El valor del esfuerzo

Por Rafael Jerez Moreno

Enfrentamos cada semana recibiendo embates a la institucionalidad del país, a nuestra calidad de vida y a nuestras oportunidades (y sueños). Años atrás, cuando estaba pequeño, soñaba con crecer y prácticamente salvar el mundo; lastimosamente, en ese entonces, no me daba cuenta lo difícil que es –actualmente– formar parte de la divina juventud de cualquier país latinoamericano. Ahora que soy miembro de una numerosa comunidad universitaria, he logrado aprender que, venga usted de cuna de oro, de plata o de bronce, su valor como persona no lo determina la cantidad de dinero que le dieron sus padres durante la semana, el verdadero valor está en el esfuerzo.

Al joven se le ha hecho creer que la vida es un orden estricto de acontecimientos cuyo cabal cumplimiento determinará indudablemente el éxito en su vida. Naces, entras a la escuela, te gradúas, luego entras a la universidad, obtienes el título, trabajas un par de años, sacas una maestría, formas una familia, nombras a tu hijo/a igual que tú, creces un poco más, y ¡felicidades! estás listo para irte de este mundo, cumpliste todos los requerimientos fijados por la sociedad. Sin duda alguna, en gran medida, es el sistema defendiéndose, necesita súbditos para que las cosas continúen tal y como están, y si dudas de esto pregúntate por qué algunos lograron abrir los ojos hasta que llegaron a la universidad. Otros siguen anestesiados…

El conformismo es un monstruo que se ha disfrazado de gobierno, repartiendo empleos públicos y becas inmerecidamente a decenas de gargantas a cambio de estropear intencionalmente el tono disonante de sus cuerdas vocales.

Lo descrito anteriormente me ha llevado a tener inmensurable respeto hacia los jóvenes que han optado por conservar sus ideales y luchar partiendo de un conocimiento no muy prometedor de la realidad. He sido testigo de decenas –entre miles– de jóvenes que han sacrificado su comodidad para destacar y sobresalir noblemente, entendiendo que finalmente todos tendrán su ceremonia de graduación, el título será el mismo para todos, variando únicamente la fotografía y el nombre de cada uno. Es ahí que debemos detenernos y preguntarnos: ¿qué es lo que me hace diferente a los demás? Y no, la respuesta correcta nunca será el dinero, pues la riqueza no es eterna, polvo somos y en polvo nos convertiremos…

Actualmente, las carreras universitarias son un auténtico postre agridulce, pues cruzas la meta después de muchos años –la que te dijeron que tenías que cruzar lo más pronto posible– para entrar al vasto mercado del desempleo y la subvaloración profesional. La ecuación siempre se repite, pues en la tercera sociedad más desigual del mundo, unos pocos logran posicionarse como la excepción a la regla general, y hasta nunca, “fuga de cerebros”.
Como bien lo expuso el exitoso entrenador de tenis Toni Nadal, debemos aprender a conjugar el verbo aguantar, pues es verdad que el éxito es una excepción, pero para llegar a conseguirlo tenemos que soportar las adversidades, la corrupción, la injusticia y la impunidad…

Giremos nuestra vista alrededor, las grandes transformaciones nacionales tienen el ingrediente juventud, ahora debemos trasladar ese impacto colectivo al triunfo individual de cada uno, partiendo de un análisis concienzudo de nuestro pasado, hacia donde queremos ir y teniendo muy claro que una excusa nunca nos hará ganar el campeonato.

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