue un combate de encuentro con la ventaja que nosotros teníamos las posiciones altas, íbamos a pie y ellos en convoy. Nos llegó el refuerzo de la fuerza aérea y entonces ellos se descontrolaron y se regresaron en desbandada hacia Ocotepeque.

¿Cuándo recuperan Ocotepeque?

Con el cese de fuego. Para ese entonces, nosotros ya teníamos las alturas de San Rafael de las Mataras y el control de todo.

¿Vio morir compañeros y soldados de su tropa?

Sí, claro. Murieron ocho soldados del Batallón de la Guardia de Honor y 12 heridos.

¿Es cierto todo esto que nos está contando porque hay gente que no cree?

Es lo yo la viví aunque haya mucha gente que no cree en esa guerra. En muchas charlas, todos los jóvenes se preguntaban cuál guerra, porque ahora lo que se escucha más son guerras de lenguas, de chismes, a ver quién habla más.

¿Será porque no conocen la historia?

Puede ser, porque la verdad que hay poco bibliografía sobre esta guerra, pero lo cierto es que cuando uno ha vivido esa situación en carne propia, sabe lo que es una guerra.

¿Pensó que podía morir?

Por supuesto. Y sobre todo en ese combate de San Rafael de las Mataras. Además, me anduvieron buscando porque el presidente salvadoreño de ese tiempo, Fidel Sánchez Hernández, daba 25 mil colones por mi cabeza.

¿Cree que se le ha dado la suficiente importancia a esta guerra?

En El Salvador sí, al punto que los excombatientes viven bien jubilados. A nosotros costó mucho que nos apoyaran porque no creían en esa guerra.

¿Qué pasó con los muertos en combate?

Fueron enterrados por la Cruz Roja. El doctor Custodio López anduvo en esas brigadas de apoyo.

¿Qué significa el 14 de julio para usted?

Me trae muchos recuerdos porque es difícil olvidar esos momentos. Mi esposa estaba embarazada y tuvo que andar fiando para darles leche a los hijos, porque yo estaba incomunicado, además que no ganaba mucho dinero.

¿Por qué estaría con las “uñas” las  Fuerzas Armadas en ese tiempo?

Porque no había una visión para equiparla. Pero no hay mal que por bien no venga porque a raíz de la guerra, las Fuerzas Armadas se modernizaron.

¿Cuál fue la causa de la guerra?

En principio, fue por la migración de los salvadoreños a Honduras. Unos 300 mil en diferentes partes del país, buscando mejores oportunidades. Se radicaron en el sur, Olancho y la costa norte. El gobierno aprobó una reforma agraria para que los salvadoreños no adquirieran tierras y por ahí comenzó el roce.

¿Qué fue lo determinante para ganarla?

La Fuerza Aérea, porque destruyó varios objetivos en El Salvador. Y el Primer Batallón de Infantería en el sur al mando del coronel “Polo” Paz, quien detuvo la invasión en Valle.

¿Murió gente civil?

Por supuesto. Murió más gente civil que militares porque los salvadoreños tiraron bombas a las poblaciones, por ejemplo, en Ocotepeque donde mataron hasta minusválidos.

¿Cuál era el objetivo de El Salvador? ¿Conquistar a Honduras?

Buena pregunta. Nosotros logramos interceptar su plan de ataque con un saldado que murió. Según ese plan, el objetivo era entrar el 14 de julio por Ocotepeque y después avanzar a San Pedro Sula y al tercer día llegar a Puerto Cortés. Por el frente del sur, pretendían llegar la misma fecha a la capital.

¿Qué pasó después de las cien horas?

Vinieron la reorganización de las unidades, inspecciones físicas del terreno para conocer los muertos. Nosotros nos quedamos hasta septiembre vigilando un posible contraataque. Después nos reconcentramos en Tegucigalpa.

¿Y cómo los recibió la gente o no les paró “bola”?

Gracias a Dios, la gente nos aplaudió en el camino de Ocotepeque a Tegucigalpa. En San Pedro Sula, la gente llegó a encontramos hasta Quimistán y en Tegucigalpa hasta Támara.

¿Y el general Oswaldo López Arellano qué les dijo?

Nos recibió con honores, fuimos a una misa de acción de gracias a la ermita de Suyapa por la misión cumplida. De ahí nos fuimos a Las Tapias.

¿Qué fue con su vida militar después?

Continué mi ascenso hasta coronel, pero no por la guerra, sino como parte del escalafón.

¿Usted era coronel de cerro, como dicen?

No, esos eran en tiempos de la guerra de los años veinte con Tosta y Ferrera. Yo soy coronel de línea.

¿Cuándo se retiró?

En 1984. Antes de eso fui comandante de diferentes unidades como el Quinto, Sexto, y comandante general de la Fuerza Naval.

¿Cómo califica su trayectoria militar?

Agradecido con Dios por darme la oportunidad de servirle a la patria. Agradecido con el cariño y el respeto de la gente y mis compañeros. Me siento en paz con mi conciencia.

¿Salió con dinero?

Si tuviera dinero no viviera en esta situación que me ve. Yo vivo de mi pensión, que es un 80 por ciento del salario con el que me retiré.

Lo decía porque ahora muchos coroneles y generales retirados son millonarios.

No sé cómo, pero en aquel entonces yo ganaba 3,025 lempiras. Además, los presupuestos para las unidades eran limitados y bien invertidos. (Se levanta y nos muestra varios telegramas remitidos por el general Oswaldo López Arellano confirmándole presupuestos de 25,000 lempiras para las unidades). Uno no podía quedarse con el dinero en la bolsa.

¿Cree que se manejan bien los presupuestos militares ahora?

Pienso que sí. Hay mucho control del uso de los fondos y sería muy tonto de alguien que se quiera apropiar de ese dinero.

¿Qué siente ser héroe?

Lo tomo como un reconocimiento por mi trabajo honrado. Lo recibo con humildad y respeto de los compañeros y las autoridades que me escogieron.

¿Lo tratan bien?

No me quejo. Me tratan con cariño y respeto.

¿Cómo mira el rumbo del país?

Pienso que va bien, pero los políticos tienen que tener otra visión para evitar los conflictos que tanto daño nos hacen. Pienso que hay muchos políticos irresponsables que deben meditar su comportamiento.

Hay políticos que piden desaparecer las Fuerzas Armadas, ¿qué piensa?

Es lo mismo que le decía, son propuestas equivocadas. Toda nación tiene su ejército.

¿Usted simpatiza con algún partido?

Soy nacionalista. Cariísta (se tira una carcajada). Si mi general Carías viviera, pondría orden. Claro, son tiempos diferentes.

¿Se repetirá una guerra?

Hoy hay mucha hermandad con nuestros vecinos, pero uno nunca sabe, como dice Chelato. Lo cierto es que los hondureños debemos luchar contra la pobreza, la indiferencia, la corrupción, la inseguridad, la salud, que son nuestras guerras de ahora.

¿Cuándo van a pavimentar esta carretera?

Todos los políticos prometen hacerlo en campaña y nadie ha cumplido.

Ahora, como decía García Márquez, ¿el coronel tiene quién le escriba?

A Dios gracias, sí. Tengo mucha gente que siempre me llama, sobre todo los veteranos de guerra.