Todos los antiguos barrios de Tegucigalpa guardan una historia pletórica de relatos, leyendas, cuentos y pasajes que enriquecen el pasado del viejo poblado levantado en 1578 por los codiciosos mineros españoles que se asentaron para explotar los ricos yacimientos de plata existentes en las faldas del cerro que los indígenas conocían como el Sapusuca (El Picacho).
Los primeros barrios se formaron al repartirse los solares por el primer alcalde mayor del Real de Minas don Juan José de la Cueva, surgiendo así La Plazuela en los predios denunciados por los influyentes peninsulares Alonso y Cristóbal Rodríguez Bravo, Carlos Ferrufino, Francisco Venegas y Diego Hernández, todos mineros o mayordomos que construyeron las primeras casas en la zona del repartimiento de Lope de Cáceres a finales del siglo XVI.
La Moncada al otro extremo del poblado buscando la ribera del río Grande, fue otro barrio de la misma época, Los Dolores donde se instalaron los primeros españoles que llegaron a Tegucigalpa y levantaron la primera ermita dedicada a la virgen Dolorosa y que años después se convirtió en concentración poblacional de los “pardos” mestizos de negros esclavos y aborígenes lencas.
El Barrio Abajo, La Joya, San Sebastián, El Centro, La Pedrera y El Olvido surgieron como los barrios donde construyeron sus viviendas acaudalados señores como don Tranquilino de la Rosa, don Joseph de Celaya, la familia Márquez y Castejones, los García Barqueris, los Santelices, Manuel de Amezquita y Verdugo, los Joya de origen andaluz y muchos otros considerados como los primeros pobladores del Real de Minas.
A finales del siglo XVII fue creado para establecer límites de los ejidos y delinear las propiedades para no crear problemas con los adjudicatarios de los títulos reales otorgados al Común de Labradores de La Plazuela, el barrio La Ronda quedando bajo su jurisdicción una amplia planada donde se cultivaba el maíz en parcelas propiedad de la familia Díaz Borjas que se conocía como Milpa Grande.
A mediados del siglo XVIII, el Cabildo de la Villa a instancias del rico minero don Pedro Mártir de Celaya, compró a los Díaz Borjas la planicie en mención e hizo un repartimiento para que familias pobres construyeran sus viviendas.
Un árbol de Guanacaste a orillas del Río Oro o Chiquito, motivó a los nuevos pobladores para nominar al nuevo barrio como “El Guanacaste” (foto 1) y aprovecharon las fangosas riberas del río para fabricar adobes y tejas para construir sus viviendas.
Aquella actividad les hizo famosos en el poblado y sus hornos comenzaron a tener demanda en toda la comarca conociéndoles a los laboriosos moradores como “los tejeros del Guanacaste”.
El barrio fue creciendo a todo lo largo contando con solo dos calles de oriente a poniente, la principal (foto 2) desde el río Oro a la loma de La Ronda y otra angosta llamada la calle de atrás que les comunicaba con el sector donde estaba el rastro conocido como el Manchen y con lo que después pasó a ser Casamata (foto 3).
En esa expansión muchas familias se trasladaron al barrio para edificar sus viviendas y abrir sus negocios que iban desde pulperías, bazares (foto 4), cantinas, un famoso mercado el San Miguel, panaderías, talleres y otros.
En el recuerdo del Guanacaste hay muchas personas que le dieron figuración al barrio como el prominente abogado Buenaventura Zepeda en cuya casa de habitación (foto 5) se efectuaban las velas del santo patrono del barrio y Tegucigalpa, San Miguel Arcángel en la víspera del 29 de septiembre.
Don Alberto Colindres que con su esposa y sus hijos Sonia, Jorge, Aída, Alberto, Mario, Florencia, Betty y José Ramón, formaban parte de los comités de festejos de la fiesta patronal.
Don Eligio Elvir Quiñónez y su esposa doña Herminia que operaban el Bazar Guanacaste, donde también se vendía la leche, la cuajada y los quesos de la Hacienda La Cruz Larga.
Las hermanas Margarita y Francisca Pavón que confeccionaban rica pastelería en su albo horno de patio en una de las casas más antiguas de la comunidad.
Doña María Lagos una extraordinaria mujer luchadora que tenía su puesto de ventas en el mercado San Miguel, confeccionaba uno de los mejores nacimientos en la temporada navideña y era líder en los festejos del patrón de la ciudad. Con su trabajo y su tesón formó a sus hijos entre ellos a mi viejo y recordado amigo el Dr. Alejandro Zúniga L.
Recordamos al Dr. Ariza que instaló su farmacia en una de las calles laterales que conecta con La Plazuela. A Don Adán Espinal un güinopeño que operó por muchos años una fuerte tienda, a doña María Laurinda de origen salvadoreño que atendía una de las más surtidas pulperías al costado oriental del mercado San Miguel, al padre Chavarría y su familia, en la calle de atrás a Martha Gutiérrez, madre de la diputada Doris Gutiérrez.
No podemos olvidar en ese viejo barrio Guanacaste al Dr. Ismael Acosta y su familia, a Bertita Coello, a su prima hermana Nicolasa Coello una gran lideresa liberal, a Héctor (“Teto”) y Manfredo Aguilar, a la gran bordadora doña Sofía Amador que con su exquisito arte diseñaba las bandas presidenciales y estandartes de colegios e instituciones, a don Marco Martínez y su esposa Aurorita padres del economista Manlio Dionisio Martínez Cantor y a grandes educadores que vivieron en ese lugar como Tonita Gómez, Natalia Almendárez , Carlos Pedroza, Alejandra Valladares, el Dr. Guillermo E. Durón, uno de los fundadores de la Escuela Superior del Profesorado génesis de la UPGFM y don Magín Lanza.
El barrio El Guanacaste fue sede de un antiguo equipo de fútbol en los años treinta, los “tejeros” del España, se fundaron dos de las mejores escuelas primarias del Estado, la de varones “José Trinidad Cabañas” y la de niñas “José Cecilio del Valle”, nació en 1950 la emisora capitalina “Radio Monserrat”, se edificó la Casa del Periodista durante la presidencia de la APH del periodista Joaquín Mendoza Banegas y en la planta baja de ese inmueble operó el primer supermercado de Tegucigalpa llamado la “Casa Linton”.
El Guanacaste encierra recuerdos inolvidables que nos lleva en el pasado a sitios que desparecieron con el paso de los años como la cantina “La Múcura”, la funeraria “La Nueva”, estancos famosos de la capital, la tienda “Simple City” (foto 6), los bazares de los orientales Benito Ham y los Waymin, el Cine Presidente, foto estudio Lux y tantos otros negocios que constituían el orgullo de la antigua Milpa Grande.
Hasta la próxima semana.