Casi nada sabemos de China, de Rusia ni tampoco de Estados Unidos

Por Segisfredo Infante

No existe en Honduras, y creo que tampoco en el resto de América Central, una institución encargada de realizar estudios sobrios y pormenorizados acerca de los comportamientos políticos, económicos y comerciales de las grandes superpotencias que han exhibido, y continúan exhibiendo, una enorme incidencia directa o indirecta sobre los destinos geopolíticos y financieros del resto del mundo. Me refiero sobre todo a las grandes potencias del siglo veinte, tales como Inglaterra, Rusia, Alemania, Francia, China Popular y, paradójicamente, los Estados Unidos, habida cuenta que en el caso de este último país, los latinoamericanos hemos mantenido unas relaciones zigzagueantes y cercanas desde de los viejos procesos de Independencia, y desde la Primera Guerra Mundial.

Por eso proponíamos hace algunas semanas la necesidad perentoria de organizar los mal llamados “tanques de pensamiento”, agrupados sectorialmente para distintas zonas geográficas del planeta. No me gusta el concepto fraseológico mencionado, pues yo preferiría el de “laboratorios de pensamiento”;  o el de grupos de investigación sistemática regional y mundial. Estos laboratorios, interdisciplinarios, podrían funcionar con auxilios del Estado y de la empresa privada, siempre y cuando nadie ande persiguiendo a los pensadores e intelectuales, pocos meses después, por el derecho a ganarse la vida dignamente. Y lo que es más importante, porque trabajan para el bienestar del país y de toda la región. Los auténticos intelectuales de clase media, sean de derecha, de centro, de izquierda o de ningún lado, no son y nunca han sido, en el curso de la “Historia”, clasificados como “comerciantes individuales”. A menos que se trate de mercenarios de la información que suelen dar bandazos de ciento ochenta grados de una semana a otra.

Pues bien. En Estados Unidos han existido especialistas, en oficinas estatales y privadas, que se han ocupado de estudiar, durante varias décadas, las circunstancias internas y externas de países como China y Rusia, para sólo mencionar dos casos.

Con el peligro de equivocarse en algunas de sus percepciones vitales. Pues los chinos han sido mucho más herméticos que los soviéticos al momento de soltar las perlas de sus informaciones internas. Según Henry Kissinger en China Popular existía una oficina, allá por los finales de los años sesentas y comienzos de la década del setenta, encargada de estudiar vagamente a los Estados Unidos y a otros países enmarcados en el Océano Pacífico y en el Océano Índico. Pero, por muy sesgados que hayan sido los chinos “comunistas” respecto del “Tigre de Papel”, tal como le llamaban a los Estados Unidos, en el fondo tenían funcionarios que realizaban estudios minuciosos más o menos imparciales respecto del discurso político, económico y militar de la mencionada potencia norteamericana, y de la ex–Unión Soviética.

Me imagino que países pequeñitos como Suiza y Finlandia (pero sobre todo Suiza) han tenido que realizar constantes estudios de filigrana a fin de sobrevivir a las presiones externas de las fuertes naciones vecinas. La neutralidad geográfica y financiera de los suizos con sus secretos bancarios, han tenido que defenderla a toda costa contra los nazis y contra todas las potencias que han pretendido inmiscuirse en sus asuntos internos. Finlandia tuvo que hacer milagros (y tiene que seguirlos haciendo) frente al poder avasallante de los rusos de diversas épocas. Por cierto que hay un libro sugerible que se llama “Un Imperio Fallido, la Unión Soviética durante la Guerra Fría” (2007, 2008) de Vladislav M. Zubok.

En tal sentido es aconsejable que hagamos un esfuerzo para nunca improvisar opiniones sobre unos países gigantescos que jamás hemos estudiado en serio. Una sola muestra evidente de nuestras limitaciones fue anticipar los resultados electorales en los Estados Unidos, respecto de una sociedad que los latinos pretendíamos conocer. Sin embargo, Donald Trump arrastró a un electorado integrado por individuos que nunca han leído un solo libro en el curso de sus existencias. No hay que olvidar, además, que el presidente Trump ha venido descuidando y maltratando a los países de América Central.

Para juzgar a China Popular contamos con toda clase de desinformaciones y prejuicios (incluso de tipo racial). Los dirigentes actuales hablan de “Dos sistemas y un solo país”. A mi juicio los chinos continentales cuentan con varios modos de producción incoherentes entre sí. Exhiben un capitalismo de enclave súper-exitoso. Pero hay lugares en que todavía trabajan con las ruedas del periodo neolítico. Para sólo comenzar son sugeribles los siguientes libros: (1) “La China Comunista en la política mundial”, de la Enciclopedia “UTEHA”, de octubre de 1968. (2) “China, vista desde dentro, 1976-1980”, del embajador alemán Erwin Wickert, quien conoció personalmente a la mayoría de los dirigentes principales del Estado chino, de la vieja y de la nueva guardia. (3) “Alibabá y Jack Ma; el hombre que creó la tienda online más grande del mundo”, del año 2016.