Los premios de la juventud

El reporte que nos ofreció LA TRIBUNA del 18 de agosto de 2018 es harto e interesante. En el contexto de la información con los titulares “Jóvenes 5 estrellas. Premios juventud 2018, reconocen ciencia, arte, deportes y superación”, nos presenta una amalgama de profesionales graduandos que rompiendo las barreras y obstáculos que se les imponían como desafíos para cristalizar sus ambiciones, lograron cumplir con sus sueños de superación y felizmente hoy son ciudadanos al servicio del país, que tanto los necesita.

Es importante subrayar lo manifestado por el hoy doctor en Medicina y cirugía, Luis Enrique Lara cuando apunta: “Me tocó llorar muchas veces, aguantar hambre otras veces, ver a mi madre irse a su trabajo caminando para que yo fuera en transporte…”. O el testimonio de la futura psicóloga, María Milagros Urquía diagnoticada con parálisis cerebral infantil, pero hoy culminando su práctica profesional. No podemos soslayar las vicisitudes de Jorge Vicente Valladares que a pesar de sufrir una lesión medular cervical con tetraplejia distal, su pasión por la tecnología lo ha llevado a novedosos e importantes inventos entre ellos la creación del Centro de Impresión 3D.

Los tres muchachos mencionados junto a los otros cinco brillantes estudiantes que los acompañan en la cuarta edición de los Premios Juventud 2018, son un elocuente ejemplo de esfuerzo y superación para el universo estudiantil hondureño en todos sus niveles y que comprueban fehacientemente el aserto aquel que “cuando se quiere, se puede”.

Como criterio adicional diré que estas acciones contrastan marcadamente con las conductas cuasi delictivas de algunos “estudiantes” universitarios de la UNAH que han conformado un tal MEU, que se han arrogado el derecho de alterar la paz cuantas veces lo consideren conveniente a sus fines que a veces no tienen nada que ver con el acontecer de la vida universitaria; son marionetas de movimientos políticos que pretenden con sus ambiciones desbocadas incendiar el país para propósitos inconfesables. Se han amparado en unos tales derechos humanos para impedir que la Policía irrumpa en los predios de las aulas universitarias de la Alma Máter por ese sambenito de respeto a su autonomía. ¡Ah las cosas que suceden en estos países tercermundista!

Ahora también se han sumado a estos bochinches un grupillo de “estudiantes” de tres colegios estatales de nivel secundario solicitando un bono pecuniario para “atender” el incremento al transporte capitalino. Esta es otra falacia. Cuando gobiernos anteriores otorgaban estos bonos, el valor de los mismos terminaba en los expendios de aguardiente con espectáculos nada edificantes. La Policía hacía redadas tras redadas de “estudiantes” (muchachos y muchachas) en brazos del dios Baco. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!

Como vemos hay dos situaciones en el campo educativo: Estudiantes que sí quieren aprender para hacer de su vida personal un elemento de superación profesional y por ende de servicio al país y a la sociedad, brindándoles, dicho sea de paso, a su familia gratas satisfacciones y recuerdos imperecederos. Y el otro grupo estudiantil amigos del bochinche, la violencia y la trapisonda, que atentan contra la propiedad privada de vehículos, lanzando pedruscos a los cuerpos policiales, pintarrajeando paredes y atentando y destruyendo incluso algunas instalaciones de la misma universidad. Hay que poner fin a estas manifiestas irregularidades que dejan mucho qué desear. Hay que implantar la ley y la autoridad… sin remilgos.

Ojalá que a futuro muchos jóvenes estudiantes universitarios y de secundaria emulen las acciones de los integrantes de la primera, segunda, tercera y cuarta edición de los Premios de Juventud hasta hoy otorgados. Que se imbuyan de un espíritu nuevo que se construirá despertando de la apatía al estudio y exigirse cada vez más con mayor sentido de responsabilidad.

¡A estudiar se ha dicho!

César Augusto Bonilla Ochoa
Tegucigalpa, M.D.C.