Hay que invitar a los pequeños

LA TRIBUNA en muchos de sus editoriales ha puesto el acento en el llevado y traído prediálogo que definitivamente el amable público ya se está cansando de tanto mate sin llegar con sentido patriótico y de honda responsabilidad llegar felizmente a concretarlo.

Ha sido tradicional que la clase política nuestra siempre ha jorobado a este “pobre pueblo pobre”. La historia de Honduras está preñada de diálogos. Es así que en el pasado y en el fragor de las guerras intestinas provocadas por políticos ambiciosos de llegar al solio presidencial, no pararon en mientes para suscribir acuerdos de “entendimientos” en buques de guerra norteamericanos surtos en aguas territoriales hondureñas. Ahora, algunos miembros de la clase política actual están abusando de la franciscana paciencia de dos funcionarios internacionales acreditados en nuestro país –un chileno y un español- que tienen la firme e indeclinable voluntad porque los hondureños alcancemos la reconciliación tan necesaria para este país subdesarrollado.

Esta es la oportunidad propicia para exigir a los políticos madurez, responsabilidad y amor al país para reencontrarnos con nuestro destino. Necesitamos de la clase política mayores arrestos, acciones contundentes y determinantes, destinadas a generar confianza y compromisos para hacer de Honduras y sus hijos un país digno y respetado en la comunidad internacional. ¡Ya basta de enfrentamientos infecundos entre hondureños solo por complacer ambiciones insospechadas de supuestos “líderes” que por su conducta dejan mucho que desear!

Sin embargo dentro del marco de estas pequeñas reflexiones y estudiando las facetas positivas del hondureño, podemos afirmar que sí es posible superar con creces este orden de cosas si nos imbuimos con amplitud de miras y de alto sentido de responsabilidad y de compenetrarnos de la idea que podemos los hondureños afianzar y mejorar las instituciones para alcanzar un mayor éxito en el futuro en el marco de la unidad y la fraternidad. Consecuentemente, hay que olvidar la añoranza del cacique y la agresividad verbal y el insulto en la polémica política. No hay que abonar semillas de odio y venganzas de carácter sectario que lo dividan. Este debe ser su genuino papel en esta hora crucial e histórica para Honduras. ¡Los hondureños todos debemos hacernos eco en proyectar los valores y los estereotipos esenciales de la verdad y la dignidad que la patria permanentemente reclama con justicia!

Adicionalmente, es importante mencionar que en las mesas del diálogo también deberían participar los pequeños partidos políticos para hacer más democrático e integrador el proceso. Constituyen instituciones representativas de ciudadanos que votaron a su favor de manera libre y espontánea. No deben definitivamente ser soslayados de este importante proceso. La democracia así lo exige para que no hayan sombras cuestionadoras que lo debiliten. No hay que sumarse a la irresponsabilidad de aquel que dijimos que a saber con qué fines y estrategias inconfesables fue el único que dio un rotundo ¡no! a estas pláticas constructivas.

Para finalizar, me hago eco de lo contextualizado en el editorial de LA TRIBUNA del 8 de agosto, cuando señala con un diáfano argumento: “Están las fuerzas minoritarias y los partidos fieles de la balanza, que no entienden los desaires; ya que a pesar de haber sacado votos nadie los convida a la fiesta”.

¡Hay que invitar a estas pequeñas fuerzas para que se sumen a esta edificadora tarea de la paz para Honduras! ¡Alta es la noche y Morazán vigila!

Esperaremos…

César Augusto Bonilla Ochoa
Tegucigalpa, M.D.C.