Derecho a vivir sin miedo

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

Este artículo asomó a mi mente de una interesante conversación reflexiva con la analista sociojurídica Ángela Sosa Veroy quien, con su acostumbrada agudeza intelectual, planteó una postura convincente sobre el tema del derecho a vivir sin miedo, y que a continuación van a leer elaborado con su colaboración.

El 6 de enero del año de 1941, el presidente de los Estados Unidos de América Franklin D. Roosevelt habló en uno de sus discursos sobre “Las Cuatro Libertades”: libertad de expresión, libertad de culto, libertad económica (vivir sin penuria) y la libertad de vivir sin miedo. Dicho discurso, influyó en la redacción de la Carta de las Naciones Unidas aprobada el 26 de junio del 1945, y de modo muy explícito, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada el 10 de diciembre de 1948. Al respecto, Noam Chomsky calificó dichas libertades como las columnas que sostendrían el aparataje ideológico y dogma religioso de la guerra fría, enmarcándolas en una sola columna que él denominó “La quinta libertad”.

El miedo es el principal mecanismo que utilizan los enemigos de la paz y la estabilidad socioeconómica, política y cultural para impedir que avancemos por la ruta del desarrollo con igualdad e inclusión. Por miedo se muere y se mata; por miedo se sufre.

En Honduras, hacemos grandes esfuerzos para retornar la confianza, la seguridad y la felicidad a la ciudadanía a través de la implementación de estrategias de desarrollo que buscan la construcción de una cultura de paz por medio de la convivencia y la recreación familiar; sin embargo, aun existiendo estas estrategias enfrentamos un desafío mayor, y es que necesitamos sentir seguridad en cada calle, en cada barrio y en cada comunidad, en las que la ciudadanía, pueda devenir libremente sin miedo a ser víctima de un asalto o cualquier otra situación que afecte su integridad personal. La seguridad humana es una preocupación universal, tanto en países ricos como en países pobres, la intensidad de los factores de riesgo puede variar de un país a otro, pero son reales, en este sentido todos los estados democráticos con sistema de derecho vigentes garantizan la protección de todas aquellas amenazas directas a su seguridad y a su integridad física; y esto incluye, las diversas formas de expresión de violencia que sean originadas en el Estado o fuera de él. La libertad de vivir sin miedo es un derecho humano que tenemos ya que Honduras es un Estado que reconoce convenios y tratados internacionales, que nos garantiza en sí mismo el derecho a la felicidad. Lamentablemente, estamos muy lejos de ser uno de los países de los más felices; por el contrario, nos consideran entre los países menos felices.
Nuestro bajo Producto Bruto Interno (PBI) per cápita, la alta desigualdad social, la insana esperanza de vida, la cuestionable libertad social, la escasa generosidad y la alta presencia de la corrupción aún son evidencias reales que demuestran que nuestra nación está alejada de ser feliz; somos considerados como una nación infeliz de Latinoamérica.

Revertir la cultura de la desigualdad y, por lo tanto, la cultura del miedo es una tarea inaplazable. La violencia ya no se nos presenta circunscrita al contexto individual, se ha convertido en la expresión más rotunda, más dolorosa, de nuestra realidad colectiva. Tenemos que contribuir a cambiar nuestro modo de interactuar humanamente, revisar nuestros hábitos y costumbres, nuestras prácticas escritas y las ocultas, sobre las que se tejen las relaciones entre hondureños y hondureñas, porque todas ellas parten de la desigualdad estructural que padecemos. Igual ocurre en el ámbito individual, porque todos y cada uno de nosotros y nosotras podemos ser parte activa de la solución; de no hacerlo, debemos asumir que somos parte del problema.

Es importante dentro de una visión integral de seguridad, desarrollo sostenible y derechos humanos afirmar la vinculación existente entre el derecho a vivir sin miedo y las necesidades o carencias, con el derecho a la felicidad y a la paz social, lo cual no constituye una afirmación de la teoría marxista, pero sí, vuelve preponderante la búsqueda de una vida digna, mediante la apertura de bancos de oportunidades para todos y todas conforme a nuestras potencialidades, capacidades, formaciones técnicas y científicas.
Finalmente, considero que vivir sin miedo es un derecho de todo hondureño y hondureña que se ejerce mediante el respeto a la ley, vivir sin miedo no significa perder el respeto a la autoridad y al derecho vigente de un país, significa vivir con la sensación de seguridad personal y comunitaria que nos brinda el Estado y que la ciudadanía puede sostener para alcanzar altos niveles de seguridad.