Ballenas y sardinas

Por Boris Zelaya Rubí

“Artículo No. 339 Constitución de la República: Se prohíben los monopolios, monopsonios, oligopolios, acaparamientos y prácticas similares en la actividad industrial y mercantil”.

El conflicto generado por los dueños de transporte concentrado en unos pocos empresarios (ballenas), junto a la minoría de los que tienen su propio vehículo y motoristas que trabajan por una tarifa diaria (sardinas), está orientado a obtener por la fuerza, rebajas en el valor del combustible, específicamente de la cantidad que percibe el Estado en concepto de impuesto, alegando que sus utilidades no son suficientes.

Ejercieron como método de presión el paro del transporte, entorpeciendo la libre locomoción a la que tienen derecho todos los ciudadanos, sin importarles el daño que les ocasionaron a comerciantes y ciudadanía en general, con el acompañamiento de vándalos que actúan con violencia quebrantando la tranquilidad y seguridad que todo hondureño desea en su diario quehacer.

Los motoristas al servicio de los magnates del transporte trabajan sin límite de tiempo, obligados a entregarle diariamente un porcentaje al dueño de vehículo, haciéndose cargo del consumo de combustible. Los conductores de las unidades en especial los taxistas no tienen ningún seguro de vida, se arriesgan a sufrir asaltos que le pueden poner final a su existencia, carecen de seguro social para su atención médica, no reciben decimotercer y decimocuarto mes; realizan sus necesidades fisiológicas en cualquier solar baldío ¡al aire libre! Ni siquiera auxilian a los familiares con los gastos mortuorios en caso de ser asesinados ¡quedan desamparados!

A los empecinados potentados del transporte, se les debería aplicar la ley antimonopolio, exigirles la constancia de propiedad de cada vehículo, para evitar extender permisos por influencias a personas que se dedican a alquilarlos o a la venta clandestina, convirtiéndose en un acto de corrupción. El Estado tiene que intervenir con sus organismos contralores o pedirle ayuda a la MACCIH o al CNA.

Los ñangaritas que ven en cualquier molote, una oportunidad para soliviantar los ánimos con el interés de hacerle daño al Estado y agenciarse algunos lempiras (cobrando peaje), deben ser controlados si es necesario usando la fuerza, el pueblo hondureño quiere vivir en paz, se opone a que los jóvenes sean utilizados por una paga como “carne de cañón” y servir de escalera a los cabezas calientes que no se convencen que jamás lograrán convertirnos en un país fracasado como Venezuela, Cuba y Nicaragua.

El gobierno debe eliminar el beneficio de exoneración a todas las empresas que por décadas han disfrutado, especialmente los impuestos sobre la renta, derechos de introducción y los famosos subsidios, que no son más que los logros o chantajes disfrazados, dejándoles la carga a los asalariados. Es tiempo de hacer un análisis profundo, porque los dueños a vista y paciencia del pueblo que los observa, se dan el lujo de mantener un estatus de millonarios a costillas del trabajo de los que ellos llaman: nuestros asociados.

Por ahora queda en manos de los legisladores -padres de la patria- del Poder Legislativo, (los que queden de pie después del huracán “Pandora”) demostrar que están con los menos favorecidos por la diosa fortuna y pedir que rebajen las tarifas del transporte (buses). Que la palabra representantes del pueblo no les quede como un simple apodo.

De rodillas solo para orar a Dios.