López Obrador, Centroamérica y USA

Por Juan Ramón Martínez

Me parece una tontería discutir si la elección que ganara mayoritariamente López Obrador es un giro a la izquierda por parte de México. Y mucho más, preguntarnos, con espíritu dependiente, si el nuevo gobernante mexicano tendrá como modelo a Chávez o a Maduro. López Obrador tiene en el PRI de los años cincuenta, mejores ejemplos de cómo hacer las cosas, sin caer en las chapuzas venezolanas. Muchos juzgan las cosas de acuerdo al último libro recomendado por el profesor que les instruye, sin atender a los conocimientos que derivan de los estudios históricos y procesos sociológicos y políticos vividos en México, desde 1917 hasta acá. O, solo leen a Krause.

Hay que asumir que, el triunfo de López Obrador es posiblemente la penúltima salida que le queda a un sistema agotado. Y que, una vez destruido el PRI, y que el PAN con sus políticas equivocadas, se encargó de echar por el suelo, el modelo político debe sustituirse. Si fracasa López Obrador, –“la esperanza es la que ha ganado”, dicen los optimistas– la alternativa será, la salida violenta. Pero si logra resolver la mitad de la problemática de México, puede inaugurar un nuevo sistema, en que emparentado con el PRI –la “dictadura perfecta” como la llamó Vargas Llosa y que no era tal– pueda resolver los grandes problemas de México: la desigualdad, el desborde de la inseguridad y el lento crecimiento económico.

Hay cosas que son indudables. López Obrador es un político persistente, de definido espíritu mesiánico y fuerte sentido patriarcal, que lo aproxima a los gobernantes autoritarios que tuvo México en su historia contemporánea. Tres veces se presentó, buscando la presidencia de México. Entró y salió de tres partidos, antes de fundar el propio, con el cual articuló una alianza con la que logró concentrar toda la desilusión y el desencanto que la población mexicana ha ido acumulando desde hace muchos años contra la clase política. Y el disgusto que le ha provocado la corrupción generalizada y el fracaso de los gobiernos del PAN, que se comprometieron con una guerra contra el narcotráfico, en la que no entendieron que era la guerra que uno sabe que no ganará, la evita en la mejor forma posible. Pero además, tiene una visión mesiánica. Se siente como Garrido –su primer modelo– y ve en Madero, una suerte de bandera con la cual iniciar una nueva andadura política, en un estado políticamente endurecido, muy burocratizado. Y que no es dócil, al momento de buscar su reforma y adecuación.

Su talante populista es innegable. Las ofertas que ha hecho –reducirse el sueldo, no residir en Los Pinos, renunciar a la guardia militar que le da protección al gobernante mexicano– solo tienen valor para confirmar el carácter mesiánico que le quiere dar a sus tareas, en las cuales, es evidente que busca el apoyo popular como corresponde.

Pero fuera de lo anterior, hay algunas señales positivas. Provoca en los Estados Unidos mayor respeto que Peña Nieto, pese a que este se comportó con la mayor cortesía hacia el candidato Trump, invitándole incluso para que visitara México. Ahora, en vez de llamarlo a Washington como hacen con los gobernantes menospreciados, Pompeo le ha visitado. Y ha dicho, López Obrador algo importante: que hay dos cosas que le orientarán: el desarrollo de México –lo que implica firmeza en la negociación del TLC con USA y Canadá– y la defensa de los mexicanos y los centroamericanos, desde Panamá, hasta el Río Grande.

Es decir que nosotros los centroamericanos, –que Fox y Castañeda abandonaron para quedar bien con Estados Unidos, permitiendo que Colombia consolidara su influencia en Centroamérica–, necesitamos mejorar, mucho más, los lazos diplomáticos con México, para lograr más respeto por parte de Estados Unidos. Porque el país azteca no seguirá como con el PAN, haciendo el trabajo sucio de los Estados Unidos, protegiendo su frontera, incluso con faltas de respeto y solidaridad. López Obrador, dijo que trabajará para desarrollar a México y Centroamérica. Para que nadie tenga porqué, ir a buscar trabajo a Estados Unidos.

Frente a estas señales, las cancillerías, deben desarrollar nuevas políticas, aproximándose a López Obrador y su canciller, casado con una hondureña.

Y de este modo, darle fuerza al Triángulo Norte, cambiándolo por una mesoamericana liderada con México. Así seremos fuertes y respetados.